Si se habla derogar una ley educativa y promulgar otra con más calidad y presupuesto, es que hay elecciones a la vista y que el partido gobernante no las va a ganar. Así llevamos en España ocho normas y 35 años.
Luego, nunca se pasa de destinar el 5% del PIB a educación y los nuevos ejecutivos se enredan con la clase de religión y hacen un galimatías con cada plan de estudios. Esta vez, los partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) que previsiblemente gobernarán tras el 20-D, proponen, con sus matices, examinar la formación de los 560.000 profesores de educación no universitaria, mejorar la de los futuros docentes con un sistema similar al MIR de los médicos y pagarles de acuerdo su productividad o resultados.
La figura del profesor
Casi todos comparten que --después del origen familiar, incontrolable-- la figura del profesor es lo que más repercusión tiene en el aprendizaje de los alumnos. Pero su formación y la renovación de la llamada carrera docente también suma décadas con telarañas.
Los ministros la han ido dejando como la lección al final del libro de historia a la que nunca se llega. Con presiones de los sindicatos, cuerpos docentes, el Ministerio de Hacienda por si se dispara el coste y comunidades con lengua propia (según terminología nacionalista) a las que sólo les importa su territorio, vetado al resto de docentes del Estado si no la dominan.
Prestigio como en Finlandia
El PP, solo y anquilosado en defensa de su polémica LOMCE, quiere hacer de punta de lanza del debate. Arrastrado por la ventolera electoral, el Ministerio de Educación ha encargado al filósofo José Antonio Marina el primer borrador del Libro Blanco de la Función Docente.
La propuesta estrella del pedagogo, ensayista y catedrático de instituto, avanzada en su ensayo Despertad al diplodocus, y apoyada con matices por el PSOE y Ciudadanos, consiste en transformar al profesorado en una profesión de tanto prestigio como la de médicos o ingenieros, y que como en Finlandia, sólo los mejores quieran dedicarse a ella. Propone formar pocos más docentes de los que puede absorber el sistema, hacerlo muy bien y después enfrentarlos a algo parecido al MIR de los médicos.
Acceso sin mucha nota
En la actualidad, el sistema exige un grado universitario de maestro para los profesores de infantil y primaria, y un máster de certificación -junto a un grado o una licenciatura- para los docentes de instituto. Pero la nota de acceso, desde el año pasado y solo en Madrid y Cataluña, es un 6,4. En otras comunidades basta con un aprobado raspado. En Ciencias de la Salud e Ingenierías se pide a partir de un 8.
El Ministerio de Educación se comprometió hace dos años a abordar un cambio de curriculum en las carreras de Educación que hoy estudian casi 100.000 alumnos para dar clase en primaria y secundaria. El entonces titular, José Ignacio Wert, anunció que se haría una vez tramitada la LOMCE. La polémica ley ya está en las aulas desde septiembre.
Además, en la mayoría de ocasiones, los docentes pasan de la fiesta de graduación a ponerse ante una veintena de alumnos sin apenas pasos intermedios como los médicos antes de atender sin tutores a los pacientes. Y nadie los evalúa ni les indica qué pueden mejorar. En España el sistema educativo tiene alergia a las evaluaciones. Lo que no se evalúa no se sabe si está bien o está mal. Cerca del 40% de los docentes dice que nunca le ha dicho nadie si da bien o mal las clases.
MIR docente
La segunda medida propuesta por Marina es más polémica: vincular el sueldo de los educadores a los progresos de sus alumnos. En otras palabras, pagar un plus a los que consigan más progresos entre sus estudiantes, el denominado modelo de valor añadido. Los sueldos en la enseñanza pública oscilan hoy entre un mínimo de 27.754 euros de un maestro de preescolar recién llegado a un máximo de 45.978 para un catedrático de secundaria al final de su carrera.
Los expertos consideran que el cambio tiene elementos positivos y que la evidencia empírica sugiere que los incentivos económicos y profesionales hacen que el sistema funcione mejor que si solo se basa en su antigüedad (sesenios) o en su titulación.
Pero otras facetas que no están tan claras. Se corre el peligro -advierten- de que si la evaluación se focaliza en la competencia en lectura, escritura y Matemáticas de los estudiantes, como hace el informe PISA, se incentivaría a los profesores a dedicarse sobre todo a eso. En detrimento, se supone, de Historia, Filosofía, Ciencias Naturales o Inglés. Incluso de otras responsabilidades como la educación en valores.
Ranking controvertido y recelos
El PSOE quiere rescatar la iniciativa del estatuto docente de Alfredo Pérez Rubalcaba, que nunca llegó a aplicarse, y se muestra en líneas generales de acuerdo. Propone distintos niveles de acceso en la carrera docente, --de novel a experto- tras evaluaciones voluntarias. Pero los sindicatos se oponen porque ven un riesgo en las evaluaciones externas, tanto de alumnos como de docentes: que solo sirvan para elaborar un ranking de centros. Como normalmente los alumnos con más dificultades están en barrios y zonas con menos recursos, temen que la estrategia acabe por marginarlos aún más. "Ya ha pasado en Madrid", advierte Francisco García, de CC OO.
También consideran los sindicatos que la medida pretende hacer electoralismo con un profesorado que ha sufrido un recorte de plantillas en 30.000 docentes y una rebaja de sueldos. Piden que, en todo caso, se evalúe todo el sistema.
El tema despierta recelos, principalmente, por la posibilidad, que ya aplican países como Estados Unidos e Inglaterra, de que el profesor no solo cobre en función de las notas sino que incluso pueda ser despedido. Incluso entre otros profesionales. “España no está preparada para que ningún funcionario docente sea evaluado y se le pague por productividad. El día que se pague así a los funcionarios esto será HollyWood”, sentencia irónico un experto en administraciones públicas.