Escritor con todos sus perfiles, censor y censurado, delator al inicio del franquismo y progre al final; pendenciero, bronco, mujeriego, torero, pintor, viajero y con una ambición literaria y crematística que le acompañó hasta la muerte. Fue, resumido, Camilo José Cela, un Nobel polémico y tan complejo y poliédrico que hace dudar a sus defensores y detractores sobre qué celebrar de él en su centenario.

El evento ha sido declarado a bombo y platillo por el Ministerio de Educación (con el visto bueno de Hacienda a efectos de desgravación fiscal),  "acontecimiento de especial interés público". Y revestido con más de treinta exposiciones, conferencias y otros actos tan enrevesados y dispersos como

el personaje. Pero solo está teniendo tirón en Castilla-La Mancha y Galicia. Sobre todo como motor  turístico.

Camino de la Alcarria

La Diputación de Guadalajara, y con más tibieza el ejecutivo castellano-manchego del socialista Emiliano García-Page, han tirado la casa por la ventana para festejar al autor de La familia de Pascual Duarte y La Colmena que, también en su faceta más luminosa y total, puso la Alcarria en el mapa. Luego, ya marqués de Iria Flavia, compró allí una finca de 20.000 metroa, en la que residió a ratos y tumbos con su joven segunda esposa, Marina Castaño.

El objetivo es que el camino que un Camilo vagabundo a lo Josep Plá realizó durante 10 días de junio, justo hace 70 años, imite al de Santiago. Con sus museos, paradas y fondas ha sido promocionado hace unos días en los medios internacionales con la marcha de diez estudiantes de Japón, China, México, Italia, Rumanía, Italia, Angola y, por supuesto, España.

La ruta, denominada Journey to The Alcarria, ha sido más variopinta y exótica si cabe que la segunda del escritor a bordo de un rolls conducido por una choferesa negra, a finales de los 70,  patrocinada por la revista Cambio 16.

Page por su parte ha convocado un suculento premio periodístico para difundir los vínculos del autor con el turismo de Castilla-La Mancha.

La Alcarria, más  famosa antes por su miel, se ha hermanado en fastos con Galicia, cuna y tumba del escritor de obra desigual y también aspirante a poeta. Los focos son el municipio coruñés de Padrón, donde nació, y sobre todo Ira Flavia, donde reposan sus restos y se ubica la fundación que lleva su nombre y el de su primera esposa, Charo.

Muchos turistas se quejan de que las visitas son de pago, incluso la de su tumba, donde peregrinan este verano centenares de personas movidas más por la curiosidad que por devoción a su obra y persona. Sin duda, se trata de un centenario que ha movido dinero, con cursos en las universidades de Santiago, Alcalá y Mallorca, la otra patria chica, donde Cela vivió más de 30 años.

En 600 piezas

La celebración más espectacular, inaugurada por el rey Felipe VI, tiene como escenario la Biblioteca Nacional. En ella se muestran 600 piezas, --libros, pinturas, dibujos, manuscritos, fotografías, objetos y toda suerte de documentos-- procedentes de la Fundación Cela. Con ellas se ha conformado "un recorrido veraz y atractivo por todos los perfiles del escritor", según Adolfo Sotelo, comisario de la exposición, catedrático de Historia de la Literatura Española de la Universidad de Barcelona y decano de su Facultad de Filología.

Para este experto en la obra y vida celianas, el también senador, showman, gastrónomo y académico, "como buen gallego, le ponía siempre una vela a dios y otra al diablo».

El catedrático, que ha coordinado otra exposición en la Fundación Santander, pone como ejemplo la publicación de La catira por encargo del dictador venezolano Marcos Pérez. «Si se quedó varios meses en Venezuela no fue por admiración al régimen y sí por devoción a Miss Venezuela», sostiene.

Sin orinales

La muestra exhibe hasta cansar fotos, diplomas incluido el Nobel,  gafas, cartas, relojes, esquelas (coleccionó más de 3.000), 30 títulos de doctor Honoris Causa con sus togas, botellas consumidas...

Pero los organizadores, incluido el titular de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, han sido muy finolis y remilgados. Está ausente su colección de orinales, su Diccionario secreto o su singular introducción en el diccionario de la RAE de la palabra "cojón", que en su decir le costo un idem.

Una decepción, para los amantes del perfil escatológico y de viejo verde del Nobel. Además, según uno de los organizadores, "habría sido una ordinariez, especialmente si, por indisposición de su esposo, hubiera tenido que presidir la inauguración la reina Letizia.