Resuenan grandes risotadas filisteas en la prensa internacional a costa de la casual destrucción de una obra de arte expuesta en un museo de Lisse, cerca de Ámsterdam, y consistente en dos latas –vacías– de cerveza, aparentemente comunes y corrientes.

La encargada del servicio de limpieza del museo, creyendo que eran restos dejados por dos visitantes maleducados, las ha tirado a la basura, y resulta que eran una pieza de 1988, bien catalogada y repetidamente expuesta, de Alexandre Lavet.

Las dos latas de Lavet

“¿Esto es arte?”, se preguntan los filisteos, “¿estas dos cutre latas? Nos toman el pelo”. Bien, realmente no se le puede reprochar nada a la diligente señora de la limpieza, pero resulta que esa obra me gusta mucho, me emociona, y explicaré por qué, desplegando todo mi pequeño o gran poder de convicción, en este mismo diario el próximo domingo, en la sección ¿Esto qué es?. Ahora demos paso a temas de mayor enjundia, a catástrofes reales.

Entre ellas, la de Sudán, el país africano que desde su independencia en 1956 más golpes de Estado ha sufrido, la mayoría incruentos, de todo el continente, y a la que se presta menos atención que a los horrores de Gaza, de Líbano y de Ucrania, y por supuesto que a esas dos latas de cerveza.

La ONU calcula, explican las agencias de noticias, que nueve millones de personas han sido forzadas a abandonar sus hogares, constituyendo la mayor crisis de desplazamientos del mundo. Dos de esos nueve millones de seres humanos vagan entre los frentes, por desiertos y bosques, buscando refugio de la guerra civil, y cientos de miles de niños morirán de hambre y sed en los próximos meses. Un escenario de pesadilla.

Para mayor caos, Sudán se ha convertido en un campo de juego para actores extranjeros como los Emiratos Árabes Unidos, Irán, Rusia y sus mercenarios de Wagner, e incluso algunas fuerzas especiales ucranianas. Todos son parte de un volátil caldo de intereses externos que están vertiendo armas o combatientes en el conflicto y esperando aprovecharse de los despojos de la guerra –el oro de Sudán, por ejemplo, o su posición estratégica en el Mar Rojo–.

La guerra estalló sin advertencia en abril de 2023, cuando el ejército quiso incorporar en sus filas al poderoso grupo paramilitar que había ayudado a crear –las Fuerzas de Apoyo Rápido–. No llegaron a un acuerdo y en vez de eso se declaró la guerra abierta.

Vista del centro ambulatorio de alimentos terapéuticos en el hospital establecido por Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campamento de refugiados de Aboutengue, en el este de Chad LAORA VIGOURT

En México, informa The New York Times en un largo reportaje, la inimaginable traición, el pasado mes de julio, de un hijo de El Chapo Guzmán, que entregó a las autoridades norteamericanas –a cambio de no se sabe qué indulgencias en su condena– al capo Ismael El Mayo Zambada, ha desgarrado el Cartel de Sinaloa, uno de los carteles más poderosos del país.

Ahora la guerra entre las dos facciones rivales va a toda potencia. Así describe el escenario una periodista de The New York Times que ha estado viajando por el país: “Cuerpos arrojados al costado de la carretera. Batallas a tiros en vecindarios de clase alta. Camiones de carga incendiados en la autopista… Los últimos años habían sido relativamente pacíficos en el estado de Sinaloa, en el noroeste de México, donde el dominio de una sola organización criminal cohesiva mantenía las guerras territoriales al mínimo, y las tasas oficiales de homicidio eran más bajas que en muchas grandes ciudades de EEUU”.

“Las tensiones han estado hirviendo entre los dos lados desde que El Chapo fue capturado y juzgado en un tribunal federal de EEUU, donde uno de los hijos de El Mayo ofreció un testimonio incriminador contra el narcotraficante en 2019 que ayudó a enviarlo a prisión de por vida. Durante aproximadamente un mes después del secuestro y arresto de El Mayo, el estado de Sinaloa estuvo en tensión, esperando ver si los herederos del cartel podrían llegar a una resolución. A principios de septiembre, llegó una respuesta: una erupción de asesinatos señala el comienzo de una guerra civil total”.

