La ruta de Cataluña que lleva a tres islas y se hace a pie MORA D'EBRE TURISME
La ruta de Cataluña que lleva a tres islas y se hace a pie
El sendero lleva desde la ciudad hasta el mar, pasando por un río, pueblos y una naturaleza de postal
Este es el bonito pueblo medieval donde creció Aitana Bonmatí y tiene su propia casa: fundado en el siglo X
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Hay islas a las que uno se puede acercar a pie. Parece increíble, pero en Cataluña hay una ruta que lo hace posible. Se trata del Camí de Sirga.
Este camino es un recorrido histórico, impulsado por la oficina de Turismo de Amposta, que recupera la memoria de los antiguos navegantes del río Ebro. De hecho, se arranca desde allí.
Su nombre viene del pasado, de esos caminos construidos a lo largo de ríos y canales. Desde allí, humanos y animales tiraban de las “sirgues”, es decir, los laúdes, embarcaciones de madera de fondo plano que transportaron mercancías. En este caso, entre Riba-roja o Mequinensa hasta Tortosa y Amposta.
La construcción de los pantanos de Mequinensa, Riba-roja y Flix puso fin a esta práctica. Sin embargo, el trazado se mantuvo y, desde hace unos años, se ha acondicionado para poder recorrerse a pie o en bicicleta.
Tres islas en 43 kilómetros
¿Y las islas? Se encuentran por el camino. La ruta, señalizada en todo momento, es de trazado llano y apto para todos los públicos. Eso sí, larga. Consta de más de 43 kilómetros entre ida y vuelta, aunque se puede realizar por tramos gracias a siete áreas de aparcamiento distribuidas en el itinerario.
El recorrido comienza en la Oficina de Turismo de Amposta. Desde allí, se avanza por el paseo fluvial con el Ebre a mano izquierda, donde arranca el Camí de Sirga.
Primera parada: Isla Sapinya
El primer punto de interés son los restos de la Sínia, una noria tradicional utilizada para elevar agua del Ebre y regar los campos cercanos. Más adelante surge la primera de las tres islas que jalonan la ruta: la illa de Sapinya.
Este islote es una reserva natural parcial integrada en el Parc Natural del Delta de l’Ebre. Ocupa menos de siete hectáreas y se formó a partir de depósitos de arena y limos.
A pesar de su tamaño reducido, Sapinya alberga una gran diversidad vegetal, con hasta 130 especies de plantas catalogadas. Muchas de ellas son restos de cultivos de frutales y ornamentales que prosperaron hasta los años 80, aunque lo más valioso son los fragmentos de bosque de ribera con sauces, álamos, fresnos y tamariscos.
El nivel freático de la isla coincide con el del río, lo que crea ambientes húmedos que favorecen la aparición de prados y herbazales acuáticos. En cuanto a fauna, Sapinya es un dormidero invernal para garzas, martinetes y cormoranes, además de refugio para numerosas aves acuáticas propias de los humedales mediterráneos.
Segunda isla: illa de Gràcia
La ruta continúa hasta la illa de Gràcia, mucho más grandes. Tiene una superficie de unas 130 hectáreas y es la segunda isla más grande del Ebro tras la de Buda.
Gràcia Forma parte del municipio de Deltebre y combina áreas de cultivo, sobre todo cítricos, con zonas de bosque de ribera donde destacan álamos y sauces, a las que se puede acceder a pie.
Conexión con Balada
La isla dispone de un único puente que conecta con el pequeño núcleo de Balada, en la orilla contraria. Bajo este nombre se esconde un caserío diminuto con una sola calle, la de San Cristóbal, una vía dividida que pertenece a los tres municipios del Delta: Amposta, Deltebre y Sant Jaume d’Enveja.
Este pequeño núcleo urbano bien merece una visita. Allí está el Baladre de Balada, una adelfa monumental plantada en 1923 que ha sido catalogada como árbol monumental de Cataluña.
Excursionistas en el Camí de Sirga AMPOSTA TURISME
El pueblo, antaño habitado por una veintena de familias, mantiene hoy un ambiente tranquilo y es un buen lugar para observar el curso bajo del río y su relación con los pequeños núcleos rurales. Y quien quiera, puede navegar a su alrededor
El camino sigue por Sant Jaume d’Enveja, donde se cruza el río con el pasador y se puede visitar el Ecomuseu, dedicado a la vida tradicional del delta. A poco más de un kilómetro se encuentra el bosque de la Comandanta, un retazo bien conservado de bosque de ribera que ofrece una imagen fiel del ecosistema original.
Isla de Buda: fin del camino
El Camí de Sirga concluye en la Gola de Migjorn, uno de los brazos de desembocadura del Ebre. Allí, el río se abre paso hasta el Mediterráneo, junto a la playa de Migjorn. El entorno, de gran valor ecológico, permite apreciar la fuerza del río en su encuentro con el mar y conecta visualmente con la última isla, la más grande de la zona.
Con su más de 1.200 hectáreas, la isla de Buda es también una de las más extensas de Cataluña. Pero su importancia ecológica es todavía más excepcional.
Buda es también un espacio cargado de historia, ligado tradicionalmente a la explotación agrícola y ganadera. Hoy, uno puede alojarse allí y disfruta de su flora y fauna. La isla acoge arrozales, lagunas interiores y zonas de playa donde nidifican aves como la garza imperial, la gaviota de Audouin o el flamenco. Un fin de ruta ideal.