Corea del Norte vende. Ya sea por fascinación, recelo o simple curiosidad, hay cierto interés en el que es considerado el país más hermético del mundo. Desde hace dos semanas, Tarragona tiene un pedazo de Corea en su casco urbano. El delegado especial del Comité de Relaciones Culturales con Países Extranjeros del país ha abierto una cafetería norcoreana en la localidad costera catalana, el Pyongyang Café.
Natural de Tarragona, Alejandro Cao de Benós se ha ido introduciendo en el imaginario español como embajador de Corea del Norte en España. El nombre oficial de su título es mucho más largo y no se limita a un solo país; es el representante norcoreano al resto del mundo, el único occidental que forma parte del régimen.
Contra el desconocimiento
El cartel del Pyongyang Cafe, en Tarragona / CG
Cao de Benós tiene como objetivo crear un espacio de “puertas abiertas” para combatir el “desconocimiento” generalizado acerca del país dirigido por Kim Jong-Un. “Lo poco que se conoce está totalmente manipulado por los medios”, asegura el diplomático. Pretende cambiar esto a través de libros y revistas sobre Corea del Norte que cualquiera puede consultar en la biblioteca del café.
Y con charlas y música, películas, programas de televisión… “Es como entrar en una pequeña Corea”, explica. Cervezas asiáticas, tés coreanos y una gran variedad de infusiones y cafés se incluyen en la carta. También algunos snacks. La estética del lugar también hace referencia al régimen: posters de los líderes, el rojo, azul y blanco de la bandera y una decoración austera.
“Cualquiera puede ir a Corea”
Entre 30 y 35 personas han acudido al local cada día desde que abrió hace dos semanas. Reivindicar la normalidad del país es uno de sus principales cometidos. “Uno de los mayores mitos que existen es que no se puede ir como turista a Corea del Norte”, se queja de Benós. Asegura que para hacerlo solo se necesita el pasaporte y dos fotos de carnet. Esto sí, si se viaja con la agencia oficial, Travel Corea.
Hasta 50.000 visitantes al año recibe el país. “Nunca será un destino como España; no hay ni el sol ni las playas de aquí, pero la gente tiene que saber que pueden ir”, afirma el embajador. El precio: “unos 3.500 euros, como ir a Japón”. Él viaja cada dos meses a Pyongyang.
Entre sus servicios al régimen está el de guiar las visitas especiales: “Si un medio australiano o una empresa noruega quieren visitar Corea, yo voy con ellos”. Cuando el café se consolide, retomará su actividad frenética habitual.