El teniente general ruso Igor Kirillov murió el martes pasado en una explosión frente a su residencia en Moscú. Ya se ha detenido a un ciudadano uzbeko, que tras ser torturado –como evidencia su rostro magullado— ha cantado La Traviata.
Kirillov es el octavo –o el décimo, dependiendo de las fuentes— general ruso que ha muerto violentamente desde que empezó la invasión de Ucrania en 2022. Todas estas muertes no afectan al campo de operaciones, ya que los recursos de Rusia son infinitos.
La víspera del asesinato, el servicio secreto ucraniano SBU había acusado a Kirilov, responsable de las fuerzas rusas de defensa radiológica, biológica y química, de crímenes de guerra, y había abierto formalmente una investigación sobre el uso de armas químicas en Ucrania. Fue como una sentencia de muerte, como demuestran los acontecimientos, ejecutada con gran celeridad.
Kirillov ganó notoriedad por sus acusaciones sobre la existencia de supuestos laboratorios biológicos de Occidente y el papel de estos pérfidos laboratorios en la propagación de enfermedades infecciosas, entre ellas el Covid-19. El diario ruso The Moscow Times –prohibido en su país, se imprime en las repúblicas bálticas- también informa que Kirillov había acusado a Washington de organizar la distribución de armas biológicas a Ucrania, un plan que —según habría afirmado— incluía el ataque a las tropas rusas con mosquitos infectados de malaria.
Interesado por la personalidad de este general nacido en 1970, y que ha encontrado su destino a los 54 años, he curioseado en la prensa oficial rusa, y constatado que en Rossiiska Gazet, en Izvestiya y en Komsomólskaya Pravda sólo se habla de sus cargos, sus progresos en el escalafón, las condecoraciones que recibió y su excelencia y abnegación militar: nada se dice de su vida personal. Es el estilo de allí.
En otras cabeceras rusas que no puedo mencionar he podido saber que Kirillov estaba casado, tenía dos hijas, era un atento padre de familia, aunque con un carácter “fuerte”, sea eso lo que sea. Abstemio, lo que en Rusia es excepcional. En su piso de Moscú celebraban algunas fiestas y previamente se presentaba su esposa en los pisos de sus vecinos, llevándoles pastelitos y advirtiéndoles que harían un poco de ruido, pondrían música y bailarían. Confiaba en no provocarles demasiadas molestias y confiaba en su paciencia y comprensión.
Sergei Sitnikov, gobernador regional ruso, afirma que Kirillov era su amigo y que le había comentado que estaba al tanto de que su vida estaba en peligro: “Hace algún tiempo me dijo que ya le habían advertido de que había comenzado la caza contra él”, declara Sitnikov en un comunicado citado por Reuters, que afirma también que Kiev quería matar a Kirillov por varias razones, entre ellas su participación en el desarrollo y uso de un sistema de lanzallamas diabólico.
Y ya: nada más he podido averiguar sobre la personalidad de este general. Ayer un portavoz del primer ministro británico, Keir Starmer, dijo que Londres “no va a llorar” su muerte, dado que “ha llevado sufrimiento y muerte a la gente de Ucrania”. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Matthew Miller, señala que los Estados Unidos “no estaban al corriente del atentado y no estaban involucrado en él”, y a renglón seguido denuncia las “atrocidades” de Kirilov y su responsabilidad en el uso de armas químicas contra las fuerzas ucranianas.
¿Tiene alguna trascendencia este atentado en el desarrollo de la guerra? La columna de Serhiy Sternenko en el diario ucraniano Gazeta titulaba ayer con sarcasmo: “¡Noticia bomba!” Y el subtítulo: “Eliminado en Moscú un general de tropas químicas”.
A continuación explica que “el fallecido era un criminal de guerra implicado en ataques químicos contra las Fuerzas Armadas ucranianas y en el uso de municiones termobáricas en la base militar de Soncepiok. También fue autor de una selección de bulos sobre la «bomba sucia» y los «mosquitos de la guerra»”.
Con no menos humor negro, Sternenko agrega que “la mañana en Moscú comenzó con una explosión. Los moscovitas estaban muy asustados. ¿Pero por qué? Había tenido lugar un acontecimiento brillante y alegre: el jefe de las tropas de radiación y química de las Fuerzas Armadas rusas, el teniente general Igor Kirillov, y su ayudante, habían ido al concierto de homenaje a Kobzon [Iosif Kobzon, un popular cantante y actor del Donetsk, ucranio-ruso, fallecido hace unos años]. Resultó que los explosivos estaban escondidos en un scooter al pie de la casa y se detonaron a distancia. Aunque -según otro general ruso, Gurulov- los culpables de la explosión eran los anglosajones, y ahora había que vengarse golpeando a sus líderes”.
