El independentismo ha cosechado una dulce derrota a manos de Salvador Illa, el ganador de las elecciones con menos participación de la historia de las autonómicas. El miedo a un contagio, el frío, la desafección y el "relato" de que pase lo que pase nunca pasa nada se aliaron ayer en una suerte de tormenta perfecta que cubre con un manto de relativismo datos como el de que el independentismo ha logrado más del cincuenta por ciento de los votos. Eso significa que uno de cada cuatro catalanes ha optado por formaciones secesionistas. ¿De verdad eso es un éxito? Claro que pasado el porcentaje por la abrumadora maquinaria propagandística del nacionalismo y los complejos del resto, la conclusión fácil es que por primera vez en la historia el independentismo supera el listón. Pues vale. Y en Girona, ha ganado Puigdemont. Molt bé.
Quede constancia de que una de las noticias más desapercibidas de la jornada es el fin del pujolismo con el capitán Mas en plan Francesco Schettino en el puente de mando del Costa Concordia. Mangouras, el capitán del Prestige era otra cosa y se merece un respeto por haberse ido mar adentro en vez de derramar su carga en la costa. Artur Mas, qué crack, cero diputados y un último servicio a la patria, jorobarle la victoria al prófugo para no lograr ni un escaño. Gafe hasta el final.
"Junqueras tiene la palabra" es el titular del análisis del editor de Crónica Global, Xavier Salvador. Su texto arranca de manera muy ilustrativa: "Era de prever, más de lo mismo: embrollo, división, distancia y radicalidad. Es la Cataluña que ha votado el 14F y que ha dejado un panorama previsible, con la única sorpresa sobre la demoscopia (y ya pasó en Andalucía) del enorme contingente de votos recolectado por Vox".
Así es que Cataluña está en manos del líder de ERC, que gobernará en tercer grado o indultado con Pere Aragonès en plan presidente vicario o becario. Recuerda a la experiencia Torra y Puigdemont, un desastre sin paliativos. Por su parte, el antedicho Puigdemont y su escudera Borràs ya están confeccionando la lista de la compra: amnistía, autodeterminación y huevos duros. Aún no está escrito que vaya a haber un gobierno independentista. El tripartito de izquierdas fue descartado con vehemencia por ERC, pero la política podría alterar equilibrios y contrapesos.
El triunfo de Illa viene con adversativa en todos los titulares, donde la palabra más repetida es "pero". No así en Crónica Global, que le da una vuelta al asunto para concluir con que "Illa y Aragonès medirán sus fuerzas en el Parlament". Como decíamos, exaltación del pero y el pese o el a pesar en el resto de medios. "El independentismo refuerza su mayoría pese a la victoria del PSC" dice El País; "El PSC de Illa gana en votos pero el separatismo aumenta su clara mayoría", apunta El Español; "Illa y Sánchez ganan pero tendrán difícil impedir un Govern independentista", concluye El Confidencial.
En cuanto a la prensa de obediencia nacionalista, destaca el entusiasmo de El Món, que dice que "L'independentisme ho guanya tot". Se refiere, obvio, a la victoria en escaños y en votos.
Destaca en El Confidencial la crónica de Fernando Garea, que otorga a Sánchez un papel más que relevante en la victoria socialista. Escribe Garea: "El PSC ha ganado las elecciones catalanas en votos y ha empatado en escaños con ERC. Tendrá muy difícil poder formar un Govern e impedir un nuevo Ejecutivo independentista y lo más probable es que Pere Aragonès (ERC) sea el próximo president'de la Generalitat, pero el éxito de Salvador Illa y de la operación lanzada por Pedro Sánchez desde la Moncloa es indiscutible. Porque el PSC logra una espectacular victoria respecto a los resultados de 2017, al pasar de 17 a 33 escaños y, sobre todo, en relación con las expectativas previas a la designación de Salvador Illa como cabeza de lista socialista. Ha superado ampliamente en votos a ERC, pero le perjudica el reparto de escaños por provincias y por eso empata en diputados con el segundo partido".
Sigue la pieza: "Con este resultado, el presidente del Gobierno refuerza notablemente su posición política por el éxito de su apuesta y afianza su hoja de ruta para Cataluña basada en la vía del diálogo. Y además, se encuentra con un líder de la oposición, Pablo Casado, muy debilitado y cuestionado por un batacazo notable, al haber sido superado con holgura por Vox".
Las crónicas acentúan que el independentismo ha superado el listón del 50% en votos. Del texto de Iva Anguera de Sojo en El Independiente: "De hecho, el independentismo gana terreno con la baja participación, hasta los 74 escaños. No sólo eso, con los votos del PDeCat, que se queda fuera del hemiciclo, el independentismo suma por primera vez el 50% de los votos. Una victoria que ha llevado a Carles Puigdemont y Laura Borràs a hablar de «noche histórica» y advertir de que se trata de un mensaje del electorado para «avanzar hacia la independencia»".
