Un debate a siete es como una orgía sin organización. Resulta de escaso interés y menos provecho, al punto de que lo más destacado fue que Inés Arrimadas repitió vestido verde benemérito y que a Marta Rovira la esconden para no perjudicar más a Oriol Junqueras.
En esta campaña, los candidatos no hacen promesas, sino que miran las encuestas. De los sondeos hemos pasado al sondeo "prohibido" de El Periódico de Andorra, un clásico que sirve para añadir más confusión en las vísperas del jueves electoral. El retrato demoscópico registra pocas novedades de un día para otro: "Esquerra ganaría las elecciones con 32-33 escaños y el 21,3% de los votos, dos diputados y ocho décimas menos que hace 24 horas. Ciutadans se mantiene en 27-28 parlamentarios pero pierde dos décimas en estimación de voto (21,2%), por lo que la distancia entre republicanos y naranjas se reduce a apenas una décima. Sin embargo, mientras ERC no varía su intención directa de voto (el voto sin 'cocina'), la formación de Inés Arrimadas cae casi dos puntos. En votos, las fuerzas secesionistas sumarían el 45,8%, dos puntos menos que en las elecciones del 2015".
La pregunta inevitable es cuántos votos más que ERC tiene que obtener Ciudadanos para igualar en escaños a los republicanos merced a una ley electoral que consiste en que un voto en L'Hospitalet valga ocho veces menos que en Queralbs.
Laia Vicens abunda en su texto del Ara en los componentes abruptos de la estrategia pepera: "Seguint la línia dura que ja va apuntar el dia abans la vicepresidenta espanyola, Soraya Sáenz de Santamaría, el candidat del PP, Xavier García Albiol, va vantar-se ahir de l’exili de Carles Puigdemont. 'Qui ha aplicat l’article 155? Qui ha tancat les ambaixades? Qui ha cessat el Govern? Qui ha provocat que Puigdemont hagi marxat a 1.000 quilòmetres de Catalunya? Mariano Rajoy. Per tant, a qui hem de votar el dia 21? Al PP', va cridar Albiol entre els aplaudiments de les 700 persones que van aplegar-se al míting del PP a Salou, el més important fins ara aquesta campanya".
Todo es obra de Rajoy, pero conspira a favor de Ciudadanos y el PSC por la vergonzante aplicación del artículo 155 y porque el PP tiene muy mala prensa en Cataluña y aún rigen las consecuencias del Pacto del Tinell y el cordón sanitario. De hecho, en Cataluña está mejor visto decirse de Vox que proclamarse del PP.
Los socialistas también compiten, según la crónica de Roger Pascual en El Periódico: "Las más de 5.000 personas que se han congregado no esperaban escuchar a bandas como Fun, por mucho que más de uno ha saltado como un groupie cuando Josep Borrell y José Luis Rodríguez Zapatero han entrado al ritmo de Some nights. El exministro ha llevado una chaqueta de pana en la que guardaba la carta del expresident Josep Tarradellas en la que, en 1982, afeaba a Convergència haber 'orquestado una ruptura política entre los catalanes y con España (...). Una ruptura que alguien tendrá que recoser'. A diferencia de su sonoro debut, esta vez ha obviado la polémica apelación a 'desinfectar' las heridas antes de cerrarlas. Eso sí, ha acusado a 'mossèn Junqueras' de tener una 'actitud predemocrática'. 'El problema que tenemos en Catalunya no es sólo jurídico, que también; no solo es político, que también. Es religioso'".
Está Borrell que se viene arriba en sus diagnósticos sociales, que percuten en la línea de flotación del sagrado catalanismo y cuestionan toda la retórica provinciana sobre el seny y las puñetas. Respecto a la religión, no es menor que Terricabras sea un reputado teólogo, la influencia de Rigol, la primera vocación de Carod Rovira o que Jordi Turull se hiciera amigo de Joaquim Puigdemont en el seminario de Barcelona. Eso, los campanarios con esteladas y lazos amarillos, las monjas del procés, el pare Manel, etcétera, etcétera.
Mayúsculo revuelo en el frente soberanista por la parcialidad de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que ha pedido el voto para Puigdemont. En ERC se suben por las paredes con la torticera estrategia de Elsa Artadi, que lleva quince días con la pejiguera de que no investir al "legítimo" supone acatar el 155.
Por ese flanco resulta ilustrativo el comentario del republicano Enric Marín en El Periódico. Sugiere un pacto a cuatro entre independentistas y comuneros basado en coordenadas relativas a las formas generales de gobierno: "Una victoria clara del bloque republicano sobre el bloque monárquico permitiría la formación de un gobierno de coalición fuerte basado en contenidos programáticos nítidamente progresistas en tres ámbitos: institucional, social y cultural. Es decir, agotada la etapa autonomista, será preciso definir un programa de gobierno de contenido constituyente. Si este gobierno no fuera posible por la falta de flexibilidad y generosidad de los actores implicados, habrá que ir a nuevas elecciones, con los castigos electorales imaginables".
Antoni Puigverd apunta a otra alternativa, más ecuménica, en su artículo de La Vanguardia: "Lo que más me preocupa de todo lo que está sucediendo es que el origen identitario determina de manera casi mecánica la identificación política. No somos conscientes de la potencialidad destructiva que tiene este hecho para una comunidad política inacabada y frágil como la catalana. (...) El viejo catalanismo antifranquista consideraba un bien superior la unidad civil. Por eso me aferro a la receta del Dr. Josep Maria Bricall, catalanista histórico, que ayer mismo Jordi Amat reproponía: después de las elecciones, sea cual sea la decantación del previsible empate, y antes de dar un paso más en el sentido que sea, hay que favorecer un gobierno de unidad para recoser la sociedad catalana. Si queremos salvar nuestro jardín común, es necesario que cada planta ideológica sacrifique su fruto preferido. Necesitamos un Govern de Reconciliación".
18 de diciembre, santoral: Nuestra Señora de la Esperanza, Flananio, Gaciano y Malaquías.