Vida

Rajoy forzó la dimisión de Gallardón por consejo de Arriola

Los periódicos abundan en las claves políticas de la despedida de Gallardón. El colapso de la reforma de la ley del aborto se imputa a las orientaciones electorales de Arriola. En Cataluña, tiempo inestable.

24 septiembre, 2014 10:25

Un ministro que dimite porque se siente desautorizado es una pieza de caza mayor, una especie extinta, un oso blanco, un tigre siberiano, un demonio de Tasmania, una cosa muy rara que sólo pasa cuando a los ministros les da la gana o el presidente que les manda organiza una crisis para sofocar las encuestas, ganar tiempo y soltar lastre. Los presidentes, ya se sabe, a veces tienen sed de venganza y a veces tienen hambre de justicia. Alberto Ruiz Gallardón es el nombre del hombre que ha desafiado a la lógica y se ha aferrado a sus palabras, según La Razóno el tipo al que han mostrado la puerta de salida según el resto de los diarios. Como Mariano Rajoy es dueño de sus silencios y plenamente consciente de sus palabras, no tiene nada que decirle a Mas, por ejemplo, y sí mucho sobre Gallardón, del que ayer se despidió con una inapelable explicación sobre la impertinencia de la reformas planteadas por el ya ex ministro de Justicia.

Ex y ex alcalde y presidente de Madrid y de la Comunidad de Madrid, su trayectoria, junto a la de Esperanza Aguirre y Ana Botella, demuestra un par de cosas sobre la capital de España: que tanto monta ser alcalde que barón autonómico si se sabe utilizar el cargo y que más vale ser cabeza de ratón que cola de León. O sea, que en Madrid un alcalde vale lo mismo o más que un mandarín regional y que a Rajoy y a Pedro Arriola, el camarada Gallardón les rompía el discurso y lo que no es el discurso.

Gallardón blasonaba de alfil con aspiraciones de rey, pero no ha pasado de caballo y ha llevado mayormente una carrera de peón chusquero, según la primera destilación matinal de la tinta de los periódicos combinada con la práctica del "tai-chín". Estiramientos con café.

Aznar lo sacó de presidente autonómico de Madrid, cargo que entonces era poco más que el de un florero con asas, para sustituir a Álvarez del Manzano (el añorado) y relanzar en su puesto a Esperanza Aguirre, que convirtió el florero con asas en un portaviones nuclear. Cuando se desató la batalla entre ambas personalidades, Rajoy pareció favorecer a Gallardón, que era el único dispuesto a inmolarse a cambio de que Aguirre nunca fuera más que él. Y ahora, si las encuestas avizoran un difuso o concreto malestar, Kasparov (Rajoy) cede un peón a cambio de despistar a la reina, que es Pedro Sánchez en el papel de Violeta. Le sobran los peones a Rajoy. Tanto que prescinde de viejas glorias y apuesta por los segundos niveles, lo que sirve igual para demostrar aprecio que lo contrario. Por ejemplo, no es lo mismo que a un ministro le suceda su número dos, caso de Isabel García Tejerina en Agricultura, que el segundo de otro ministerio, por ejemplo el de Fomento, de donde viene Pedro Catalá, se ocupe de la cartera de Justicia. No tiene nada que ver. Catalá es un "sorayo", dicen en Madrid de quienes forman parte de la generación de abogados del Estado de Soraya Sáenz de Santamaría, a la sazón vicepresidenta.

El peso de Arriola en la decisión es de naturaleza interpuesta. El marido de Celia Villalobos debió intuir que Gallardón se metía en un jardín cuando la señora diputada advirtió que la ley del aborto que se estaba cociendo era un churro, en su nunca humilde opinión. A partir de ahí no han sido horas contadas, pero sí meses.

