El chollo está vedado por los altos tribunales a otras confesiones que, como los protestantes, llevan años pidiendo su casilla. O para actividades como la financiación de la ciencia. Fue firmado en Roma con el cardenal Bertone por la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, tocada de mantilla y con la cabeza velada, como estableció para las mujeres el Concilio de Trento.
En base a los acuerdos España-Vaticano de 1979, en realidad un concordato a la vieja usanza, el ejecutivo del PSOE --aunque sus dirigentes hoy se arrepienten-- elevó casi un 40% el porcentaje del IRPF (del 0,5% al 0,7%) que los contribuyentes que deseen pueden asignar a este credo. Y, dada la tradicional tacañería católica, sin poner ni un solo euro del propio bolsillo.
"No cuesta nada"
La Iglesia argumenta que solo recibe el dinero de los que ponen la equis en su casilla. Y utiliza como gancho que “hacen el bien sin que les cueste nada”. Pero las asociaciones de cristianos de base y de laicos rebaten que es un dinero que se detrae de las arcas públicas y de los contribuyentes en general vía IRPF, sean católicos, ateos, judíos, musulmanes, mormones o Testigos de Jehová.
El Fisco (del latín cesto, en el que los romanos guardaban toda la recaudación) no entiende, según los puristas, de recaudaciones finalistas. Salvo en este caso.
Sería más caro
En algunos países como Alemania, el Estado recauda para las confesiones, todas que lo solicitan, y el porcentaje que éstas le piden. Pero sin meter la mano en la recaudación general obligatoria. De seguir este modelo, un fiel católico pagaría en España un 0,7% más que quien no lo es.
En el país de Angela Merkel suele llegar al 8% porque cuando se toca el bolsillo, las cruces no se ponen tan a la ligera ni la gente es tan buena, a pesar de ser católica. Y al caer los cotizantes, hay que subir la cuota.