“El general Kirillov fue también”, prosigue el periodista ucranio, “una estrella de la televisión propagandística: fue el primero en hablar de la llamada «bomba sucia» que supuestamente preparábamos los ucranianos con sustancias tóxicas producidas en Estados Unidos. También lanzó la historia de los biolaboratorios con mosquitos de guerra. Kirillov también está implicado en la producción y entrega a la línea del frente de los infernales lanzacohetes Soncepyok y en el desarrollo de otro tipo de superarma química que acaba de anunciarse”.
“Qué dolor el de los rusos. El fallecido era un criminal de guerra: por orden suya, los invasores rusos recibieron el gas cloropicrina, prohibido durante las hostilidades, y lo utilizaron repetidamente contra las tropas ucranianas. Y colgaron vídeos de sus crímenes en Internet. Por supuesto, la Z-propaganda [es decir, la propaganda bélica rusa] ahora clama a los cuatro vientos que esto no ocurrió y al mismo tiempo afirmando que fue el SBU quien ejecutó la sentencia.
“Curiosamente, el líder ruso advirtió a su población de que debía prepararse para una guerra con la OTAN en los próximos 10 años. Y para garantizar la victoria, anunció el lanzamiento inminente de la producción en serie de misiles balísticos intercontinentales «Oreshnik». Curiosamente, hace dos semanas, el mismo Putin anunció que la producción en masa del Oreshnik está en pleno desarrollo. Y mientras el viejo del Kremlin se enreda en sus propias mentiras, no olvidemos sumarnos al apoyo a las Fuerzas Armadas, porque es lo único en lo que podemos confiar”.
El general Kirillov ya no acariciará las mejillas de sus encantadoras hijas, ni ingeniará armas letales para aniquilar mejor al enemigo. En cuanto a la trascendencia de su muerte, es dudosa.
El británico The Independent observa: «Incluso los altos cargos son reemplazables. Sin embargo, mostrar que esos altos oficiales son personalmente vulnerables puede ser un golpe para el prestigio de un régimen con un efecto aún mayor en la moral del enemigo. El hecho de que los portavoces rusos hayan culpado a los «anglosajones» del asesinato del teniente general Kirillov ante un edificio de apartamentos en la capital rusa, es una señal de que el Kremlin no quiere dejar que Ucrania se atribuya todo el mérito de su asesinato. Mucho mejor culpar a James Bond que aceptar que el despreciado enemigo ucraniano puede asestar golpes como éste en el propio Moscú».
En Polonia son mucho más sensibles, por evidentes razones de proximidad y de historia, al curso de la guerra en Ucrania. El analista Jarosław Kuisz explica en el diario “Interia”, de Varsovia, que “el general Igor Kirillov no era una figura secundaria.
De momento, y para empezar, la voladura de un general demuestra que los servicios ucranianos son específicamente capaces de privar directamente de la vida a los militares de más alto rango. El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) recuerda los recientes logros israelíes, por la eficacia de sus acciones contra lo más alto de la jerarquía militar. Supieron exactamente cómo matar a un general ruso. En segundo lugar, ha quedado claro que los ucranianos son logísticamente capaces de ejecutar una acción espectacular en el mismo corazón de Rusia. No es en absoluto fácil transportar una carga explosiva por Moscú, y colocarla ante la casa de uno de los oficiales militares más importantes. Colóquelo en el lugar deseado y detónelo en el momento justo. La precisión cinematográfica de esta acción debería impresionarnos. En cierto modo, el ejército ucraniano está empezando a convertirse en el más experimentado y eficaz de nuestra región. Se trata de una pieza nada desdeñable del puzzle geopolítico del futuro”.
“En tercer lugar, no hace mucho, la noticia del asesinato del general ruso habría ocupado las primeras páginas de la prensa. Ahora, en cambio, se ha anunciado la noticia y luego ha desaparecido. Sí, el Kremlin amenaza con tomar represalias. En pocos años, la guerra nos ha cambiado y ni siquiera nos damos cuenta de ello. El shock inicial se ha recibido, se ha asimilado bajo la influencia de los estímulos mediáticos y... la vida sigue. Este estado ambiguo de las mentes y los corazones de los ciudadanos de la Unión Europea y de los países de la OTAN es también el subsuelo invisible de las futuras conversaciones de paz. Aunque estemos muy lejos de la línea del frente”.
Bueno. Por mis lecturas bélicas e históricas sé que esta clase de “acciones” o asesinatos pueden galvanizar por un momento a los beneficiarios de los mismos, pero también que no suelen cambiar el curso de los acontecimientos.
Pienso por un momento en los soldaditos ucranianos en las trincheras del frente, pereciendo horriblemente ahogados por el gas que les enviaba Kirillov.
Luego, pienso en la hija preadolescente del general -una chica encantadora-, llegando tarde a casa y preguntándole a su llorosa madre, con el corazón en vilo: “¿Qué ha pasado?”
Y en seguida paso a pensar en otras cosas.