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Se acaba febrero y llega San Valentín. Esta fecha, señalada a nivel internacional como el día de los enamorados, se celebra en buena parte del mundo, aunque, en Cataluña, son muchos los que ese día es otro, Sant Jordi.

En cualquier caso, sea por imposición o presión popular, son muchas las parejas que deciden celebrar el 14 de febrero de una manera diferente. Las cenas románticas están muy vistas y, si aún se está saliendo de la cuesta de enero y el dispendio de las rebajas, una escapa sin necesidad de avión es una opción a hacer o regalar.

Dónde está

Para estas personas que buscan este tipo de planes, hay un rincón de Cataluña que se amolda a la perfección: el Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, el único parque nacional de Cataluña y uno de los espacios protegidos más espectaculares de los Pirineos. 

Con más de 200 lagos de origen glaciar, majestuosas montañas y una biodiversidad que parece sacada de un cuento, este enclave se ha convertido en un destino indispensable para los amantes de la naturaleza y el senderismo. 

Un camino para enamorados (o no)

Pues allí, entre todas las rutas que se pueden hacer en sus 40.000 hectáreas hay un sendero que destaca por su facilidad, su belleza y su nombre: el Camí dels Enamorats. Una ruta que se puede hacer en San Valentín y cualquier otro día del año.

El camino es de lo más práctico, pero no por ello menos espectacular. Llegar hasta allí es fácil. Se encuentra en la entrada de la Vall de Boí, uno de los accesos más prácticos al Parque Nacional de Aigüestortes. 

Cómo es la ruta

No hace falta estar muy preparado para hacerlo. No requiere de exigencias o condiciones físicas determinadas. Con una duración aproximada de tres horas ida y vuelta, y una distancia de 10 kilómetros si se continúa explorando más allá, esta ruta es ideal para familias, parejas y excursionistas ocasionales.

Aunque corto, el camino es rico en sorpresas: sigue el curso del río Sant Nicolau y permite descubrir rincones tan encantadores como la Font de Ferro, restos de un antiguo horno de cal y las ruinas arqueológicas de Sant Nicolau. Y siempre decorado con un verde precioso que en invierno se tiñe de nieve, ofreciendo imágenes bucólicas que parecen de postal.

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