Nos ha interesado estos días el hecho curioso, recogido por las gencias AFP y AP, de que el músico y productor P. Diddy (Sean Diddy Combs, antes Puff Daddy), denunciado por nueve mujeres y desde el pasado día 16 encarcelado por tráfico sexual, y hoy uno de los personajes más despreciados y aborrecidos de los Estados Unidos –especialmente desde que se han filtrado filmaciones en las que se ve golpeando salvajemente a su es pareja, Cassie Ventura--, no está viendo perjudicada su carrera musical, sino todo lo contrario.
Paradójicamente, sus canciones han aumentado el número de escuchas en las plataformas de streaming musical, tras el anuncio de su encarcelamiento. El número de escuchas del rapero aumentó un 18,3%.
Según George Howard, distinguido profesor de negocios y gestión del Berklee College of Music citado por AP y por el rotativo parisiense Le Figaro, escuchar la música de estos artistas (supuestamente) depravados satisface la curiosidad de los internautas, que quieren saber más sobre ellos: “La música se convierte en una pieza adicional de información para ayudar a la gente a entender las atrocidades; es como preguntarse: '¿Cómo sonaría la música de alguien cuyo cerebro funciona así?’... Es como pasar en coche por delante de un accidente. Quieres parar y mirar”.
Como ejemplo, Howard menciona que después de que estrenarse un documental sobre R Kelly (otro músico diabólico, cantante de R&B acusado de conducta sexual inapropiada con mujeres y niñas menores de edad) las cifras de ventas de su música casi se duplicaron.
Diddy ha publicado cinco álbumes, No Way Out, Forever, The Saga Continues, Press Play y The Love Album: Off the Grid. P. Diddy, cuyo verdadero nombre es Sean Combs, ha sido acusado por la Fiscalía Federal de Manhattan de utilizar su "imperio" para apoyar una violenta trama de tráfico sexual. El rapero, que se ha declarado inocente, se encuentra actualmente bajo vigilancia por suicidio en prisión, a la espera de su juicio. Se trata de una medida cautelar, ya que su “salud mental no está clara”. Según su abogado, Marc Agnifilo, P. Diddy está “fuerte, sano, confiado y centrado en su defensa”.
Mientras tanto, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, anuncia en EEUU que tiene un “Plan de la Victoria” para acabar la guerra. Como es natural, no lo expone en público, pero en él es parte importante el uso de misiles de largo alcance occidentales para atacar territorio ruso, cosa que sus suministradores no le permiten.
E Israel mata a gran escala moros –hombres, mujeres y niños: lo que caiga— de 600 en 600, mientras prepara la invasión del Líbano. En nombre, eso sí, de su derecho a sobrevivir y de la “única democracia en Oriente Medio”.
Nada nuevo bajo el sol, salvo quizá las declaraciones del nuevo presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, sobre la siniestra Policía de la Moral, que han desatado un enconado debate en el país. En su primera rueda de prensa, seis semanas después de su toma de posesión, Pezeshkian aseguró que va a trabajar para que este cuerpo parapolicial deje de acosar a las mujeres, cuenta el Deutsche Welle. “¿Le siguen acosando?", preguntó a una periodista que llevaba puesto algo flojo el pañuelo que cubría su cabeza y había denunciado que había tenido que dar rodeos y maniobrar para evitar que esa brigada la detuviera.
“La pregunta de Pezeshkian no solo suscitó un polémico debate en internet, sino también en los círculos políticos de Irán”, explica el medio independiente, pero financiado por el Estado alemán. “Mohammad Javad Motazeri, presidente del Tribunal Supremo, criticó las palabras del mandatario: “Señor presidente, ¿pregunta usted si la Policía de la Moral sigue existiendo y molestando? La verdadera cuestión debería ser el uso inapropiado del hiyab que hace la periodista y los valores que no deben violarse”.
Entre otros comentarios indignados de políticos conservadores y sus seguidores, el diputado Abas Goodarzi advirtió a Pezeshkian en el Parlamento: “Cuesta creer que el presidente quiera amonestar a la Policía de la Moral”.
El artículo de Deutsche Welle es tan interesante que lo vamos a citar profusamente: “En internet hay también numerosas voces airadas de mujeres iraníes, algunas de las cuales son activas con sus nombres reales en redes sociales”.
“Desde la trágica muerte de Jina Mahsa Amini, de 22 años, bajo custodia policial hace dos años, muchas se niegan a llevar pañuelo en público. ‘¿No sabe el presidente a lo que nos enfrentamos cada día?’, inquieren. ‘Después de todas las muertes, ¿se pregunta si la Policía de la Moral sigue acosándonos?’, escribe la periodista Elahe Khosravi en la plataforma X”.
“‘El presidente Pezeshkian y parte del aparato político de Irán han reconocido que la respuesta a la ira y el profundo descontento de la población no pasa por más violencia. La evolución de los dos últimos años no puede ni revertirse ni detenerse’, explica el sociólogo Mehrdad Darvishpour, profesor de la Universidad de Mälardal, en Suecia”.
“Darvishpour lleva años investigando los cambios políticos en Irán. ‘Hay un fuerte movimiento de mujeres en Irán que ya no puede retroceder. Desde la muerte de Jina Mahsa Amini, muchas mujeres han decidido oponerse al velo obligatorio. A pesar de la represión masiva de los dos últimos años, resisten a diario y su valentía se extiende por toda la sociedad. Aunque las protestas a escala nacional fueron brutalmente reprimidas tras la muerte de Amini, podrían estallar de nuevo en cualquier momento’".
No depende solo de Pezeshkian impedir que la llamada Policía de la Moral siga acosando a las mujeres. Oficialmente, la brigada antivicio es una subdivisión de la policía iraní, subordinada al Ministerio del Interior.
Las decisiones sobre las tareas de la Policía de la Moral las toma el Consejo Supremo de la Revolución Cultural, una institución central de la República Islámica de Irán. Su principal tarea es supervisar y dar forma a la política cultural y educativa del país. Tiene una influencia significativa en la dirección cultural y científica del país, y controla áreas importantes como la educación, las universidades y las actividades culturales.
El Consejo está formado por representantes del Gobierno, entre ellos, el presidente y algunos ministros, como el de Cultura y Educación, así como por miembros nombrados directamente por el líder religioso, el ayatolá Jamenei. Entre ellos, hay también representantes del clero, que insisten en la preservación de lo que consideran valores islámicos, como el velo y el código de vestimenta de las mujeres. A pesar de estas restricciones, el presidente, que está a la cabeza del aparato administrativo, dispone de cierto margen de maniobra para introducir cambios”.
“Este hecho es evidente en el caso de los profesores y estudiantes despedidos en el transcurso de las protestas. Durante y después de las manifestaciones nacionales que siguieron a la muerte de Jina Mahsa Amini, numerosos profesores fueron despedidos y hubo estudiantes obligadas a darse de baja. Ahora se les va a permitir volver a las universidades, según ha anunciado el nuevo ministro de Educación. El rector de la Universidad de Teherán, responsable de muchas de estas suspensiones, fue destituido el 18 de septiembre”.
Veremos en las próximas semanas si esa ligerísima liberalización y mejora en el respeto a los derechos humanos de las mujeres se afianza, o si por el contrario se impone otra vez el criterio de la clerigalla fundamentalista de los siniestros ayatolas. Como solía decirse, “les mantendremos informados”.