Cualquier vecino de la Meridiana sabe lo que pasa si deja de pagar la hipoteca. Puede argumentar que se quedó sin trabajo, que no le llega, que le engañaron, que el sistema es injusto y la justicia, ciega, pero no le servirá de gran cosa. Se quedará sin el pisito tarde o temprano y con una deuda de por vida. Actos y consecuencias. Está tasado. Es muy lamentable que haya gente en la cárcel, sea por corrupción política, económica o por robar una gallina. Ojalá no existieran las prisiones y todo el mundo tuviera una segunda oportunidad. Ojalá luciera el sol todos los días.



El señor Puigdemont debería reflexionar. En el auto de la juez de la Audiencia Carmen Lamela se expone con cierta claridad el efecto de la fuga del expresidente de la Generalitat: "Tampoco puede olvidarse el poder adquisitivo de los querellados que les permite abandonar fácilmente el territorio español y subsistir en el extranjero. En este punto, basta recordar el hecho de que algunos querellados ya se han desplazado a otros países eludiendo las responsabilidades penales en las que pueden haber incurrido".



Como los encarcelados gozan de mejor defensa que la mayoría de los desahuciados, la pasividad de los letrados, la negativa de los acusados a responder preguntas que no fueran de sus abogados y la huida del expresidente y cuatro consejeros prefiguraban la prisión preventiva. Conviene a sus expectativas electorales y contribuye a reciclar su imagen: de estafadores han pasado a mártires. Ya no tendrán que hacer frente a los incómodos reproches sobre la falta de recomimiento internacional o sobre el éxodo empresarial.



¿Y? Ruben Amón firma un análisis en El País en el que subraya los límites de la justicia: "El primer acto de la campaña electoral de Junqueras consiste en su ingreso en prisión. Será la celda de Estremera su espacio privilegiado de propaganda victimista, su oficina de reclutamiento. No tardará Oriol en compararse a Gandhi ni a Mandela. Convertirá a los siete consellers encarcelados en los siete samuráis, perfilando entre todos la pasarela melodramática del martirio. Y reclamando a sus votantes la solidaridad masiva de las calles y de las urnas. Le ha concedido la juez Lamela a Puigdemont una reanimación providencial, pero la gravedad de los delitos —rebelión, sedición, malversación— en que podría haber incurrido el vicepresidente y sus costaleros contradice que se les hubiera tratado con indulgencia, piedad o condescendencia. La justicia no puede plegarse a la oportunidad política. Sería incongruente y hasta peligroso inculcar en la sociedad el escrúpulo del Estado de derecho y el principio fundacional de la separación de poderes para luego someterlos a la conveniencia de la agenda electoral".



El inconveniente electoral centra el artículo de Federico Jiménez Losantos en El Mundo: "No se puede poner en marcha la Justicia para restaurar un Estado de derecho que en Cataluña no rige hace décadas y, al tiempo, someterlo al baño maría de unas elecciones abocadas al victimismo; menos aún con los medios de comunicación en contra. Rajoy -lo dijimos aquí, cuando tantos lo reputaban astutísimo- eludió su responsabilidad endosándoles a dos tontos que van de listos, Sánchez y Rivera, la convocatoria de unas elecciones de puro escaparate que, salvo milagro, perderá Ciudadanos y ganará un PSC-PSOE esquerranizado y podemizado. En ello está; por eso vetó intervenir TV3". 



Comparaciones históricas. Columna en Abc de Ignacio Ruiz Quintano sobre el problema español: "Tan de derecho, pues, era el Estado republicano que en el 34 bombardeó en la Generalidad al gobierno de Companys como el Estado monárquico que en el 17 encarcela en Soto de Real al gobierno (o lo que haya podido coger de él) de Puigdemont. El problema de España, pues, no está en el Estado, ni en el Derecho, ni en la República, ni en la Monarquía, sino en los separatismos, y el catalán ha vuelto a colocar hoy su enésima primera piedra. El ojo guiñado de Junqueras en la cárcel es el de esa gente que hace fotos y que, según Liselotte Bäuerle, se roba a sí misma el presente y roba a los demás el futuro".



Conmoción en La Vanguardia, que clama en su editorial contra la severidad judicial: "Siempre queda la posibilidad de una pronta excarcelación. O de que el Supremo asuma, como se ha apuntado, la causa de la Audiencia, por considerar que una y otra son inseparables. Pero, de momento, el paréntesis abierto por la aplicación del 155 y por el acatamiento que de él hicieron los dirigentes e instituciones de Catalunya –salvo Puigdemont y sus cuatro consellers belgas– parece tocar a su fin. La montaña rusa en que se ha convertido la política catalana vuelve a su habitual y desbocado sube y baja. Las prisiones dictadas ayer, que se suman a las de los dirigentes de la ANC y de Òmnium, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, pueden tener efectos inflamantes. La campaña presenta ahora grave riesgo de incendio. Es muy probable que dé armas a quienes priman la pasión sobre la razón. A quienes no reconocen los delitos claramente tipificados cuando son ellos o los suyos quienes los perpetran. A quienes gustan de calificar como represalia política la aplicación de la ley".



La prensa soberanista responde con un "artículo conjunto", género menor del frentismo mediático: "Cal que les institucions internacionals es facin càrrec que Catalunya és una nació, que no és un invent i que les seves legítimes peticions de democràcia per resoldre el conflicte amb l'Estat espanyol han de ser ateses. La nació catalana no serà silenciada amb mesures repressives. Cal que els drets democràtics i nacionals siguin respectats en un context de civisme i tolerància".



Duro y sentido artículo de Xavier Rius en e-notícies. Se pregunta dónde están los valientes: "Els mediàtics de Convergència: la Pilar Rahola, els Álvaro, els Sanchis, els Villatoro, els Cardús, els Sintes, els Toni Aira. A vosaltres Mas -o Puigdemont tant se val- si que us hagués fet cas. N’hi havia prou per dir: compte, prendrem mal". 



¿Huelga general? Santi Vila simboliza el infantilismo. Pretendía sobrevivir al incendio de Roma y liderar su reconstrucción. 



3 de noviembre, santoral: Martín de Porres y Silvia de Sicilia.