Se llama Idi, tiene poco más de 30 años y lleva ocho en España. Tiene todos los papeles en regla pero, desde que llegó, decidió dedicarse al top manta y vender productos de forma ilegal en la zona del paseo Joan de Borbó de la Barceloneta, en la capital catalana.
"Él quería dejarlo. Me pidió ayuda para salir del top manta", explica Pilar, propietaria de un kiosco del mismo paseo, a Crónica Global. A sus más de 60 años, se enerva cada vez que oye hablar sobre el tema de los manteros que, a diario, se colocan frente a su negocio para vender los mismos productos playeros que ella.
Dejar la 'manta'
Pilar conoció a Idi como a los demás manteros: no tuvo inconveniente en hacerles saber que estaban arruinándole el negocio. Que actualmente sobrevive gracias a los turistas rezagados que compran a última hora lo mínimo que necesitan para adentrarse en la arena de la playa. "Él me pidió perdón, me dijo que quería dejar la manta y que cómo podía hacerlo", explica. Y ella le ayudó.
Tras un tiempo buscando empleo, Idi comenzó a trabajar en una fábrica, de lunes a viernes y a jornada completa, y empezó a sacarse el carné de conducir. No le disgustaba el trabajo, estaba contento de haber dado ese paso. El problema era el sueldo: 600 euros al mes.
Un sueldo ilegal
Decidió empezar compaginando la fábrica entre semana, con la manta los sábados, domingos y festivos. Hasta que, meses después, Pilar volvió a verlo vendiendo frente a su kiosco día tras día. Había dejado la fábrica. Cobrar 600 euros no le parecía legal.
"¿Sabes lo que gano yo con la venta de estas dos revistas que valen casi cinco euros? 90 céntimos", lamenta la kiosquera. "La crisis del periodismo no solo afecta a los periodistas", dice mientras ordena los diarios, enfadada. Aunque, matiza: "Es un buen chaval...".