El autoproclamado último cibercafé de Barcelona se encuentra en el número seis de la calle Barra de Ferro, al lado del Museo Picasso. Es el Bornet Internet Café, situado, como su nombre indica, en uno de los barrios más turísticos de la ciudad, el Born. De aspecto, es una cafetería cualquiera, con wifi para que sus clientes puedan conectarse a internet mientras toman algo. Si no tienen el dispositivo para hacerlo, hay ordenadores portátiles disponibles.
Éste es el espíritu de los cibercafés: un local con ordenadores y acceso internet en el que tomar un café, un té, un refresco o comer un pastelito. Quien no tenía cómo acceder a la red desde casa o el trabajo, acudía a estos establecimientos. Se popularizaron entre finales de los 90 y principios de milenio. Ahora, la idea parece obsoleta.
¿Locutorio o cibercafé?
Fue una oportunidad de negocio fugaz. “En 2005, ya solo quedaban una docena en Barcelona”, recuerda Felip Giraldez, el propietario del Bornet. Una vez comenzó el declive, proliferaron los llamados locutorios. Éstos se nutren de otras actividades además de los ordenadores, como el envío de dinero y los teléfonos para llamadas internacionales.
La crisis también se los llevó, aunque su tasa de supervivencia es mayor que la de los cibercafés. La diferencia, explican otras fuentes del sector, es que los locutorios “revientan los precios”. Una hora en un ordenador, se paga a un euro. No es el caso del Bornet, donde el coste de 60 minutos en uno de sus portátiles es de cuatro euros.
Las licencias
Pero el negocio es la parte del café. “El 90% de lo que ingresamos proviene de las bebidas y los pastelitos”, indica Giraldez. Los malabarismos que hizo como emprendedor no tienen tanto que ver con la crisis de este tipo de locales, como con los trámites para conseguir las licencias municipales. En España no existe la figura de cibercafé como tal.
Por esa razón otras voces del sector se quejan de las dificultades para abrir un establecimiento en el que dar este servicio. Algunos, incluso han tenido problemas y se han visto obligados a dejar de ofrecer café. “Las inspecciones son muy restrictivas en este campo”, explican. El propietario del Bornet discrepa: “Negociamos con el ayuntamiento, y ellos estuvieron muy abiertos a hacerlo”, asegura.
Al final lo arregló. Su solución fue tener dos licencias de actividad de distintas (dos pagos), una de alquiler de equipos informáticos y la otra de cafetería sin cocina, por lo que solo dispone de algunos productos de bollería y pastelería para sus clientes.
Subsistir
En la era de los móviles y los relojes inteligentes, internet está al alcance de la mano. ¿Quién necesita un cibercafé? Los clientes del Bornet no han cambiado. Los turistas jóvenes son los que suelen llenar la sala. No es tanto por entretenimiento como por necesidad o emergencia. “A veces se encuentran que se han dejado el móvil en casa y tienen que consultar algo o que están de vacaciones y no tienen acceso a internet”, explica.
Pero los pocos cibercafés que quedan han tenido que reinventarse. La mayoría han derivado hacia sitios de impresión y servicio técnico de ordenadores, aseguran fuentes del sector. Reinventarse para sobrevivir.