Con una ubicación privilegiada y un nombre que te obliga a abrir la boca para pronunciarlo, Llançà se ha ganado el título de ser uno de los lugares más pijos de la Costa Brava. Un puerto deportivo único, Francia a diez minutos y el Parc Natural del Cap de Creus que falsamente lo resguardan de la tramontana le dan una estética única.
Más allá de lo exclusivo y de tener unas playas de infarto, con calas de unas aguas cristalinas que parecen el mismo Caribe, este pueblo también esconde mucha historia. Sólo hace falta mirar a mano derecha desde la playa larga para ver que hay algo especial, la isla del Castellar.
Una isla con forma de península
A pesar de su nombre, esta especie de colina que se eleva al lado del mar es más bien una península, un brazo de tierra que se eleva desde el puerto de Llançà. Pero es así por la mano del hombre, que decidió anexarla cuando construyeron la marina.
Allí, en lo alto de este islote se encuentra un mirado que permite ver la silueta de la Costa Brava y el Mediterráneo alejarse por el horizonte. Y más cerca, bajo los pies de quien lo camina se encuentran restos de la Edad de Bronce.
Restos prehistóricos
Desde que el hombre moderno tuvo acceso a ella, esta isla se erigió en un baúl a cielo abierto. Las diferentes excavaciones y exploraciones de estas poco más de dos hectáreas de tierra ganadas al mar han revelado la riqueza arqueológica de este punto de Cataluña.
En Castellar se han encontrado desde restos de cerámicas y de otros elementos decorativos e incluso funerarios que revelan que allí hubo vida antes de la llegada de los romanos. Las investigaciones detallan que algunos de estos fragmentos datan de la llamada Edad de Bronce, en concreto de finales de esa etapa, del siglo XII a.C.
Del bronce al medievo
Estos restos, por pequeños y pocos que sean son más que relevantes. Demuestran que desde antes de las grandes civilizaciones del hombre, este lugar fue considerado estratégico por los habitantes de la prehistoria. Luego, vendrían otros a sacar partido de este lugar estratégico.
Las ruinas de un castillo medieval dan fe de que la isla de Castellar era un punto crucial para la defensa del territorio. De esa construcción que se estima de la Edad Media no queda apenas nada. La guerra dels Segadors (s. XVIII) acabó con ella.
Búnkeres de guerra
En mejor estado se conservan otras construcciones más cercanas y casi centenarias, dos búnkeres de la Guerra Civil. El ejército republicano vio allí el lugar estratégico perfecto para defender a España del alzamiento militar y construyó dos torres de defensa y avistamiento del enemigo.
Historia y cultura. Naturaleza y deporte. Estos son los ingredientes que esconde esta particular isla convertida en península. Porque además de este legado, bajo sus pies están los embarcaderos de los yates y barcas deportivas de algunos aficionados a navegar, mientras los aficionados a salir a correr siguen los caminos que van del pueblo hasta la cima del islote para estar en forma.
Qué ver y cómo llegar a Llançà
Los otros, los que son meros vecinos, veraneantes o turistas que se acercan a Llançà disfrutan de sus playas. De las calas de arena dorada y aguas turquesas, de un paseo marítimo donde la moda y la gastronomía conviven y donde ver el Mediterráneo desde una antigua isla cargada de historia. Eso sin contar, que puede ser un lugar estratégico para organizar una escapada a la cercana Francia o explorar la biodiversidad del Cap de Creus.
Llançà está lejos. Por tanto, el trayecto más cercano es el que viene de Girona, aunque incluso desde allí hay cerca de una hora de camino en coche. Casi dos si es desde Barcelona. Uno sólo debe tomar la AP-7 hasta Figueres y seguir por la N-II hasta el desvío a Llançà por la N-260. Y si uno prefiere un camino más sostenible, Renfe tiene estación de tren allí.
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