El Govern se ha puesto chulo. La portavoz Neus Munté brama contra el PP, Junqueras lo tiene todo arreglado y Artur Mas se pasea por los medios con el anuncio de que pretende volver y encabezar la candidatura del PDECat. Resurge de sus cenizas y aunque resulte inhabilitado en el juicio por el 9N que comienza el próximo lunes, entre pitos y recursos podría presentarse limpio de polvo y paja a las próximas autonómicas. Es Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street, el dinosaurio de Monterroso, un Terminator de última generación que avanza impasible con el discurso de la desobediencia integrado en el disco duro.
El secesionismo ha digerido el mondongo del caso Vidal con inusitada rapidez y estudia anticipar el referéndum. Todo está dispuesto para el choque de trenes y en estas Mas se convierte en Anna Gabriel y asegura que en algún momento habrá que desobedecer al Tribunal Constitucional, como si pasar del TC no fuera la especialidad de la casa y por lo que le van a juzgar a partir del 6F.
Del desmentido a Vidal se ha transitado a disimular lo mínimo y presumir de preparativos. La palabra clave es mandato, el supuesto cometido impuesto a la Generalitat por los electores. La traducción es que los promotores de la independencia no pueden hacer otra cosa más que obedecer al pueblo y poner las urnas; que ellos, pobres, son unos irresponsables sin capacidad de maniobra cuyo único delito sería el de practicar la democracia en formato puro y duro.
Continúa Cruz: "'No quisieron ver que el procés acabaría en procesamientos', explica un miembro del Gobierno, para quien no hay duda de que la Generalitat, acuciada por la CUP, se mueve a la desesperada. 'No habrá referéndum', añaden tajantes desde Moncloa, repitiendo una vez más que no es posible, con la Constitución en la mano, aceptar que sólo una parte de los españoles se pronuncie respecto a 'lo que es de todos'".
Entre el precedente del 9N y la firmeza gubernativa baila la duda sobre cómo puede impedir Rajoy que Puigdemont y Junqueras hagan un Mas y luego convoquen elecciones, desenlace natural de un proceso en el que los jueces están de pega y el presidente del Gobierno ha adoptado la táctica zen de observar de reojo mientras se entrega a la levitación.
Mientras aumenta el ruido en el frente del Este, en el centro Podemos se disuelve en el jugo del ego de sus cabecillas. Como una pareja mal avenida, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón discuten en público. Ellos lo niegan y dicen que gesticulan porque son españoles y no holandeses. Pero en realidad parecían dos capos montaraces a punto de sacar la lupara. Han logrado ser portada en casi todos los medios. Los amigos comunes aseguran que la reconciliación es imposible, que sólo puede quedar uno. Duelo al sol.
En El País, Elsa García de Blas firma la noticia sobre la bronca de escaño a escaño: "La batalla entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón alcanzó este martes niveles de tensión máxima, en tiempo de descuento para alcanzar un acuerdo que evite la confrontación en el próximo congreso. El líder de Podemos y su número dos terminaron discutiendo en el escaño durante el Pleno, a la vista de todo el hemiciclo, por la disputa sobre la renovación del órgano de garantías. El sector de Errejón había denunciado un 'golpe de Estado burocrático'".
Continúa De Blas: "La escena en el escaño fue ilustrativa de lo dañada que está la relación entre el líder y su número dos. Iglesias y Errejón no se habían visto este martes hasta las tres de la tarde, cuando ambos tomaron asiento codo con codo en el Pleno del Congreso. La negociación de las últimas horas, no ya para buscar un acuerdo que evite su pugna con distintas listas en el congreso —algo que en ambos sectores se da ya por imposible— sino para alcanzar un pacto de mínimos sobre el órgano de garantías, había embarrado de nuevo todo. El sector de Errejón había acusado por la mañana al de Iglesias de perpetrar un 'golpe de Estado burocrático'. Nada más ver aparecer a su número dos, Iglesias explotó, a la vista de todo el mundo. Las imágenes captadas por los fotógrafos del Congreso muestran que la discusión empezó con una reprimenda de Iglesias. Con gesto serio, el líder reprochó a su número dos la postura demasiado firme, a su juicio, que este estaba manteniendo en la negociación sobre el órgano de garantías. En varias ocasiones le puso la mano en el hombro. El portavoz parlamentario de Podemos le rebatió también apasionadamente".
Décadas tardaron Felipe González y Alfonso Guerra en romper. La nueva política es cosa de pipiolos.
Ciudadanos también está de precongreso, pero nada que ver con lo de Podemos. Albert Rivera y su lugarteniente Villegas no son de perder los nervios y las formas en público y llegan al cónclave con las clavijas del partido bien apretadas. Sin embargo, también afrontan pasajes de brumas y una cierta desconexión con los orígenes, ese partido de escritores, artistas y filósofos montado en el altillo de un bar de la plaza Real.
En El Español, Jorge Sainz y Daniel Ramírez han hurgado y preguntado a los padres intelectuales de Ciudadanos sobre la deriva de la formación, el único partido alumbrado por personas de reconocido prestigio antes de meterse en política y que lograron mantenerlo tras salirse. Un caso y unos orígenes realmente insólitos que sería estúpido no reivindicar.
A la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no le gustan las terrazas y ha liado una de esas polémicas tan caras a la ciudadanía y que le va a salir al gremio de los cafeses y las copas por un ojo de la cara. Las cosas de Ada, como la manía a los hoteles, según cuenta Margalida Vidal en esta misma pantalla.
1 de febrero, santoral: Cirilo, Brígida y Veridiana.