El monstruo se ha movido. No sólo sigue ahí por la mañana, sino que tiene vida propia. El Estado, esa forma amorfa, se despereza e incluso habla por boca de quienes detentan las máximas prebendas. El órdago secesionista topa, al fin, con una respuesta oral contundente. En la Constitución está prevista la suspensión de la autonomía. Horror. La fiesta, que no ha hecho más que empezar, puede acabar en breve si prospera la moción del vecino de arriba, el incómodo señor de las pantuflas que pasa las tardes viendo el Tour de Francia. Por fin le molesta el ruido y parecía sordo.

La prensa de Cataluña se agarra al clavo ardiendo del ministro de Justicia, Rafael Catalá, a quien le ha tocado hacer de presidente chungo de la escalera. Le ven las orejas al lobo y no saben si sólo ladra o también le gusta la carne, como a Brutus, el perro del hortelano. Ni Rajoy ni Catalá infunden pavor precisamente, pero tienen detrás la maquinaria ciega del Estado, que lo mismo trinca a Rato que celebra el primer aniversario de la "confesión" de Pujol con la detención del clan Sumarroca, todos íntimos del fundador de Convergència y su prolífica prole.

En el diario de Godó, La Vanguardia, se hacen eco del desperfecto en la moqueta desde Madrid y Sevilla. Escriben José María Brunet y Adolfo S. Ruiz: "El Gobierno elevó ayer el tono y la voz en el debate preelectoral de Catalunya y el ministro de Justicia, Rafael Catalá, recordó que cabe suspender la autonomía. Hasta ayer, esta posibilidad legal no había sido invocada en relación con las elecciones catalanas del 27-S y sus eventuales consecuencias. Pero el ministro apeló al artículo 155 de la Constitución, que concede al Gobierno la posibilidad real de asumir plenos poderes en una comunidad autónoma ante incumplimientos o transgresiones graves del marco legal. Catalá fue preguntado por este precepto y, lejos de considerar su aplicación como una hipótesis remota, manifestó que "está plenamente en vigor y es posible su utilización".

Las palabras del ministro de Justicia entrañan un indudable salto cualitativo en las consideraciones del Gobierno sobre el 27-S. Hasta ahora, se habían formulado advertencias genéricas, en el sentido de que el Estado dispone de todos los instrumentos legales precisos para asegurar su pervivencia y el cumplimiento de las leyes. Pero ahora se ha concretado cuál es la más taxativa de esas medidas, la que de facto implica suspender la autonomía, por la vía de colocar a todas las instituciones bajo un solo mando, el del Gobierno central".

Sigue: "Si el Ejecutivo español afrontó la consulta del 9-N sin voluntad de agravar los conflictos, con muestras de cierta permisividad previa ante la idea de que no se celebraría o tendría baja participación, ante el 27-S ha decidido cambiar de registro. Catalá, entrevistado por la cadena Ser, dijo que "no hay margen" ante lo que plantean las fuerzas soberanistas. Y ante esa falta de espacio para la negociación sobre un objetivo que ve inviable, no descartó ninguna hipótesis entre las posibles reacciones del Gobierno, incluida la aplicación del citado precepto constitucional, que prevé de qué modo el Ejecutivo puede asumir plenas funciones en una comunidad, desapoderando a las autoridades autonómicas".

Esta es una forma de verlo. El Estado levanta la voz. Mas, en cambio, está callado como un muerto. ¿No? En El Periódico entrevistan a Romeva, que no se anda por las ramas. Dice nuestro Varoufakis de cabecera que "el acuerdo (de la lista conjunta) no dice explícitamente que el president será Mas". A ver si te aclaras, Kojak, porque en TV3 se tiraron ayer todo el día diciendo que renunciabas al escaño si no tenías la mayoría absoluta. Por cierto, menuda feinada la de afeitarse cada día el coco.

En El Mundo, Arcadi Espada enjareta un artículo sobre lo que puede y podría pasar el 27-S. Está en la línea del palo: "El 27 los ciudadanos de Cataluña tienen una oportunidad de oro para acabar con su pesadilla política y enviar al presidente Mas al oscuro lugar de donde no debió salir. Basta con que voten cualquiera de las diversas opciones políticas que no incluyen en su programa la destrucción del Estado de derecho español. Es posible que muchos de esos ciudadanos tengan previsto votar la candidatura de Mas. Y es a ellos, especialmente, a los que se debe dirigir un claro mensaje. La estrategia seguida hasta ahora por el constitucionalismo ha sido la de describir el obvio apocalipsis político y económico que le esperaría a una Cataluña independiente. Pero ha habido demasiada insistencia en ese supuesto ficcional y nada apenas del escenario previo y más realista. Es un poco absurdo especular con la bajada del PIB independentista y no exponer lo que en términos políticos y sociales supondría la posibilidad de que el presidente Mas empezara a traducir en decretos su voluntad de secesión. (...) Los votantes deben saber que entre sus competencias no está la de votar contra la democracia; y no sólo que no habrá independencia de Cataluña, sino que no la habrá sea cual sea su voto. Es hora de que conozcan, en fin, cuál sería la reacción del Estado si el Parlamento catalán proclamara la independencia. A los ciudadanos hay que decirles que Mas y sus aliados no van a traer la independencia, sino la pérdida de la libertad política. Y que, aun siendo provisional, esta pérdida dejará huellas, fracturas y disturbios, como sucede siempre que se quiebra la ley. Alguien debe decirles a los votantes catalanes que el 27 no es la final de la Champions; y que su presunto voto por la independencia será un voto por la interrupción de la autonomía y del Estatuto que la rige".

