El sempiterno debate sobre los deberes escolares sí o no en vacaciones ha vuelto con más fuerza este verano. La confederación de padres de la escuela pública, la Ceapa, que agrupa a 11.000 asociaciones y más de tres millones de familias, mantiene desde principios de junio una guerra contra estas tareas y pide a los centros que las supriman.
Jesús Salido, su presidente, esgrime dos razones: ni está probado que los deberes mejoren el rendimiento ni que eviten que los escolares pierdan el ritmo. “Nosotros no vamos a la oficina durante las vacaciones para no perderlo. Ese argumento no es positivo ni pedagógico”, rebate.
La pedagoga Catherine L’Ecuyer, autora de Educar en el asombro, también considewra absurdo el argumento del hábito. “¿Les hacemos llevar paraguas ahora para no perder el hábito de llevarlo cuando llueve?", pregunta. Y sentencia: "No tiene sentido hacer deberes en verano, que es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal". Solo tendría sentido, a su juicio, hacer un refuerzo si el niño tiene alguna dificultad objetiva “para ayudarle a recuperar la autoestima perdida por ir siempre por detrás de los demás niños”.
Problema español
Los padres partidarios de eliminar totalmente los deberes esgrimen que así se hace en el centro y el norte de Europa y que se trata de un problema español, latino o del sur que no hemos terminado de cambiar. A su juicio, la jornada escolar debería ser tiempo suficiente para que los niños desarrollen su aprendizaje y las tardes deberían ser espacios personales, de recreo, lectura, deporte, etc.
La confederación de padres católicos, la Concapa, no lo comparte y se muestra partidaria de los deberes durante todo el curso y en verano. En este período de vacaciones, para mantener el hábito de estudio y entendido como un repaso y una manera de aprovechar el tiempo y aprender cosas nuevas.
Tradición en crisis
En cualquier caso, parece claro que la tradición de mandar y hacer los deberes de verano ha entrado en crisis. El Colegio de Pedagogos de Cataluña se ha pronunciado con una posición intermedia que aboga por unos deberes “bien pensados y personalizados”, compatibles con el esparcimiento.
"¿Quién necesita los deberes, los alumnos o los padres?", se pregunta con cierta retranca. Más en serio, sus profesionales creen que dedicar el verano solo a descansar es dejar de lado el estímulo de las habilidades mentales de los niños. Estiman conveniente ir más allá de los cuadernillos de verano y estimular su participación en tareas lúdicas.
Desde un punto de vista pedagógico sugieren actividades como cocinar, cultivar un huerto, descubrir la jardinería, programar visitas culturales en familia, jugar con los amigos, leer, escribir, hacer deporte, hablar, escuchar, ver una buena película, aprender a tocar un instrumento, hacer encargos, hacer las tareas de casa o iniciarse en el bricolaje.