Sin embargo, el dato de la participación cuestiona la consistencia de la suma independentista. En El Periódico escribe Rafael Tapounet sobre ese particular: "Una abstención de récord. Ya fuera por el miedo al contagio, por las adversas condiciones meteorológicas, por las disuasorias imágenes de colas en las calles, por un comprensible sentimiento de hartazgo ante el bloqueo de la situación política o por simple desinterés, la realidad es que casi la mitad de los 5.368.881 catalanes con derecho a voto optaron por desentenderse de las elecciones que decidían la composición del Parlament y, de forma indirecta, el próximo presidente de la Generalitat. La cifra de participación, un triste 53,56%, casi 26 puntos menos que hace tres años y dos meses, es la más baja jamás registrada en unos comicios autonómicos desde la restitución del autogobierno catalán. Un fracaso democrático en toda regla pese a la seriedad y la consistencia de los atenuantes. (...) En esta ocasión, hasta los cálculos más agoreros pecaron de optimismo y el número de votantes hizo una regresión en el tiempo para situarse por debajo incluso de las cifras de los primeros años 90, aquellos días del oasis catalán en los que Jordi Pujol encadenaba victorias sin despeinarse ante la indiferencia general y los expertos peroraban sobre conceptos como el voto dual o la abstención diferencial para justificar la tradicional desmovilización del electorado socialista en las elecciones autonómicas".
Por la derecha la jornada electoral deja un elevado reguero de víctimas. Desolación en el PP y ruido de sables contra Pablo Casado. "Barones del PP culpan a Pablo Casado del resultado en Cataluña y se plantean pedir dimisiones en Génova" titula El Mundo sobre un texto de Juanma Lamet que empieza de este modo: "Suenan tambores de división en el PP después de que las elecciones catalanas materializasen las peores pesadillas de Pablo Casado. Los resultados se traducen en un mazazo sin paliativos para el presidente del partido. Tanto psicológico como político. Todo un naufragio autonómico. Sin caudal en Cataluña, su liderazgo se ve, una vez más, dañado. Pero ahora, no por haber sucumbido ante el eterno rival, el PSOE, sino porque quien le ha recetado todo un KO técnico ha sido Vox, el partido con el que rompió en la moción de censura de octubre para mirar más al centro e intentar un despegue electoral. Y porque la campaña entró en barrena el pasado 9 de febrero, día en que Casado se distanció de la acción del Gobierno de Mariano Rajoy en el 1-O, un giro de guion que soliviantó al sector marianista del partido y reforzó a los de Santiago Abascal, que apostaron claramente por un frentismo duro ante el independentismo. Ese error se le achaca directamente a Casado y a su entorno directo".
Sigue la nota líneas después: "Hay líderes regionales del PP que no descartan la petición de dimisiones, para que sea el entorno inmediato de Casado quien asuma la responsabilidad del descalabro. Quieren quitarle poder al secretario general, Teodoro García Egea, porque, como reconocen en el PP, las elecciones catalanas suelen ser el preludio ante un cambio de ciclo en el ámbito nacional. El canario en la mina. "Ya ocurrió con Cs", recuerdan. Y quieren que Casado asuma su responsabilidad".
El partido está roto y con un solo representante en el Parlament. Lorena Roldán y Eva Parera han conseguido el escaño como independientes. Se deberían imponer medidas drásticas, pero el PP es dado al inmovilismo.
En cuanto a Ciudadanos, Sabino Méndez en La Razón traza una amable análisis que concede a Inés Arrimadas la oportunidad de sobrevivir al cataclismo de perder treinta escaños casi un millón de votos: "Los compañeros de partido que la conocen dicen que combina calidez y capacidad de escuchar con una firmeza severa que ha hecho temblar a más de uno. Al filo de los cuarenta años, el reto de Arrimadas es combinar esas características para mantenerse en política, remodelando una organización que responda a las necesidades de un nicho de votantes que objetivamente existe; es decir, la España liberal, esa tercera España que nunca acaba de cuajar, pero que cada día se asemeja más al perfil sociológico de una gran parte de la población que aspira a hacer algo juntos. En ese sentido, el papel futuro de Arrimadas en la política estatal tiene mucho que ver con la implantación posible en nuestro tablero político de una tradición de liberalismo europeo que en el marco de una UE cada día más permeable podría optar a apoyos tanto dentro como fuera del país".
Se avecinan impactantes novedades. Alquilen sillas y prepárense para el gran espectáculo de la política catalana y sus consecuencias en la española.
15 de febrero, santoral: Claudio La Colombière, Decoroso, Georgia, Quinidio, Severio de Valeria, Sigfrido y Walfrido.