El macabro recuerdo del producto adulterado, que envenenó hace 35 años a 20.000 personas y ha causado 5.000 muertes, ha proscrito y frena el consumo.
De alimento maldito a situarse en el decálogo de los cultivos de moda. Los campos españoles, incluidos algunos de puntos alejados entre sí como La Mancha, Euskadi, Girona o Almería, se han teñido esta primavera de un vistoso amarillo chillón, que contrasta con el verdor y pronto con el ocre del cereal. Una alfombra áurea que, según datos oficiales, rondará este año las 80.000 hectáreas, equivalentes a otros tantos campos de fútbol como el Camp Nou.
Pero su aceite, considerado cardiosaludable y de gran consumo en las mesas de toda Europa, con Francia y Alemania a la cabeza, echa para atrás a los consumidores españoles. Hace justo 35 años de que, en mayo de 1981, una partida de aceite, importado de Francia y adulterado, envenenó a 20.000 españoles y ha llevado a la muerte a más de 5.000.
Emergente y más rentable
Este imborrable e infausto recuerdo hace que la fabricación de biodiesel sea en España el uso mayoritario al que va destinado este producto, con un crecimiento imparable. Hasta los ganaderos tienen reparos para utilizarlo como pienso.
Lo cierto es que tras las sensacionales vistas que regalan los campos sembrados de colza, se esconde un emergente cultivo, que va ganando terreno a los cereales y al girasol. Según el Ministerio de Agricultura, el año pasado la producción alcanzó los 145 millones de toneladas, cuatro veces más que en 2010.
“El crecimiento ha sido exponencial”, coinciden Javier Mena de la cooperativa vallisoletana ACOR, y Lorenzo Díaz, de Asaja en Castilla-La Mancha. Recuerdan que hace una década apenas existía este cultivo distinguido por su vistosidad. Pero sobre todo, según la Unió de Pagesos de Catalunya, han influido las generosas subvenciones de la Política Agraria Común (PAC), que oscilan desde los 40 hasta los 80 euros por hectárea si se destina a alimentación animal.
Los agricultores apuntan otros factores que les han llevado a apostar por la colza: en superficies de regadío es más segura que el maíz y su semilla más barata. Y, en general, tolera mejor que los cereales los rigores de la sequía, las excesivas temperaturas y los fríos de última hora.
Consumo bajo cero
Los expertos aseguran que el aceite de esta planta olegaminosa, que produce unas semillas en vainas, similares a los guisantes, de las que se extrae, no fue el culpable del mayor problema de salud pública de la historia. Incluso se trata de un aceite vegetal de calidad para el consumo humano. Los responsables serían los contaminantes (anilidas y anilinas) que se añadieron de manera fraudulenta en el proceso de tratamiento y manipulación.
Pero su consumo en España, vedado radicalmente en 1981, no ha logrado levantar cabeza. A pesar de que es más barato que el de oliva (no llega a un euro el litro) y de que los nutricionistas ponderan beneficios como bajo en grasas saturadas y más rico que otros en vitamina E, omega 3 y antioxidante.
Sin demanda
El panel de consumo alimentario que cada año elabora la empresa pública Mercasa ni siquiera lo incluye entre los aceites menos consumidos en España como los de maíz, semillas y orujo. La OCU ha comprobado que, por falta de demanda, no se encuentra en las estanterías de los supermercados, a las que periódicamente acude para realizar análisis. El último incluyó 43 variedades.
Las organizaciones de consumidores aseguran que los españoles tenemos grabado a sangre y fuego que el aceite de oliva es la perfección. Y que el de colza todavía acojona y ni los más valientes se atreven a comprar una botella en los países vecinos donde el consumo, en ensaladas e incluso para fritos, es algo habitual. Otra cosa es que se incluya o camufle como “aceite vegetal”, sin especificar, en la elaboración de bollería, mayonesa o platos preparados.