En El País no tienen piedad con Gallardón, a quien tiempo atrás consideraron el único o el último conservador civilizado, casi un liberal amable, un progresista amante de las bicicletas, de los pipi-canes y de las plantas. La crónica de Carlos E. Cué es inmisericorde: "La ley del aborto ha sido el mayor fiasco político de la legislatura. Se promovió para contentar al electorado conservador y su azarosa tramitación y posterior retirada después de tres años de debate ha acabado molestando a la izquierda, al centro y ahora a la derecha. En el camino ha quedado la carrera política de Alberto Ruiz Gallardón, que cumplió el encargo de Mariano Rajoy y después ha intentado de todo para que saliera, hasta que antes del verano empezó a rendirse y pidió a Rajoy que le cesara. El presidente le puso encima de la mesa encuestas que recomendaban no sacar la ley, pero le pidió que aguantara. El resultado al final ha sido el mismo: un fiasco con dimisión del ministro. Todo empezó el día en que Mariano Rajoy decidió encargar la ley del aborto, el asunto más delicado de la legislatura, al ministro de Justicia, Gallardón, y no a la de Sanidad e Igualdad, Ana Mato. Si con José Luis Rodríguez Zapatero el asunto quedó en manos de Bibiana Aido, con Rajoy se atribuyó al hijo del diputado de AP que en 1983 había recurrido la anterior ley del aborto. Una feminista frente a un exfiscal hijo del líder del antiabortismo en la derecha. Todo un símbolo. El enfoque no sería social, sino puramente político y jurídico".

En El Mundo, Federico Jiménez Losantos repasa la trayectoria del ya veterano dirigente popular: "La gestión del Ministerio ha sido una calamidad, pero encontró en otra claudicación de Rajoy, su promesa de cambiar el pacto ZP-ETA, una astuta y siniestra salida política. Para compensar la suelta de Bolinaga y los 50 etarras de la Ley Parot, que, según anunció públicamente Gallardón, sólo afectaba al caso Inés del Río Prada, el Gobierno se sacó una Ley del Aborto que iba mucho más allá de la promesa genérica de cambiar la ley de plazos de ZP y volver a la de supuestos de Felipe... y Aznar. La clave de la distorsión, que no estaba en el programa electoral del PP, era penalizar el aborto por malformación del feto, algo con lo que no estaba de acuerdo el 80 % de los españoles, incluidos los votantes del PP. Gallardón ha hecho grandes discursos contra la eutanasia -como si fuera lo mismo- pero por la misma razón que hizo la ley, un cálculo electoral equivocado, Rajoy se la ha cargado. Y Gallardón no ha tenido más remedio que irse... un ratito. ¿Por respeto a los electores? Nunca se lo ha tenido. ¿Que deja la política? Cuando deje de respirar".

Salvo La Razón, que hace una defensa encendida del proyecto de Gallardón e incurre en críticas nada veladas a Rajoy, el resto de la prensa oscila entre la interpretación prudente y la satisfacción indisimulada. Por ejemplo, el Abc no se moja en portada y titula en plan teletipo: "Alberto Ruiz Gallardón dimite". En el subtítulo, más interpretación: "Abandona la política tras anunciar Rajoy que retira la reforma de la ley del aborto". El editorial es otra cosa y de otro género: "Al margen de cualquier análisis político o electoral, Abc ha mantenido y mantiene una defensa activa del derecho a la vida por razones éticas que van más allá de cualquier consideración coyuntural. Esa es la postura inequívoca de muchos millones de españoles, cuya conciencia les exige promover la cultura de la vida en favor de los más débiles e indefensos. (...) Es muy dudoso que la operación del cálculo electoral que han promovido determinados sectores del PP ofrezca un saldo favorable. Millones de ciudadanos se sienten decepcionados ante la falta de referencia ideológica del gran partido del centro-derecha, que sigue siendo una garantía para la unidad en pleno desafío soberanista y de rigor en la gestión de la crisis. Cercanas ya las elecciones locales y autonómicas, el partido mayoritario ofrece un flanco débil que sus adversarios se atribuyen como una victoria, como se apresuró ayer a decir Pedro Sánchez".

