En un momento en el que la hepatitis C está más que nunca en boca de todos por la falta de acceso a los nuevos fármacos y su disparatado coste, los médicos y autoridades sanitarias se plantean si sería útil y necesario buscar este virus en toda la población.

El objetivo de la medida sería aumentar su detección y el posible tratamiento con las nuevas alternativas.

Casos prácticos

En Estados Unidos lo tienen claro. Los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) solicitan que se hagan la prueba, un simple análisis de sangre, a todos los hijos del llamado baby-boom, los nacidos entre 1945 y 1965.

Algunos hepatólogos españoles están de acuerdo, pero retrasando la franja de edad en diez años porque aquí ese fenómeno se produjo más tarde.

Medio millón de afectados

La realidad es que, a pesar del plan estatal puesto en marcha hace un año, no se sabe cuántos afectados por la enfermedad hay en España, lo que tiene implicaciones tanto económicas como sociales.

Los hepatólogos calculan que los infectados rondan el medio millón y que menos de un tercio de ellos están diagnosticados.

Focos localizados

Los focos de transmisión actual están muy localizados y se centran en prisiones, usuarios de drogas por vía parenteral y hombres que practican sexo con hombres sin precauciones, especialmente si están coinfectados con el VIH.

El objetivo sería cubrir a las personas que pudieron tener contacto con el sistema sanitario antes de que se identificara el virus y se implantaran las medidas para verificar que las transfusiones y otros procedimientos (diálisis, trasplantes) fueran seguros.



“El 80% de quienes tienen hepatitis C se contagiaron en centros sanitarios, cuando muchos materiales no eran de usar y tirar, peluquerías, restaurantes, dentistas y otros ámbitos públicos”, asegura Esther Mate, presidenta de la plataforma de afectados de Salamanca.

Prioridad pública

Los datos presentados en el último congreso europeo del Hígado indican que 125 millones de personas están infectadas en el mundo, 15 millones de ellos en Europa. La enfermedad causó 700.000 muertos en todo el mundo en 2013.

El escocés John Dillon, reputado experto mundial, citó entre las barreras que encuentran los médicos la baja percepción del riesgo por parte de los pacientes, el estigma, la sensación de que este problema de salud no es una prioridad o la dificultad de acceder a las pruebas. Además, es una enfermedad asintomática. “La eficacia de los tratamientos supera el 90%. Se trata de una prioridad de salud pública”, alertó Dillon.