El escenario ficcional ahora es la aplicación del famoso artículo 155 de la Constitución española, un artefacto jurídico del que emanan disposiciones e instrucciones muy concretas para hacer frente al reto masiano. Hay incluso un botón del pánico.

En El País describen el momento en los términos de Revilla, el presidente cántabro que regala anchoas a los taxistas. Abren portada con la crónica de V. G. Calvo y F. J. Pérez, quienes escriben: "Felipe VI considera que la actitud del presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, con respecto al proceso independentista es “irreconducible”. Así lo ha sabido este diario y así es como trasladó su profunda preocupación sobre el desafío secesionista al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, durante una audiencia en La Zarzuela. “Puesto que con este señor Mas no hay arreglo posible, vamos derechos al precipicio”, afirmó Revilla, quien explicó a la prensa que el Rey le transmitió la sensación de que su homólogo catalán no tiene la intención de reconsiderar sus planteamientos. El Monarca, que ya recibió a Mas la semana pasada, volverá a coincidir hoy con el president en Barcelona, donde pronunciará un discurso en la entrega de despachos a la nueva promoción de 35 jueces".

Siguen: "El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reiteró ayer que “dará la batalla” contra la violación de la Constitución. PP y PSOE se sumaron a la defensa de la legalidad. El jefe del Estado asumió ayer la gravedad del desafío lanzado por el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, que pretende declarar la independencia de forma unilateral y al margen de la ley si el 27 de septiembre la candidatura partidaria de la secesión gana las elecciones autonómicas catalanas".

Y sólo con esto se han rilado en Cataluña. Toda la épica del pueblo oprimido ha saltado por los aires con un parpadeo de Rajoy y un comentario del Rey. Se nota que es verano. Aún así, los periódicos salen todos los días, menos el Viernes Santo, Navidad y Año Nuevo.

En el mismo El País Santiago Roncagliolo escribe un pedazo de artículo que dice entre otras cosas: "Este año se organizó en Barcelona un bello homenaje a Gabriel García Márquez. Pero cualquier escritor que no tenga un Nobel, esté muerto, y sobre todo, haya residido en Cataluña, tiene pocas posibilidades. La lengua española no recibe apoyo del Estado, y el mundo cultural tiene la cabeza en su propia historia. Hay una Casa de América catalana que hace lo que puede, pero sus recursos son mínimos. Es muy gráfico que esta Casa ni siquiera tenga un local individual: está en un entresuelo. Y durante años, ni siquiera pudo tener un cartel visible desde la calle (tampoco es muy visible el que tienen ahora, la verdad)".

Continúa: "Pero en el acto del poeta Belli (celebrado en Madrid) descubrí algo mucho más alarmante: los latinoamericanos de mi medio —escritores, editores, periodistas— están abandonando Barcelona. He pasado tiempo creyendo que se marchaban de España por la crisis. Pero ahí me encontré con que muchos de ellos se han trasladado a la capital. En cambio, ya ninguno hace la ruta contraria, la que yo mismo hice, la que antes era normal. El crítico y editor Andreu Jaume advirtió en estas mismas páginas el 19 de junio que la capitalidad editorial de Barcelona “peligra ahora por una desidia política que ya está empezando a propiciar una diáspora cultural”. Yo añadiría a la desidia, ceguera. Porque esta ruptura responde al conflicto de algunos políticos catalanes con España, pero el español no es la lengua de España: es la lengua de quinientos millones de personas y la segunda más hablada en el mundo. La española ni siquiera es la mayor comunidad de hablantes de ella, tampoco la más importante. Si los hispanos de Estados Unidos fuesen un país, formarían parte del G20. En este gigantesco universo, lleno de energía creativa, Barcelona siempre fue la Nueva York. Hoy está empeñada en convertirse en la Letonia".

Más: "Me temo que no se trata de un error, o de un daño colateral, sino de un acto voluntario y deliberado. Como todo nacionalismo, el catalán se basa en el convencimiento de su propia superioridad respecto de quienes lo rodean. El nacionalista catalán cree que los suyos son más eficientes, modernos y cultos que un andaluz o un gallego, y resume todas esas cualidades en el concepto “más europeo”".

El nacionalista catalán, querido Roncagliolo es un fenómeno que se distingue porque la tiene más larga, más gorda y mejor, siempre mejor. También se nota su superioridad moral nada más empezar a hablar. Los nacionalistas, Santiago, son la polla.

23 de julio, santoral: Brígida de Suecia, Juan Casiano, Severo de Bizia, Valeriano de Cimiez y Abilio Ramos