Vaya de antemano que esto es otro original texto sobre el inédito asunto de los cuñados y que hay millones de mejores maneras de perder el tiempo que leerlo. Manuel Muñoz Medina es un ciudadano de 72 años, exvocal de la Cámara de Comercio de Sevilla y propietario de una fábrica de muebles cuyo nombre omitimos porque en el pecado ya lleva la penitencia y le están dando la del pulpo y la del inglés. Manuel, Manolo o don Manuel es el autor de la alucinante agresión contra Teresa Rodríguez, la política de Podemos. El tipo se abalanzó sobre ella, le puso una mano en la boca y se plantó un ósculo en el dorso de dicha mano. En el año de las palabras chorras como posverdad, cuñadismo, sorpasso, cobra, populismo, etcétera, etcétera, lo de Manolín no tiene nombre porque rijoso se queda corto. Habrá que esperar a la sentencia o al fallo.
Ha pedido disculpas, que dice que iba pedo, pero esto pasó el 20 y no se supo hasta el 23, ayer si hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Setenta y dos horas pasaron hasta el arrepentimiento, porque según ha denunciado la víctima, su acosador, maltrador y froteur (lo del froterismo en presunto) no pidió disculpas en el momento dado sino que más bien se quedó más ancho que largo.
No es un tema para tomárselo a broma, ni para restarle importancia, sino todo lo contrario. Viene a colación por el tipo de gente que puede frecuentar los cenáculos familiares de estas fechas tan señaladas. Y se habla de ello, es trending topic. Hay muchas posibilidades de que este Muñoz Medina sea cuñado de alguien y que Alguien sea una bellísima persona que lleva años sufriendo en silencio y odiando la Navidad. Además, hay muchos muñozmedina, una plaga de triunfadores, chistosos, empresarios facundos, tiburones en lo suyo y grandes cofrades del copón de la baraja. La recomendación policial de que tengan cuidado ahí afuera no sirve de nada porque estos tíos se cuelan hasta la cocina, como Muñoz Medina por su fábrica. Poca coña.
El premio al cuñado del año está más disputado que el Balón de Oro y es más polémico que el Goya a la mejor película en un país en el que el cine es una cuestión política sobre la españolidad de Fernando Trueba (al que sólo le falta que le nombren español del año por tocarle más las pelotas) o el pensamiento filosófico de Willy Toledo, ese intelectual.
Hay candidatos a cascoporro y los políticos se llevan la palma porque son los que más salen en la tele y la mayoría de los cuñados profesionales todavía no. Cada uno tiene su cuñado preferido, una especie de cuñado adoptivo. Rufián, Mariano, Quico, Artur, Pedro, Pablo, Carles, Garganté... A patadas. Pero son cuñados no cuñados y no vienen a casa por Navidad. Nada que ver con el periodista, el director de oficina bancaria o el comercial de las gangas que se lo compra todo más barato y que es real, está ahí, en el plato en vez de en el plató. ¿Para cuándo un reality sobre celebraciones familiares?
Son inevitables, como la última gota y más molestos que una mosca cojonera al punto de que si se pudiera elegir, el 99% de la gente preferiría 24 horas de TV3 en vena que cenar o comer con el cuñado. Eso demuestra dos cosas: que TV3 es un rollo nodo y que sólo un uno por ciento de la población se considera cuñado, lo sabe y disfruta con ello. Lo mejor que se puede decir de ellos es que son tan "entrañables" como las hemorroides. Y por si fuera poco, a veces no son cuñados, sino suegros, yernos, uno mismo, sobrinos y demás tarambanas de la familia política, siempre la política. Felices fiestas a todos los cuñados y excuñados, a todo el mundo en general menos a quienes no tienen cuñados, que no necesitan que se les felicite.