José María Michavila y Genoveva Casanova lo han dejado. Dicen las revistas que no hay terceras personas, sino incompatibilidad de agendas. El concepto terceras personas enlaza con un despacho de agencia en torno a la no leyenda urbana del desconocido que se te mete en la cama. Ha sucedido en Madrid, donde hace más calor que en Do the right thing, de Spike Lee. La canícula, como es sabido, potencia el efecto de bebedizos y estupefacientes. Con 40 grados en la calle y algunos más en la botella, un varón de 27 años es un ciervo en plena berrea, un semental ansioso, un fucking rabbit de Brooklyn.
El sujeto, que no tiene nombre pero sí nacionalidad, ecuatoriana en concreto, caminaba por la avenida de Moratalaz cuando vio abierta la ventana de un bajo, porque ya hemos dicho que hace calor, y se coló. Hete aquí que la window daba a una cama donde dormía plácida una pareja formada por un hombre de 59 años y una mujer de 40, de Colombia los dos. El innominado pavo se metió en el tálamo y toqueteó a la doña, quien pensó que la fogosidad de su marido requería un consuelo. Girose la infortunada para satisfacer los deseos conyugales y en lugar de su legítimo se topó con un anónimo. ¡Sorpresa!
La tercera persona fue retenida por el matrimonio hasta que llegó la Policía. La declaración del bandido es antológica. Que vivía ahí, les soltó a bocajarro a los agentes. Procedieron a comprobar si las llaves del detenido coincidían con las de la casa. Y fue que no, que no eran de ese domicilio sino de otro tres números más allá, en otro bajo. El individuo relató que vive con una pareja abierta, en trío. De ahí la confusión, maldito alcohol. Se le acusa de agresión sexual y allanamiento de morada.
Resulta singular que los teletipos subrayen las procedencias de los protagonistas. A lo mejor es porque nadie se creería que entre españoles un asunto de tal naturaleza acabara civilizadamente y no en un baño de sangre con una mujer muerta. Y a lo peor es xenofobia, racismo y clasismo. La avenida de Moratalaz está lejos de Puerta de Hierro.
No todo son impulsos animales ni comerse porras en plan Terelu. Las Campos salen en todas las revistas menos en Hola, que presenta a la hija recién nacida de Lequio y María Palacios mientras Olvido Hormigos sigue enredando en su revolcón de camerino con el conde en Sálvame, Sálvame de Luxe, Sálvame naranja y Sálvame limón. Llegó a llamar gran cornuda a María Palacios en horario infantil.
Cuesta convencer a la mamá de Norman Bates de que lo que sale por la tele no es la vida real porque si así fuera, ella estaría mejor muerta y no hecha una higapasa en su mecedora de caoba.
Del mundo tangible, la CBC News, viene la historia de amor de Wolfram y Anita Gottschalk, de 83 y 81 años, 62 de casados. Viven, por decir algo, en Canadá, cuyas autoridades sanitarias decidieron en enero trasladar a Wolfram, con demencia senil, a otra residencia de ancianos porque le detectaron un linfoma y necesita cuidados extras. Anita, muy delicada, debe recorrer cada semana un trayecto de más de media hora en coche para poder reunirse con Wolfram. Se dan la mano, lloran, él le besa la frente a ella. El medio de la Columbia británica titula: "Esta es la foto más triste del mundo". Se trata de una instantánea colgada por Ashley Bartyik, nieta de los Gottschalk en su cuenta de Facebook junto a la denuncia de que les obligan a vivir en residencias distintas. No busquen esta historia en las revistas del corazón. Semana prefiere enseñar la casa de María Teresa Campos again, que está a la venta y costará de colocar. Un delirio otomano con 15 cuartos de baño.
Para vidas ejemplares, la de Justo Gallego, el loco de la catedral de Mejorada del Campo. El Español rescata su vida en una entrevista. 90 años le contemplan. Recordarán su anuncio de televisión.