En la película Airbag, un capo de la mafia gallega (encarnado por Manuel Manquiña) se reúne con una reina de la droga portuguesa (María de Medeiros). Están arropados por sus guardaespaldas. La tensión se palpa en el ambiente y en esto que Manquiña suelta la frase definitiva: "Bueno, vamos a llevarnos bien porque sino va a haber hondonadas de hostias aquí". Si hicieran caso de los diarios Ara y El Punt Avui, algo parecido es lo que sucedió ayer en Barcelona entre Artur Mas y Mariano Rajoy. "Tensión evidente" afirman los segundos; "Reproches cruzados" sostienen los primeros. Las dos fotografías delatan el momento "alégrame el día" del Foro Mediterráneo. Las fotos pueden ser la única verdad del periodismo y a la vez uno de los materiales más corrompibles de la tabla periódica. El arte de la imagen, en su versión roto para descosido, puede convertir una boda gitana en un bautizo en Buckingham Palace; un posado en un icono del siglo XX (el miliciano de Capa) o el boxeo de Casius Clay en un ensayo de Fred Astaire. Eso sí, los fotógrafos son de los pocos periodistas que pueden presumir de haber estado allí, exactamente donde había que estar. Y, en realidad, el engaño está en los pies, de las fotos. En El Punt Avui firma la imagen Juanma Ramos. En Ara, Pere Virgili.
En La Vanguardia, la marca de la fotografía es de Pedro Madueño. Pese a ser el mismo acto, el de la tensión y los reproches, la imagen sugiere otra cosa muy diferente. Rajoy y el ministro de Asuntos Exteriores (¿y Cooperación o algo así, no?, García-Margallo, José Manuel) le dicen al president su lugar en el plano, el trozo de suelo y el cacho de imagen que le tocan. Mas, que no parece muy convencido, se deja llevar con cara de manzanas agrias. Pero le sitúan en el centro, el pico más alto del protagonismo, en una instantánea "pa-ta-ta" y en la política internacional. ¿Quién estaba en el centro de la foto de las Azores? ¿Aznar? No, Aznar estaba a la izquierda de Bush y Blair a la derecha. Y ayer (hay fotos que lo demuestran), Mas estaba en medio, que es lo que cuenta, con Rajoy a su izquierda y Margallo a la derecha. "Breve pero cordial encuentro", subrayan en el decano de la prensa catalana.
Ni tensión ni reproches. "Así que todo esto es tuyo" (por el Palacio de Pedralbes), le dijo Rajoy a Mas y nuestro president le respondió que sí, que el palacio seguro y que los jardines también. Ni se habló del FLA ni tampoco de la DUI. ¿What? El fondo de liquidez estatal del que la Generalidad saca para pagar los sueldos y la declaración unilateral de independencia de la que Duran avisa en Madrid. Eso, "breve pero cordial". Sin embargo, anoche se oían los descorches en media Barcelona. ¡Pop!, otra botella de champán en el vecindario del consejero (de lo que haga falta) Francesc Homs. La batalla de la imagen estaba ganada desde que en Moncloa se decidió enviar al titular de Exteriores a negociar el protocolo con Homs. Una más y los independentistas podrán reclamar con toda la razón que se les trate de súbditos gibraltareños, como mínimo.
La tesis general en la prensa catalana es que Mas es Churchill en el cuerpo de JFK, un titán del liderazgo carismático rodeado de palurdos españoles, valga la redundancia. Grosso modo, esta es la conclusión del articulismo más afilado. En El Punt Avui, Vicent Sanchis replica la supuesta modernez de las dinámicas integradoras entre España y Cataluña a la que aludió Rajoy en Barcelona con una sentencia categórica: "Lo moderno" es hablar inglés y francés, no ser un analfabeto funcional, como él mismo (se refiere a Rajoy). Por eso, ayer Artur Mas, que sí es moderno, llegó antes al Palacio de Pedralbles y pudo hablar sin intérpretes con todos los ministros de Asuntos Exteriores".
Que Mas va camino de salir de la plaza por la puerta grande o por la enfermería se nota en el acopio de detalles hagiográficos. Jordi Barbeta, en un refinado análisis bajo el título: "La Moncloa pone la cuestión en la agenda internacional" nos revela que "ayer se cumplían 36 años de la incorporación de Artur Mas al Ejército español -se licenció como sargento- y del retorno del president Tarradellas. En Madrid y antes de reconocerle su condición de president, Adolfo Suárez le dijo a Tarradellas: usted no es nadie. Yo tengo un millón de personas en la calle, respondió el president. Eso no me impresiona, replicó Suárez. Y a las pocas semanas Tarradellas regresó". Fin del artículo. Y en el aire tantas preguntas. ¿Qué es más importante, el retorno de Tarradellas, su coincidencia con la llamada a filas de Mas o que éste se licenciaría como sargento? Francesc Macià llegó a coronel del mismo ejército.
