Las tiendas de moda, generalmente muy basadas en el contacto directo con el cliente, dan un gran paso hacia la digitalización. En concreto, la firma de moda Ralph Lauren acaba de instalar en su flagship store de Nueva York nuevos probadores inteligentes, creados por la start-up Oak Labs, que a través de un cristal táctil permiten una serie de comodidades que el cliente sabrá apreciar.
Así cambia la forma de comprar ropa
Para empezar, el Oak Interactive Fitting Room se dirige al potencial comprador en el idioma que este decida, entre japonés, chino, italiano, español, portugués e inglés. En seguida, el sistema detectará cuántas piezas de ropa ha metido en el probador, sin necesidad de coger la consabida ficha, y le permitirá elegir el tipo de luz con el que se va a ver.
Pero uno de los principales avances es que permite pedir asistencia sin asomar la cabeza por la cortina, salir en calcetines o gritar al dependiente, ya que haciendo clic con el dedo sobre el espejo es posible comunicar al empleado que queremos otra talla y otro color (que nos puede haber sugerido el propio programa siguiendo la recomendación de un experto). Es más, una vez el dependiente consiga lo que le hemos pedido, nos avisará a través de su dispositivo de que ya lo tiene consigo, de forma que podemos comunicarle si estamos visibles o debe esperar fuera.
A la hora de cobrar, podremos pedir a un empleado que acuda al probador y, en caso de duda, existe la opción de enviarnos el outfit al móvil para decidir después con más calma.
Imagen 'cool' y recopilación de datos: dos pájaros de un tiro
La firma norteamericana, que ya había mostrado su interés en las nuevas tecnologías con el lanzamiento de su camiseta para deportistas con medidor de frecuencia cardíaca, se anota con los Oak outfitters un doble tanto. Por un lado, la distinción de ser la primera casa en usar una tecnología que podría cambiar el proceso de comprar ropa en una tienda y, por otro, la inteligencia de haber creado un sistema que es un auténtico recolector de datos de sus clientes, desde el número de teléfono hasta sus preferencias de color, pasando por tallas usadas, dinero que se dejan en las compras, tiempo que emplean los dependientes en atenderles… Atención porque el big data del retail empezará en el cristal en que nos miremos.