A los políticos no les gustan los periodistas, salvo cuando pertenecen al género bovino, lanar o al sector de las aves de corral. El buen periodista debe pacer sin salirse del rebaño, tomar nota y transcribir tal cual lo que diga el concejal de festejos, el conselleiro de sostenibilidad o el intrigante de cabecera de cada corriente de cada partido. Los que preguntan no son bien vistos y a los que repreguntan habría que aplicarles la reserva del derecho de admisión en opinión de politólogos, comunicólogos y mandonguilles (jefes) de prensa.
De ahí que un periodista inquisitivo, inquieto, coñón y cojonero sea tan vistoso para el público en general como odioso para los políticos y sus adláteres en particular. Total que a los efectos del servicio público, los periodistas no deberían existir, y si existen, mejor ciegos, mudos y sordos cual monos místicos.
Como quiera que España no es Corea del Norte y está a años luz de los Estados Unidos de Donald Trump (otro gran amigo del periodismo), la televisión tiene a bien en determinados casos contar con la participación en sus shows de especímenes del periodismo un tanto descontrolados, insolentes, cotillas, punzantes, hirientes, capaces de practicar la demagogia con la misma pericia y desparpajo que los nuevos políticos (los de la vieja escuela tienen otra concha) y que, encima, no se callan ni debajo del agua.
Esa actitud, la actitud, es lo provocó el mayúsculo sofoco de don Juan Torres López, que abandonó el plató del debate de los sábados en La Sexta ante el "acoso" de Eduardo Inda, que no dejaba de acentuar que Torres, a la sazón economista, era el ídem de cabecera de Podemos y había asesorado al régimen bolivariano, cuyos éxitos en la materia son perfectamente descriptibles. En una entrada de su página web personal en la que glosa la figura de Chávez tras su deceso, don Juan Torres sostiene: "No le perdonarán nunca que diera voz a los millones de personas que no la tenían, que permitiera que su pueblo disfrutase del dinero del petróleo que antes iba a los privilegiados". Ahí están los resultados. No hay venezolano que no se pueda limpiar el trasero con chapapote porque eso sí, papel no hay.
El señor Torres es doctor en Ciencias empresariales y Economía y catedrático en la Universidad de Sevilla, participó junto a Vicenç Navarro en la redacción del programa económico de Podemos y asesoró a Chávez, cosa que al parecer le saca ahora de sus casillas hasta el punto de afirmar en la susodicha Sexta que "España no puede permitirse lo que hacen aquí todas las semanas porque España está ya harta de este tipo de debates que ponen por delante la agresión el insulto y a veces la mentira". "Señores --remató--, hasta aquí ha llegado la función. Yo soy una persona seria, soy un académico y no participo en estas locuras. Me voy".
¡Cuánto desperdicio de dignidad! Ahora resulta que el problema de España es que Inda y hasta Marhuenda les mojan la oreja a políticos y periodistas de la cuerda contraria. Pobre Torres, un "académico", catedrático nada menos del ramo de las denominadas ciencias sociales. Y en la universidad española, la mejor de España.
Da cosa verlo, todo un señor economista, con traje y corbata que iba para hablar de su libro, e Inda despechugado como Bertín dale que te pego con Podemos tocando la pera. Y ese pedazo de catedrático de un país cuyas universidades son un foco de trepas, plagiarios, indocumentados y vividores incapaces de inocular el más mínimo conocimiento a sus alumnos que supere el necesario para organizar una asamblea, enseñar las tetas en una capilla y hacer de becario/asistenta de sus revolucionarios y altermundistas profesores coleguis.
"Yo soy un académico", se proclamaba Torres. "Y yo un periodista. No te jode", debía pensar Inda. Sólo faltaban el traficante, el confidente y la lumi para completar la partida. Ni que decir tiene que la jauría exige ahora un periodismo sin Indas. Juan Carlos Monedero escribe en su blog: "La discusión en los programas donde está el 'periodista' Eduardo Inda están alcanzando un patetismo y unas formas que en la academia se explican como 'telebasura'". Oh, la "academia". Será la academia de Operación Triunfo o la universidad de Gran Hermano, macho.