Jordi Cuixart, presidente de Òmnium, se disfrazó de Albert Rivera. Terno negro, camisa blanca y corbata. Aliño indumentario insólito. Tal vez fue lo único histórico del día de la vergüenza. En el singular 30 Minuts del domingo, Cuixart mostró a su hijo recién nacido. ¿Cómo se puede investigar a este hombre por rebelión? Un padre de familia que tiene un traje para las grandes ocasiones, una persona que todavía sabe lo que es una corbata. Es verdad que el 20 de septiembre, él y su compi Jordi Sànchez, la liaron parda frente al departamento de Oriol Junqueras, el general Comomola de este esperpento. Los dirigentes del proceso están en la cuerda floja. Si el Gobierno no aprieta, tendrán que pasar cuentas ante su gente y ante los diputados de la CUP. Y seguirá el mambo.
Gatillazo, la puntita nada más, independencia interruptus, temblor de piernas, rumor de tripas. Es difícil de explicar. Puede que Cataluña sólo esté un poco embarazada. La prensa soberanista habla de "tiempo muerto", de "pausa para dialogar", del "gesto de distensión" de Puigdemont, al frente de una tropa con cada vez menos efectivos y más encabronados. Puede que Sànchez y Cuixart tengan más reparos en declarar ante Quim Arrufat que ante una jueza de la Audiencia Nacional. Sembrar vientos para ir corriendo al baño. El retraso de más de una hora no presagiaba nada bueno
El editorial de La Vanguardia trata de echarle un cable al president al tiempo que reorienta las velas e intenta ser el periódico normal y consistente de antaño, de cuando antes de aquel infame y disparatado editorial conjunto, el tipo de paridas que convirtieron a una buena parte de la sociedad catalana en gente tan sonriente como empreñada con el Espanya ens roba, un eslogan que ya no es de nadie, que nadie dijo nunca.
El diario del conde opina ahora esto: "Carles Puigdemont quiso hallar una vía intermedia entre la proclamación de la independencia y la claudicación. Y lo que logró fue crear desconcierto y confusión. Sabía que sus palabras serían escrutadas con gran detalle. Sabía también que sería muy difícil complacer simultáneamente a sus correligionarios y a sus rivales. Y optó por una fórmula que aspiraba a declarar la independencia para, acto seguido, suspenderla e iniciar un período de diálogo. En concreto, y refiriéndose al 1-O, Puigdemont afirmó: “Como presidente de la Generalitat, asumo al presentar los resultados del referéndum ante el Parlament y a nuestros conciudadanos el mandato de que Catalunya se convierta en un estado independiente en forma de república”. Y añadió: “Proponemos que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de independencia para que emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada”. (...) El independentismo sigue su cabalgada, en un país que dice querer mejorar, pero que va desangrándose ante sus ojos, día a día, sin que sepa cómo contener la hemorragia".
También el lenguaje informativo de La Vanguardia cambia de modo. La crónica de Isabel Garcia Pagan ya no muestra los ribetes beligerantes de los días de vino y estrelladas. Efectos retartados de la mani de los buitres del domingo. Escribe la periodista que Puigdemont no gustó a nadie: "Tampoco satisfizo en la calle. La multitud congregada en el paseo Lluís Companys convocada por las entidades independentistas empezó aplaudiendo al president y acabó pitando la suspensión de los efectos de la declaración de independencia. Aunque las interpretaciones dependían de cada plaza y cada municipio. Los líderes de la ANC y de Òmnium, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, ayudaron a digerir el desconcierto. “Es una decisión responsable. Entendemos que los próximos días serán determinantes”, “nadie que votara el 1-O puede sentirse decepcionado” con la actuación de Puigdemont, concluyó Sánchez".
