"Estoy al borde de la misma muerte, sufro del hígado muchísimo, tengo la hepatitis B y C, crónica y la otra contagiosa. Pedí mi traslado de Zaragoza a aquí a Cataluña esperando que me diesen el nuevo tratamiento con Sovaldi (-marca comercial del genérico sofosbuvir-) para la cura de mi hígado ya que como no me lo den en breve, moriré lentamente y ya he sufrido bastante en esta vida, llevando 31 años en la cárcel por los errores que he cometido en mi vida. Lo más triste para mí sería que me muriese en prisión”.
Se trata de José Antonio Contreras Porcel, de 51 años, preso de la cárcel de Brians 1 en Sant Esteve de Sesrovires (Barcelona) donde cumple condena por atracos a mano armada.
Atraco a un banco
Ha pasado 31 años en la cárcel. Su última detención fue hace seis, cuando asaltó un banco en Zaragoza llevándose un botín de cerca de 600.000 euros. Los Mossos d'Esquadra le detuvieron en un control de carretera después de que Contreras y su banda detuvieran el BMW que conducían de huida en una gasolinera de la autopista donde repostaron y se cambiaron la indumentaria que habían utilizado en el atraco.
Contreras, padece hepatitis desde hace años. Pero sólo desde hace unos pocos ha aparecido la esperanza. El fatal desenlace de esta enfermedad para quien ha castigado brutalmente su cuerpo durante años a base de drogas de todo tipo, parecía desaparecer, o al menos difuminarse. El motivo: un nuevo fármaco, probado con total garantía, que certifica una fulminante recuperación de la función hepática para esos enfermos. Se llama Sovaldi y tiene un precio superior a los 1.000 euros.
Medicinas para todos
Distintas asociaciones de enfermos han protagonizado sonoras protestas ante el Ministerio de Sanidad para la administración universal de esta medicina a todos los enfermos no sólo a aquellos pudientes que la podían pagar. Tras estas protestas, el ministerio zanjó la cuestión con el anuncio de que “ningún enfermo necesitado de esta medicina, quedará sin ella”.
Por lo que se ve, ese anuncio no ha llegado a la cárcel, lugar donde esa enfermedad es habitual entre una parte sustancial de la población reclusa, castigada durante años por el consumo compulsivo de drogas, especiarme heroína y cocaína.
Uno de esos presos es José Antonio Contreras, para mucho se trata de una verdadero “KIE”, un jefe de galería, que, sin embargo, no ha podido hacer valer su galones para recibir esa medicina milagrosa que le puede alumbrar el túnel de una vida oscura y sin futuro en la que está inmerso.
Lo ha pedido, de forma verbal y por escrito. “Me levanto de mal humor, me duelen todos los músculos del cuerpo, la cabeza, tengo una flojedad tremenda y eso es debido al mal estado de mi hígado, y aquí los servicios sanitarios, es como si no existiesen. Esa es la última contestación del médico del módulo 1 que me dijo que de algo debemos morir”.
La cuenta atrás de su vida
José Antonio Contreras ha enviado una carta denuncia a Crónica Global. Un documento estremecedor de quien reclama un derecho al atención sanitaria recogido en la Constitución y en la carta de derechos humanos con independencia de su condición de presidiario. Sus errores, han sido juzgado por la ley, y en base a ésta, ha pagado 31 de los 51 años de su vida.
“Ahora no quiero que me dejen morir como un perro, cuando pueden evitarlo. Sólo pido una medicina. Si tardan, ya será demasiado tarde. A veces pienso que, en el fondo no atienden mis demandas porque quieren que me muera.”
Los convenios de atención sanitaria entre la Dirección General de Servicios Penitenciarios y la red asistencial sanitaria contemplan el tratamiento con Sovali de la misma forma que tiene accesos los ciudadanos que viven en libertad.