谢谢你,中国!. La mayoría de lectores desconoce la traducción de esta frase. Tampoco Rubén comprendía los símbolos cuando decidió embarcarse en la aventura de su vida: China. Lo dejó todo por, por decirlo de algún modo, la llamada de la madre naturaleza. El destino regó la semilla de admiración por Asia que yacía en su interior desde la niñez, en su Coruña natal, y ésta germinó y creció en semanas.
Rubén Mato Rodríguez (Coruña, 1990) se licenció en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Siempre le caracterizó su don de gentes, su buena relación con todos, su capacidad de liderazgo. Y los límites en los que nació y se formó se le quedaron pequeños. “Me fui porque me quería ir, tenía ambición internacional”, relata a Crónica Global. Hace cuatro años de ello.
Un gran desbarajuste
Occidente era su primera opción. Pero le llegó una oferta para ser profesor de inglés en China con la que podía satisfacer sus inquietudes de infancia. Habló con amigos chinos y se tiró a la piscina. “No me arrepiento. Me ha cambiado la vida”, valora. Hasta el punto que no tiene intención de volver a España. Está “enganchado”, como él califica, a la tierra que lo ha acogido.
Rubén echó mano de todos sus recursos para adaptarse e integrarse con la mayor rapidez. Sufrió los efectos del choque cultural y el desconocimiento del idioma le limitó movimientos. Era “un gran desbarajuste”. Todo es distinto allí. Desde la manera de pensar, hasta las relaciones, pasando por los valores que dan los chinos a la amistad, el matrimonio y el dinero.
Más complicado se hace el proceso en un lugar “más o menos cerrado” como Shenyang (Liaoning, noroeste de China), con más de ocho millones de habitantes, pero sin más contacto con el exterior que un parque industrial germano-chino. “Mis primeros meses fueron así, entre chinos, aprendiendo el idioma” con la ayuda de sus compañeros en la guardería, que chapurreaban el inglés. Escuchar y empatizar marcaron su camino.
El camino hacia la Gala del Año Nuevo
Dejó Shenyang porque quería ejercer de periodista. Hizo las maletas y se dirigió a la capital del país, Pekín. Allí contactó con profesionales de la información británicos y españoles, y comenzó a trabajar como traductor en la CCTV, la televisión pública, que tiene 20 canales. Con el paso de los meses, le pidieron reportajes --de eventos españoles, los únicos en los que podía trabajar con autonomía--. Y acaba de firmar su tercer contrato.
Su evolución en la cadena ha llevado a Rubén Mato a copresentar la Gala de Año Nuevo Chino en esta edición. No ha sido en chino, sino en español para uno de los cinco canales internacionales que componen la CGTN, la red internacional de CCTV. Ha dado la bienvenida al Año del Gallo.
Los cinco canales de la CGTN (español, inglés, ruso, francés y árabe) y la CCTV emiten la gala de la Fiesta de la Primavera en chino, con subtítulos. Sin embargo, las emisiones internacionales conectan en su idioma en, entre otros, los números de humor. Durante estos cortes, aprovechan para explicar quiénes son los artistas y, sobre todo, internacionalizar la importancia del Año Nuevo.
Más de 700 millones de chinos siguen la Gala por la CCTV. Es una tradición más, ya que hasta hace pocos años, el canal público era el único que podía emitir esta programación. Para los chinos, explica Rubén, la Fiesta de la Primavera supone el regreso a casa. La felicidad. El encuentro de la familia. Los festejos comenzaron el 28 de enero y concluirán el 15 de febrero con el Festival de los Faroles.
Español e inglés
Pero el periodista gallego no solo trabaja para el canal español. Hoy es el único que también colabora con la emisión en inglés. Rubén Rodríguez (utiliza el segundo apellido cuando trabaja en la lengua de Shakespeare porque fue su madre quien le insistió en que aprendiera el idioma) también ha realizado un reportaje sobre las tradiciones del Año Nuevo Chino.
Una pieza de color cuyo valor radica, sobre todo, en que le ha permitido soltarse con el chino: ha contactado con las fuentes, ha gestionado los permisos y ha hablado y entendido a los protagonistas, una niña y un señor que hace las esculturas de azúcar llamadas tanghulu. También lo ha logrado con una pieza sobre el manga en el país.
Enganchado a este videojuego
Rubén define su experiencia como “un videojuego”. “A ver hasta qué pantalla llego”, reflexiona en el metro a través de un mensaje de voz de WhatsApp. “A veces fracasas y te quieres ir de aquí, liberarte de las dificultades. Pero en la dificultad están el cambio, el atractivo, la superación. Intento adaptarme a lo que tengo”, analiza.
Ahora vive cerca del majestuoso edificio de la CCTV. Comparte un piso “bastante occidental” con un chino y un japonés. Se siente un asiático más: “He desarrollado un cariño especial hacia Asia […] Ser testigo de la historia del desarrollo chino es un privilegio”. “Y las personas. Un chino ya no es un chino, les pones nombre, te explican cosas y se esfuerzan por que las entiendas”, argumenta.
“La fusión cultural engancha”, enfatiza. Rubén asume que China tiene retos en materia política, social y regional. Que “la China mala vende muy bien en el extranjero”. Y que faltan puentes con el mundo. Pero espera que la semilla de su interior pronto se convierta en un árbol con cuyos frutos alimentar al mundo de “historias positivas”. Se siente en deuda con el país que le ha dado tanto. 谢谢你,中国!(¡Gracias, China!)