En el balance diario de fugas empresariales. Planeta se ha largado y Grifols nunca ha estado. Aprovechando el desconcierto, Prisa releva a Cebrián en favor de Monzón. No cambia la reciente línea dura contra el procesismo, tal como se constata en el editorial de El País: "Todo sucedió en un escenario aderezado de sombríos agravantes. La convocatoria de manifestaciones rodeando al Parlament, con el pretexto de apoyarlo, resulta una evidente amenaza a los diputados disidentes. El hallazgo de una hoja de ruta para balizar el proceso a la independencia a través de “desestabilizar económica y políticamente” el país, es más que inquietante. Y la acusación de la Guardia Civil a la dirección política de los Mossos de haberse abstenido de desbaratar el referéndum del 1-O no es de menor cuantía. La extrema gravedad de esos sucesos plasma la deslealtad del Gobierno de la Generalitat con las restantes instituciones catalanas y con el Estado del que forma parte en su conjunto. Es por ello que al Gobierno que preside Mariano Rajoy no le queda otro remedio que aplicar la ley con la severidad proporcional al caso, que es enorme".
En Voz Populi, José Alejandro Vara traza la crónica de la valoración gubernamental. Hay hastío, cansancio y la sensación en Moncloa de que los nacionalistas son unos trileros redomados: "Rajoy se reunió en la noche del martes con Pedro Sánchez. Conversó telefónicamente con Albert Rivera. Objetivo: adoptar medidas drásticas para frenar el golpe de Estado que impulsan los grupos secesionistas catalanes. La respuesta será contundente. Implacable. "No se puede dialogar con quien se sitúa fuera de la ley", señaló la vicepresidenta del Gobierno en su comparecencia en Moncloa. La gran farsa de Puigdemont, de airear la DUI para luego suspenderla y chantajear al Gobierno con una negociación imposible, no le va a funcionar".
Uno de los estrategas del tablero soberanista, José Antich, firma un artículo en El Nacional en el que confía en la mediación internacional: "Al límit del final del llarg viatge cap a la independència de Catalunya, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, va aturar el rellotge i es va donar un temps, previsiblement curt, per negociar. Segurament, no és el més senzill d'explicar per al Govern, ni el que esperava una part de l'independentisme que volia una immediata declaració d'independència després dels resultats del referèndum de l'1 d'octubre. Però tampoc no és el més còmode per al govern espanyol i per a Mariano Rajoy ja que l'aplicació del 155 de la Constitució -la suspensió formal de l'autonomia- que té a punt la Moncloa des de fa mesos és una mica més difícil d'explicar a l'estranger i d'activar amb l'aposta formal del diàleg pel mig i l'apel·lació a una mediació internacional. Amb el rellotge aturat, s'haurien d'activar els contactes amb el govern del PP i les fórmules posades a sobre de la taula pels diferents mediadors internacionals d'aquestes últimes hores. Això, almenys, en teoria, ja que no és gens clar que el gest de Puigdemont tingui correspondència a Madrid, com va donar a entendre Soraya Sáenz de Santamaría en una compareixença breu en la qual, més enllà del to dur habitual, no va afegir res de nou".
En El Món, Salvador Cot no oculta su decepción: "En definitiva, Catalunya ha tingut una actitud diplomàtica, en un moment en què necessitem diplomàcia. I la imprudència també fa traïdors, evidentment. Però cinquanta-vuit segons... A mi també m'emprenya".
Más frustración en el análisis en Vilaweb de Pere Cardús: "Molts assistents de la festa convocada per les entitats a la vora del parlament ja havien anat desfilant cap a casa. ‘Ja ho veuran més clar demà’, deien alguns diputats i membres del govern. ‘Aquesta jugada no té uns efectes immediats, però tampoc no tardaran gaire a veure’s’, afegien. En una sala gran del parlament, allà on es fan els grans actes públics, s’hi aplegaven els diputats de Junts pel Sí i la CUP i tot el govern per signar la declaració d’independència. Quins efectes legals podia tenir aquella signatura? Si la declaració és suspesa temporalment, vol dir que els tribunals espanyols continuen tenint potestat sobre Catalunya i els seus ciutadans (diputats inclosos)?"
Pues esa pinta tiene. Faltan dos días para que los inhabilitados y los que están a las puertas pidan una amnistía. Y sólo ha pasado un mes de la última Diada, la madre de todas las diadas.
Good morning, Catalonia. Seguimos para bingo.
11 de octubre: Anastasio, Bruno y Cánico.