Cuando se jodió la Islandia en 2009, un tal Jón Gnarr fundó el "Mejor Partido" y ganó las municipales de Reikiavik con el 34,7% de los votos. ¿Y? Gnarr es un humorista autodidacta y un individuo devorado por su propia idea que representó el papel de alcalde durante cuatro años hasta que los reikiavinkenses se dieron cuenta de que sus propuestas no iban ni en serio ni a ninguna parte.
El de "Mejor Partido" es un caso que se incluye ya en los temarios de Ciencias Políticas en relación a las leyes de Carlo M. Cipolla sobre la estupidez humana. Gnarr fusionó los programas de todos los partidos islandeses y del destilado obtuvo un superpartido que se proclamaba corrupto y prometía erradicar el consumo de drogas entre los políticos en un plazo de veinte años, así como cancelar todas las deudas, privadas, públicas y las del juego también.
Gnarr ya era famoso en Islandia cuando se presentó para alcalde de su capital. Aparecía en una popular serie de televisión, lo que propició una enorme difusión de sus disparates.
En Barcelona, que es la capital mundial de los disparates, la mayoría de los candidatos a alcalde le da cien vueltas en soplapolleces por minuto a Gnarr, siendo muy destacables las aptitudes de Trias, que opta a la reelección, y superlativas las de Ada Colau, nominada por el CIS para suceder al antedicho. Mientras el alcalde alcaldable promete cien mil empleos, ni uno más y ni uno menos, Colau, eso más seiscientos euros, pisos para todos y que en Barcelona haya una "industria de la bicicleta", que es artefacto bastante obvio desde que se inventó el primer biciclo, obra de Pedro Mármol, Pablo Picapiedra y Hanna Barbera.
Juguetear con el paro, que es una situación indigna y dolorosa, y prometer pisos para los menesterosos con parqué y vistas a un parque puede no salir gratis, salvo que el alcalde quiera que le boten y Colau que no le voten.
Cada vez que Mas y sus cuates, entre los que Trias es un "mandao" que firma cualquier papel de la ANC, abren la boca con soflamas indepes, una empresa se va de Barcelona y otra pasa de venir. Colau, por su lado, planea una Barcelona con moneda propia, que es un chiste que no se le habría ocurrido ni a Faemino en el gag del coñá.
El Círculo Peatonal, benemérita institución barcelonesa, decidió no concurrir a las próximas elecciones municipales al entender que su segura victoria podría perturbar las lucrativas actividades profesionales y empresariales de sus socios promotores. Y es que el programa del Círculo Peatonal, diseñado en un think tank de Springfield, proponía la eliminación de los carrriles bici de las aceras, así como la prohibición de estacionamiento de cualquier artefacto rodado en el pavimento destinado al viandante, incluidas las maletas y especialmente las de los turistas. También planteaba la supresión del "bicing", la imposición de fuertes multas a los ciclistas y la creación de toda clase de trabas legales para la posesión de bicicletas. La sección económica del Círculo Peatonal abogaba por la creación del impuesto contra la tenencia de animales domésticos, sobre todo cánidos. En la parte social, el programa también era imbatible puesto que prometía instalar piscinas en todas las azoteas de Barcelona, como ocurre en Atenas.
Dentro de cuatro años, el CP se presenta fijo.