Es la última vedette que pisó El Molino antes de que cerrase sus puertas en 1997 y la primera que actuó en su reapertura, en 2010. Pese a su posición, prohíbe que le hablen de usted. Merche Mar es coqueta, se excusa por recibir a Crónica Global sin ir completamente arreglada para el show que protagonizará dos horas más tarde y pone una condición innegociable: las fotos, cuando lleve las plumas puestas.
- Llevas desde los 15 años en El Molino. Toda una vida…
- Totalmente. Entré con 15 y al cabo de tres o cuatro años ya hubo un cierre de tres meses. Luego estuve diez años fuera y volví en 1980 hasta que, en 1997, cerraron. Y vuelvo ahora, que han vuelto a abrir desde el 2010.
- ¿Cómo se empieza con 15 años en un teatro así?
- Mi familia no tiene nada que ver con el mundo del espectáculo. Yo era la típica niña de una casa bien e iba a un colegio de monjas. A mi padre le encantaban los espectáculos, fue al Teatro Español y había una mujer que tocaba el acordeón. Quedó fascinado, me regaló un acordeón para reyes y empecé a estudiar en el conservatorio del Liceo. Al acabar el colegio, entré en El Molino. Entonces era un café-concierto, así que con un permiso paterno podías entrar. Y ahí me metí, El Molino fue mi escuela. Aquí aprendí a bajar las escaleras con plumas, a pasar una pasarela, a trabajar con actores cómicos… vas cogiendo tablas.
- Hasta el cierre de 1997.
- Sí, fue más o menos esperado, aunque tampoco piensas que pueden llegar a cerrar. Fue duro, pero en seguida con un actor cómico que había entonces llamado Diomny montamos un espectáculo tipo El Molino y estuvimos desde que cerraron hasta que volvieron a abrir, 14 años de giras.
- ¿Cómo fue el retorno?
- Yo sabía que lo estaban reconstruyendo. Con la empresaria, Elvira Vázquez, nos encontrábamos en cenas y actos varios. Siempre le hacía la misma broma y le decía: ‘A mí guárdame un sitio en el guardarropía y me pones una rampa para poder entrar con la silla de ruedas’. Ella se reía. Cuando tuvieron acabado El Molino me llamaron y pensé que era un momento fantástico y maravilloso de volver a casa. He hecho más quilómetros que Carracuca.
- ¿Qué diferencia El Molino de ahora al de antes?
- Además de la decoración del local, ahora viene mucha gente joven. La juventud ha descubierto El Molino y eso es fantástico. Hacemos muchísimas cosas aparte del espectáculo de cabaret, como jazz, festivales del milenio, rumba… Se ha modernizado.
- ¿Es un reclamo turístico o también para los barceloneses?
- Es para todo el mundo. Los turistas vienen porque buscan en Internet, ven cabaret y burlesque y les gusta. Pero viene toda la gente de aquí.
- ¿El Paral·lel es una buena localización?
- Por supuesto, aquí el teatro Arnau es el único que está en decadencia. El Barts funciona muy bien, el Victoria y el Condal también. El Molino es un local mítico, un punto de referencia para todo el que viene a Barcelona. A la gente de fuera siempre les digo: ‘Sagrada Familia y Molino y ya te puedes ir’. Es un emblema.
- Un emblema que ha cerrado ya dos veces…
- Claro, pero estos espectáculos valen muchísimo dinero, tienen un 21% de IVA y esto es una empresa, no recibe subvenciones. Es muy difícil de mantener en estos tiempos.
- ¿Corre el riesgo de que vuelva a cerrar?
- Yo creo que no. La reapertura está yendo bien porque aquí lo que hacemos es un abanico de cosas, estamos todo el día luchando. Hacen visitas guiadas, eventos e incluso bodas, en el espacio de arriba, donde hay un bar con terraza a la altura de las aspas. Lo que hay que hacer es trabajar, no puedes ceñirte a cuatro días a la semana, y así remontas.
- ¿Afecta al Molino la tormenta política actual?
- No lo creo. Pero no me gusta tocar estos temas, yo no hablo ni de política ni de religión, solo de sexo y espectáculos.
- ¿Tiene apoyo de las administraciones?
- Nunca ha tenido subvenciones y se pidieron. Pero siempre ha salido adelante solito, igual que ahora.
- ¿Una vedette como Merche Mar contempla la jubilación o ni se la plantea?
- Yo estoy trabajando porque ahora soy la anfitriona aquí y me siento a gusto. La gente me quiere y el público me conoce después de tantos años. También porque me encuentro bien físicamente y esto me mantiene con vida. Trabajaré hasta que el cuerpo diga basta, pero me gusta vivir en el presente.