Si la primera conversación entre Suárez y Tarradellas fue de ese palo carece de la más mínima importancia. Barbeta se refiere a los números: "En la cuestión catalana, Rajoy hacía como el que oye llover. Salió un millón a la calle, y no dijo ni mu; salieron dos millones, y apeló a la mayoría silenciosa". ¿Dos millones?
Medio millón de manifestantes arriba o abajo es lo de menos cuando se está hablando de la mili de Mas, de cuyo ingreso a filas se cumplieron ayer exactamente 36 años, desvela el cronista. Habrá que estar atentos porque el día menos pensado se cumplen 38 años de su licenciatura como sargento y se nos pasa por alto.
La agenda de Mas, un no parar entre el barrio gótico, el Parque de la Ciutadella y Pedralbes, incluye para este viernes una cita clave a las nueve la mañana. Recibe a Alfredo Pérez Rubalcaba, algo así en nuestra pequeña aldea gala como el líder de los laboristas unionistas. En El País, una información de Javier Casqueiro apunta, entre tanto, que "PP y PSOE buscan retomar el diálogo de Rajoy y Rubalcaba sobre Cataluña". El principal impedimento es, parece ser, que Susana Díaz, la presidenta andaluza, no está por las excepciones; que o todos café o todos sin copa, declamado con la naturalidad con la que se expresan las verdades rotundas, del tipo la tierra es redonda y el café mejor sin azúcar.
En otras partes también se dedican a la política. El Mundo, por ejemplo, es el diario con más información sobre el asalto de un perturbado en el domicilio de la familia Bárcenas. Un trance difícil para los afectados (partes de lesiones, miedo y un revólver de antes de la guerra pero en condiciones de disparar...) que añade más confusión a un perspectiva que ya es de suyo hiperrealista y abstracta a la vez. Entre las liberaciones de etarras y el fin del periodo de recesión más largo de la historia de la democracia en España, El País opta por el espionaje americano sobre el teléfono móvil de Ángela Merkel, tema principal de su portada. Abc, El Mundo y La Razón se decantan por la otra reunión que tenía ayer Rajoy. ¿Otra reunión? ¿Vols dir? Con las víctimas del terrorismo. "Rajoy deriva hacia la Audiencia la indignación de las víctimas", titula El Mundo; en Abc destaca un estrecomillado: "Rajoy ofrece 'cariño' a las víctimas" y en La Razón se manifiestan: "Siempre con las víctimas". Todos comentan que el PP de Madrid (Ignacio González, Esperanza Aguirre y Ana Botella), estará en la manifestación, pero que el PP no estará. Algo así como lo de Convergència (y) Unió, pero en torno a otro tipo de derecho, el derecho a vivir.
En los sucesos, llama la atención un destacado de la crónica de Pere Ríos sobre la muerte de un hombre en manos de la policía autonómica catalana. De un vídeo parece deducirse una hiperactiva intervención de los agentes que podría haber contribuido al fatal desenlace. Algo así como una golpiza policial sobre un indigente negro en Los Ángeles. El asunto ha llegado al Parlamento autonómico, donde Mas, según se subraya en la crónica, dijo al respecto: "Las películas se han de ver enteras, no de un modo parcial". ¿Miedito o lo siguiente?
Otra frase bizarra, lo propiamente raru en catalán, también en El País. Juan Roig, dueño de Mercadona, ha declarado: "Sin ir a Harvard sino a Harvacete, los fruteros son más listos que nosotros". Se refiere a eso que hacen en los súper de llenar los estantes con verdura pocha. Sólo hay una cosa que no se entiende. ¿Que sería más correcto?: ¿Harvacete o Harbacete?
Con todo este mogollón, se está yendo de rositas Narcís Serra, pero en El Periódico hay información suculenta del asunto a cargo de J. G. Albalat y Sonia Gutiérrez. "En la calle me han llamado ladrón" explican que declaró en sede judicial el ex presidente de la caja, ex vicepresidente del Gobierno, ex ministro de Defensa, ex alcalde de Barcelona, etcétera, etcétera. Pues no es lo mínimo que le podría haber pasado. Ya vale de escraches. Digan lo que digan, no se debe insultar a nadie y menos aún en público, ya se trate de un presunto estafador, de un político o de un ex convicto. Y menos que a nadie, no se debería poder insultar a las víctimas, incluidas las del terrorismo.