El inicio impetuoso en 2013 de una revolución en la Iglesia Católica, tras la elección de Francisco, se está topando con serias resistencias internas. El vuelo de cuervos sobre el Vaticano, esta vez con sotana y hablando español, ha incorporado al cura riojano del Opus Dei Lucio Ángel Vallejo, revisor general de la Santa Sede y primer arrestado en Casa de San Pedro por desvelar secretos.
Objetivo: torpedear las dos reformas fundamentales franciscanas, poner orden en las finanzas y reconducir la Curia o entidad encargada de administrar (del latín ad manus trahere, acercar hacia las manos, manejar) su amplio patrimonio.
Apadrinado de Rouco Varela
El término del pájaro carroñero se puso de moda a principios de 2012 en Roma para referirse a topos que filtraban papeles sensibles y confidenciales. Viene al pelo a Vallejo, que llegó allí en 2011 recomendado por un poderoso padrino, el cardenal ultraconservador Antonio María Rouco Varela, tras una oscura etapa como ecónomo en Astorga y de gestor de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), celebrada en Madrid.
Incluso estuvo a punto de ser nombrado número dos del ministerio de economía creado por Bergoglio para centralizar toda la gestión. Pero, parábola extraña, su director y uno de los nuevos hombres fuertes de la Santa Sede, el cardenal australiano George Pell, le ha indicado el camino de las rejas.
Reinos de taifas
La reorganización financiera de la Curia y la eliminación de cargos ha sido uno de los empeños del papa argentino en sus casi dos años de mandato. Ha chocado con los otros reinos de taifas vaticanos, reacios a ceder poder y fondos a su disposición. En esta nueva guerra interna lo más destacado, y preocupante, ha sido el regreso de la guerra sucia y las filtraciones de documentos reservados, como en el escándalo Vatileaks el año pasado.
Y ahora el Vallejo. Algunos observadores creen que se trata de casos aislados que evidencian la lucha encarnizada entre detractores y partidarios de Francisco. Pero la batalla no tiene vuelta atrás.
Críticas ineficaces
El nuevo consejo de cardenales que asesora al Papa, el llamado C-9, sigue haciendo borradores para recortar despachos de la Curia. Ha trascendido que los 12 consejos pontificios se reducirán a dos, pero queda mucho camino. No dejan de florecer comisiones que estudian cambios, pero de momento, nada. En este escenario, el Papa ha lanzado severas críticas a los burócratas de la Curia, como un tremendo mensaje la pasada Navidad en el que les acusó de «alzhéimer espiritual».
El asunto de los dineros parece más encauzado. En su apuesta por la austeridad y el control de cada euro que entra y sale de las arcas vaticanas, Bergoglio ha ido echando a dirigentes bajo sospecha, ha barrido a la vieja guardia en puestos clave, ha instaurado la transparencia y ha cambiado al presidente del IOR, el banco vaticano. Ahora es el francés Jean-Baptiste de Franssu. Incluso se planteó cerrar la entidad. Tras una limpieza a fondo, que ha congelado o cerrado 5.000 cuentas, empieza a ser un banco normal dedicado a lo suyo, gestionar los fondos de eclesiásticos y comunidades religiosas.
El proceso culminará cuando firme con Italia el fin del secreto bancario, un paso histórico. Y esperado, para predicar con el ejemplo y obligar moralmente a otros en todo el mundo.
Malo para el Opus
Vallejo, hombre simpático, capaz y de buena planta, ha sido acusado de robar documentos referentes a la economía y los planes de reforma de Francisco. El programa del papa argentino prevé, entre otras cosas, que los trabajadores de los organismos vaticanos son sean obispos para eliminar la “casta episcopal”. Esto supondría el final de los privilegios de los grupos más conservadores, especialmente del Opus, que tomaron sus cargos durante el pontificado de Juan Pablo II.
Las filtraciones, que serán publicadas por dos periodistas italianos en sendos libros que empiezan a ver la luz, revelan escandalosos despilfarros de los fondos vaticanos y otras malas prácticas. Por ejemplo, el uso indebido del dinero que se recauda gracias al llamado Óbolo de San Pedro (75 millones de euros en el 2013), en lugar de destinarlo a obras de caridad del Papa dirigidas a los más desfavorecidos.
O el agujero económico por valor de 780 millones que arrastraría la Santa Sede en su fondo de pensiones. O el casi millonario coste de una beatificación. Las inversiones en negocios de armas o el alquiler de apartamentos vaticanos por cuatro perras.
Dinero perdido
Los autores sostienen que sus revelaciones muestran que las reformas del Papa tienen muchos obstáculos. Lo que más escuece en el Vaticano es la filtración de grabaciones en las que el propio Francisco regaña a varios cardenales responsables del patrimonio del Vaticano. “Los costes están fuera de control… Hay que poner fin al derroche del dinero… Si no somos capaces de custodiar el dinero, que es algo que se ve, ¿cómo vamos a ser capaces de custodiar las almas de los fieles, que no se ven?”, se queja Francisco.
Sea quien sea el que esté al frente de esta poderosa trama vaticana de pajarracos, un cuervo más ingenuo, el de Javier Krahe, le diría: “Cuervo ingenuo no firmar la pipa de la paz con tú ¡por Manitú!”. Amén.