Cada año mueren 700.000 personas por infecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta nueva pandemia constituye uno de los peligros más importantes para la salud pública en la actualidad. La comunidad científica así lo considera, aunque las farmacéuticas han frenado en los últimos años la inversión en este campo.
El uso abusivo de este tipo de medicamentos es la principal causa de la aparición de bacterias resistentes a ellos y, por tanto, de infecciones que no se pueden tratar con los antibióticos actuales. Una de las formas de acabar con ello es investigar para dar con nuevos fármacos, pero esto no es rentable para la industria.
Las enfermedades crónicas
"No es lo mismo desarrollar un antibiótico destinado a tratar una infección durante una semana que un medicamento que se tomará un paciente con VIH durante toda la vida", afirma el doctor Alex Soriano, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona. Los fármacos enfocados a dolencias crónicas reportan más ganancias, que pueden cubrir los gastos de investigación y desarrollo, y generar beneficios.
Pero las infecciones son cada vez más concretas y complejas, y los antibióticos para tratarlas tendrían que adaptarse a cada una, según el doctor Joan Gavaldà, médico adjunto del servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Vall d’Hebron. La resistencia que presentan en distintos grados las bacterias es inherente al uso de antibióticos, y los facultativos insisten en que continúan siendo uno de los tratamientos más eficaces.
"Aureola maligna"
El doctor Soriano añade otro factor que influye en la contención de la industria. Como la inversión necesaria para desarrollar antibióticos es alta y el periodo durante el que se consumen es breve, el precio de venta también es elevado. "Se ha creado una aureola de producto maligno, porque es caro, y la industria ha reculado todavía más", explica el facultativo.
Lo que falla, por tanto, es la inversión. "Sabemos qué tenemos que hacer para solucionarlo, lo que necesitamos es dinero", afirma el doctor Gavaldà. Y concienciación. La sociedad no sabe el riesgo que supone está situación, y no es nuevo. "Hace cuatro años que se considera que la resistencia antibiótica está al mismo nivel que los conflictos entre estados, el cambio climático y la escasez de agua, tanto a nivel económico como de salud", indica el médico de la Vall d’Hebron.
Medicina moderna
Los avisos de la OMS, de los sistemas sanitarios anglosajones --los más concienciados sobre el tema-- e incluso de la ONU, se basan en la importancia de los antibióticos en la medicina moderna. Todavía hoy son imprescindibles para curar infecciones: "La quimioterapia y los trasplantes no serían posibles", asegura el doctor Gavaldà.
Pese a la gravedad y el avance de la resistencia bacteriana, se dan pequeños pasos para mitigar el problema. Un grupo de investigadores de la Universitat de Barcelona (UB) descubrieron el viernes un mecanismo que, de aplicarse, puede evitar que aumente. Se trata de actuar sobre las biopelículas, una de las formas que tienen las bacterias de esconderse de los antibióticos.
A pesar de los pequeños pasos y descubrimientos científicos, el director de la investigación y catedrático de Química Orgánica de la UB, Miquel Pons, insiste en que la "guerra contra las bacterias no se ganará con una sola arma".