Esperaban que un cambio de Gobierno municipal les beneficiase, pero no ha sido así. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha resultado ser un rival más que un aliado para el movimiento okupa, que confiaba en poder tener una relación más cercana --o incluso cordial, si se quiere-- con ella. Sin embargo, la realidad que se han encontrado es otra. “Colau es el doble de represiva que Trias”, ha explicado a Crónica Global un okupa de la capital catalana. “Están todos los CSO (Centro Social Okupado) de Barcelona con una orden de desalojo”, añade.
El exalcalde convergente Xavier Trias pagó el alquiler de la casa okupa de Gràcia conocida como Banc Expropiat y él mismo se excusó ante este medio con el argumento de que cualquier alcalde, sea del color que sea, tiene la obligación de tomar decisiones en beneficio de la colectividad, aunque no siempre sean comprensibles. “Hay gente que está dispuesta a morir por el sistema actual”, replica el okupa ante esta afirmación.
Asegura que el colectivo antisistema, en concreto de la casa okupa del barrio de Sants conocida como Can Vies, le envió varias cartas a la alcaldesa para reunirse con ella y ésta nunca les respondió: “Queremos decirle que no nos vamos a ir de allí, que nos dejen en paz. ¿Que nos ponen una grúa? Pues la quemaremos”.
Revolución futura
El objetivo de los antisistema es, según la misma fuente, abrir los ojos a la sociedad con estrategias como la reciente reokupación del Banc Expropiat. Entraron de nuevo en el local de Gràcia y los Mossos d’Esquadra los volvieron a desalojar, pero uno de ellos se escondió en el interior. Pasadas 72 horas --tiempo mínimo para que se lleve a cabo un desalojo exprés sin que tenga que intervenir un juez--, se hizo público un vídeo demostrando que quedaba alguien dentro y los agentes volvieron para desalojarlo.
“Aquello fue para que la gente vea que la policía actúa fuera de la ley. Para abrirles los ojos y que se unan a nuestra revolución”, desvela. Es consciente de que no todos comparten su lucha, pero no pierde la esperanza de que, como si de un dogma se tratase, su mensaje llegue a cualquier ciudadano. “Las revoluciones son lentas y pueden llegar incluso 40 años más tarde. Pero nuestra revolución no puede ser armada, porque no todo el mundo puede coger un fusil”.
Reírse de “los maderos”
Como el resto de sus compañeros, él tampoco irá a la puerta de la cárcel en Nochevieja "para gritarles" a los suyos "que hay allí dentro", como hacen cada año. Un chivatazo de la Policía catalana les asegura que “siempre se lía": "Pero esta vez van a ir a por nosotros de verdad”.
Asegura que están hartos de encontrar micrófonos ocultos en varias casas okupadas, en lugares tan comunes como debajo de la mesa o “en un árbol del exterior de la Kasa de la Muntanya", que riegan cada día. Cree ciegamente en que los ponen allí los policías por orden del ayuntamiento, pese a que éste no tiene competencias ante los Mossos, cuando organizan comidas veganas abiertas a cualquier ciudadano. “Nos da igual. Cuando encontramos uno lo utilizamos para hacer monólogos y reírnos de los maderos”.