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Girona no es solo sinónimo de la Costa Brava ni de los veranos mediterráneos: su verdadera magia también reside en el interior, donde se alzan valles de montaña, pueblos con historia y un patrimonio natural que deja huella.

En el Pirineo Oriental, comarcas como el Ripollès ofrecen paisajes de gran belleza. Sus ríos encajan entre cumbres altísimas, algunas superan los 2.000 metros de altitud, y ofrecen una tranquilidad sorprendente. En estas tierras existen estaciones de esquí como La Molina o Masella, que invitan tanto a los amantes de la nieve como a quienes buscan panorámicas majestuosas y naturaleza pura.

El pueblo de Girona

Uno de los rincones más encantadores es Queralbs, un pueblo de montaña donde el clima se enfría notablemente frente al de la costa. Sus inviernos son fríos y húmedos, mientras que los veranos resultan más templados. Aquí la tradición se palpa en su gastronomía: desde sopas caseras como la de 'pilota' hasta carnes a la brasa, setas recién recolectadas o guisos contundentes como las manitas de cerdo. Además, los comercios locales completan la oferta con productos como miel o dulces típicos.



Queralbs WIKIPEDIA WIKIPEDIA

Pero Queralbs no solo seduce por su cocina: su arquitectura tradicional completa el cuadro. Las casas de piedra, los tejados de pizarra y las construcciones que se funden con la misma ladera montañosa dan la sensación de que cada vivienda forma parte del paisaje natural. El lugar también alberga un importante legado románico: la iglesia de Sant Jaume (s. XII) y la de Sant Sadurní de Fustanyà (s. IX) son dos ejemplos de la riqueza arquitectónica de la zona.

Desde este punto elevado, se puede explorar el entorno rural y su vegetación típica. La fauna silvestre y una asombrosa diversidad botánica convierten los alrededores en un espacio protegido, como parte del entorno natural de la Vall de Núria.

Paisajes

Muy cerca también se alza el Puigmal, una cima que se acerca a los 2.900 metros y que atrae a senderistas y amantes de la alta montaña.

Por supuesto, más allá de los paisajes y la arquitectura, Girona destaca por su oferta culinaria. En pueblos como Queralbs se mantiene viva una cocina de montaña que habla de fogones sencillos y sabores auténticos, donde los ingredientes locales marcan la diferencia.

Es mucho más que un destino veraniego: es un refugio para quienes buscan desconectar, conectar con la naturaleza y saborear una gastronomía tradicional que lleva en cada plato el pulso de sus montañas.

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