A Pablo Iglesias ya no le gustan los medios a pesar de que sin dichos medios, encabezados por las televisiones, no estaría liándola parda en el Congreso. Una vez conseguido su objetivo, el revolucionario morado patea a la casta periodística ante la que no hace mucho se arrastraba. Ha subido de caché y nada queda ya del mimosín que saltó a la fama con El gato al agua de Intereconomía y se consolidó en La Sexta, cuyos comunicadores forman la Columna de Hierro mediática.
Iglesias es un incendio sin control que se ha ido de las manos de sus patrocinadores. Sólo confía en El Intermedio, Polonia, Mongolia y El Jueves, proclamados en la tribuna del Congreso como sus medios de referencia. Se dejó Salvados. Imperdonable desprecio a Jordi Évole, que con el rollito de la entrevista a Pedro Sánchez consiguió una media del 20%, por encima de OT. El reencuentro. El minuto de oro del domingo fue suyo, tal que a las 22:03 horas, con 4.141.000 millones de espectadores y un 23.3% de cuota de pantalla.
Brillante, como el arroz que no se pasa. El primero en advertir el potencial de los debates políticos fue Francisco Giménez-Alemán, efímero sucesor de Luis María Anson al frente del ABC, y el presidente de Telemadrid que decidió televisar íntegra la comisión de investigación en el parlamento del foro sobre el tamayazo allá por el verano de 2003. Qué tiempos. Francisco Granados era el portavoz pepero en la comisión y José Luis Balbás, un expulsado del PSOE a quien acusaban de haber urdido aquella trama. Desde entonces, la política manda en televisión sólo refutada por el fútbol en abierto.
La refinitiva sesión de investidura de Mariano Rajoy también ha sido un éxito televisivo. Antonio García Ferreras no ha parado ni un segundo en el minuto y resultado. El sábado ya fue el despiporre, con la rufianada y la concentración en la Puerta del Sol. Una reportera de La Sexta era increpada en el centro de Madrid mientras decía que la cosa era de un pacifismo inaudito, con incidentes sin importancia. Nada, una cosa de llamar putas a las ciudadanas de C's y escupir a los periodistas, a pesar de que como sostenía Pla, todos los plumillas son comunistas.
La apoteosis del fin de semana fue la sorprendente entrevista de Évole a Sánchez del domingo noche. Nada más apropiado para estos días que la conversación con un difunto político, un espectro melancólico, uno de Los Otros, la de Amenábar. Deben ser must las camisas de algodón vaquero, puesto que ambos, tanto el vivo como Sánchez, las portaban. Del mismo color, corte y confección. Están en la misma onda y eso de la sábana blanca está pasado de moda. ¿Para cuando un Salvados con Rufián y Tardà, Pin y Pon? Están vivos, pero a fantasmas no tienen rival.