“Los vecinos de Sinaloa ahora siguen un toque de queda autoimpuesto, resguardándose dentro de sus hogares después de anochecer. Los padres se niegan a enviar a sus hijos a la escuela por miedo a que puedan verse atrapados en un tiroteo. La parálisis ha afectado a la economía local, ya que muchos empleados han dejado de presentarse a trabajar y las empresas han reducido sus horarios o suspendido sus operaciones por completo. La capital, Culiacán, ya ha sufrido cientos de millones de dólares en pérdidas, dicen los líderes empresariales. Con más de 140 personas asesinadas en solo un mes, los funcionarios temen que la violencia pueda extenderse pronto por todo el país, elevando las apuestas para la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum”, más preocupada, como sabe el lector, por desairar a España en su toma de posesión como presidenta.

Antes de dejar el cargo, el más que turbio Andrés Manuel López Obrador –el presidente que despreciaba las mascarillas durante la pandemia, que saludaba cordialmente a la madre de El Chapo y que, como sistema de lucha contra el narco, propugnaba “abrazos, no balazos”– culpó a los Estados Unidos de la violencia, que según él comenzó “debido a una decisión que tomaron que no fue correcta y que fue urdida en el extranjero”, sugiriendo que el gobierno de EEUU orquestó el plan para arrestar a El Mayo.

Como decía don Isidro Parodi, el detective injustamente encarcelado de Bustos Domecq, mientras se cebaba un mate en su celda, “¡chocolate por la noticia!”.

Un poco más al norte, en Florida, millones de residentes en la costa han huido de sus hogares ante la llegada del huracán Milton, en otra de las evacuaciones más grandes en la historia del estado. Los científicos climáticos y meteorólogos están atónitos ante la insólita virulencia del huracán.

El huracán 'Milton' EUROPA PRESS

La combinación perfecta de mares cálidos, aire húmedo y furor del viento está siendo favorecida por la trayectoria de Milton a través de la parte occidental del Golfo de México: cuando una tormenta pasa sobre agua caliente, absorbe gran parte de ese calor, usándolo como combustible y disminuyendo la temperatura del agua. Pero en el golfo occidental, “no ha habido nada más allí para enfriar el agua”.

El viento sopla a velocidades inauditas, y sopla cuando quiere. Efectos previstos del cambio climático: subida de la temperatura, escalada de tormentas apocalípticas… Tormentas como Milton son un adelanto de fenómenos catastróficos que serán más comunes en el futuro próximo.

En otros estados sigue la apretada campaña electoral, en la que ahora interviene el famoso periodista Bob Woodward –famoso por haber hecho caer la presidencia de Richard Nixon con las revelaciones de su “fuente” Garganta profunda–, publicando su nuevo libro, War (Guerra), que revela la extraña fascinación de Donald Trump por el presidente ruso Vladímir Putin. De momento ya ha trascendido que Trump habló en secreto con el presidente Vladímir Putin por lo menos siete veces después de dejar el cargo. Como ha dicho un exasesor de Trump, a este, “Putin se lo come de un bocado en un desayuno.”

En Túnez, país tan querido y cercano, y potencialmente delicioso, –donde pasé meses inolvidables cuando aún gobernaba Burguiba, un dictador que se fotografiaba risueño y con un ramo de jazmín sobre la oreja: aroma conveniente el de aquellas flores para soportar el hedor de la capital– se acaban de celebrar elecciones presidenciales. Según los resultados preliminares, el autoritario presidente, Kais Saied, ha sido reelegido con el 90,7% de los votos. Sin embargo, la participación electoral fue solo del 29%. Son cifras elocuentes: los partidos de oposición habían pedido a los tunecinos que boicotearan las elecciones porque solo se permitió postularse a dos candidatos de la oposición. Europa no chista, dicen los analistas, porque Saied quizá sea un son of a…, pero es nuestro son of a… en una región tan volátil y peligrosa, donde, a la que celebras verdaderas elecciones libres, te puede saltar un hermano musulmán o alguien aún peor. Parece que ya está claro para todos que el mayor error de Occidente en el Sur fue dejar caer al Sha de Irán, con las consecuencias sabidas para los pobres iraníes y para todos en general.   

Sin novedad en los escenarios de Ucrania, Gaza, Cisjordania y Líbano: perseverancia en la matanza. Vaclav Havel solía decir que “la verdad y el amor vencerán”. No cabe duda, pero también él sabía que eso será a largo plazo.