Garantías de unidad al margen, el director de La Razón, Francisco Marhuenda, no es nada comprensivo con la decisión de Rajoy y escribe: "La satisfacción de Arriola y su mujer, Celia Villalobos, expresa muy bien el sentimiento de derrota de los que defiende la vida dentro del PP. No entiendo muy bien como puede ser que el Gobierno apruebe un texto por unanimidad y luego el oportunismo electoral imponga su retirada. (...) A lo mejor la gente se conforma con un Gobierno tecnocrático. No lo sé, pero lo dudo".

El titular de El Mundo incide en el plano político: "Gallardón se va de la política al ser desautorizado por Rajoy". También el de La Vanguardia: "Rajoy deja caer a Gallardón para encarar las elecciones". En El Periódico, la portada es el editorial: "Él pierde. Ellas ganan". En el Ara, "Ni ley, ni Gallardón". Y en El Punt-Avui, irónicos pese a la sustancia del asunto, titulan "Marcha atrás".

El caso Gallardón es una monografía en el quiosco, lo que alivia de espasmos secesionistas el contenido de los diarios. En Cataluña, aunque no lo parezca, pasan más cosas que las relacionadas con el proceso. Por ejemplo, sigue el goteo de fallecimientos por legionela. En El País, el texto corresponde a Jessica Mouzo Quintáns: "La legionela se extiende imparable por la comarca del Vallès Occidental. La Generalitat confirmó ayer un nuevo brote de la enfermedad en Ripollet, a siete kilómetros de Sabadell, donde la semana pasada se decretó la alerta epidemiológica por legionela. El episodio infeccioso de Sabadell ha afectado a 34 personas, de las cuales cuatro han fallecido y 17 permanecen ingresadas en varios hospitales de la comarca. El brote de Ripollet, con un total de cinco personas afectadas, eleva la cifra de muertos a siete. Además de los tres fallecimientos, una persona ha sido dada de alta y otra permanece ingresada. Los afectados por el nuevo brote de Ripollet, una mujer y cuatro hombres, tenían edades comprendidas entre los 63 y los 87 años y, al igual que el resto de enfermos registrados en el episodio infeccioso de Sabadell, también padecían enfermedades de base “graves o muy graves”, como cardiopatías o problemas respiratorios. Además, todos los enfermos de Ripollet tenían movilidad reducida, lo que facilitó la investigación a los equipos del Departamento de Salud para localizar el foco".

Aún se espera la valoración de algun dirigente político revelante sobre este alarmante número de víctimas.

Han detenido a un joven de 21 años, natural o procedente de Logroño, no queda claro, de nacionalidad española, por el apuñalamiento indiscriminado de cinco transeúntes, cuatro de origen extranjero y otro español. Es un estudiante de tercero de Medicina que tiene sus facultades mentales perturbadas. Se entregó sin oponer resistencia al ser interpelado por una patrulla de la Guardia Urbana de Lérida.

La política catalana aún es más rara. Situación a las nueve de la mañana y previsión para las próximas horas: Está descartada la convocatoria conjunta de referéndum y elecciones, pero no así la celebración de unas elecciones anticipadas. A esa hora aún no había sido publicada la ley en el Diario Oficial de la Generalidad. Como hoy es festivo en la capital catalana pudiera no salir el "boe" autonómico. Se trabaja en una lista conjunta entre Convergència y ERC para las plebiscitarias, así como en la campaña institucional para la consulta. El plató ya está preparado en el Palacio de la Generalidad para que Mònica Terribas entreviste a Artur Mas en cuanto haya firmado la convocatoria de referéndum, precipitación que podría producirse entre mañana y el sábado. O incluso hoy, por si acaso. Y por cierto, la perturbación procede de Praga, donde Duran Lleida ha dicho sin asomo de duda que los catalanes votarán el 9-N.

UPyD y Ciudadanos han firmado un protocolo para trabajar juntos, pero según las crónicas, la relación está entre lo inestable y lo mejorable. En Crónica Global lo explican mejor que nadie.

24 de marzo, Nuestra Señora de la Merced, Rústico y Pacífico.