Hay que darle dos vueltas a los medios para comprobar que es 30 de septiembre, que no nos han colado el periódico de ayer y que las noticias del PSOE y las del proceso son del día y no de anteayer. Cuando una guerra relámpago se convierte en guerra de trincheras, el espectáculo pierde interés y da paso a segundones y perfectos desconocidos, tal que Verónica Pérez, presidenta del comité federal de los socialistas que se autoproclama única autoridad del partido en estos momentos. Una autoridad a la que no dejan pasar del recibidor de su teórico feudo. Así, Pedro Sánchez es un muerto que está muy vivo y se aplica la máxima de Cela de que quien resiste, gana.
Como lo que no mata engorda, Sánchez está a punto de demostrar (contra la creencia generalizada) que un editorial de El País vale lo mismo que un billete de 15 euros. El "insensato sin escrúpulos" se limpia el ojete con el texto, cosa poco recomendable por la toxicidad de las tintas, sean medias o cargadas. Entre tanto, espera la llegada de refuerzos -confirmado un autocar de Terrassa -para repeler el asedio de la vieja guardia y la coronela Susana Díaz. Se sopesa el pacto del dentista entre las dos facciones, pero fíense y no corran. La traición está en el ADN de la política.
Con un casco en el que pone press y pertrechado con un teléfono y un teclado, Toni Bolaño reporta la guerra desde tierra de nadie para Crónica Global. Es casi la única noticia fresca del quiosco, sea de papel o virtual: "Algunos de los diputados se llevan las manos a la cabeza cuando oyen los preparativos de la movilización de militantes alrededor de la sede del PSOE el próximo sábado al tiempo que se celebra la reunión del comité federal en la madrileña calle de Ferraz. “Esto es un grave atentado a la convivencia del partido y, más, es una grave irresponsabilidad”, afirman. Les parece más normal, sin embargo, que Susana Díaz envíe a Verónica Pérez a dar una rueda de prensa multitudinaria en plena calle ante la misma sede para decir que ella es la única autoridad del partido".
El periodista constata deserciones en el grupo parlamentario y la posibilidad cierta de que 44 de los 85 diputados socialistas voten a su bola, en contra del acorralado. Ni en sus mejores sueños se podía imaginar Mariano Rajoy que su frustrada investidura le explotaría a Sánchez en las manos, según concluye en este mismo medio Joaquín Romero. Pero esto no ha acabado y hay quien barrunta que el secretario general puede sofocar la rebelión. Sería el Erdogán de Tetuán.
Esa es la opinión que destila Jesús Cacho en su artículo de Vozpópuli: "No hay más, no había más. Una Susana que este jueves en Sevilla dio cabal medida de la profundidad de su pensamiento político oceánico de 5 milímetros de espesor en un bla, bla, bla insufrible, lleno de lugares comunes, que en todo momento eludió siquiera rozar las razones de una rebelión que solo tendría sentido si se tratara de liquidar políticamente hablando a un tipo convertido en un riesgo letal para los millones de españoles que ansían un futuro de paz, progreso y libertad. No lo va a tener fácil la tropa rebelde. Hay demasiado escapismo, demasiada cobardía en sus filas. Y ni siquiera se han leído bien los estatutos. A riesgo de equivocarme, cosa que no me disgustaría en absoluto, creo que Sánchez se va a llevar el gato al agua una vez más, y tal vez esta sea la decisiva. Porque su pulsión vital, su ideología (si alguna), su ambición, camina en paralelo con esa amplia franja de españoles de izquierda para quienes la derecha roba, los empresarios explotan y el Estado tiene la obligación de hacerse cargo de mi educación, de mi sanidad, de mi vivienda y hasta de mi felicidad. Todo gasto público. Todo gratis total. La España del populismo rampante que puso en boga Rodríguez Zapatero. La España de los españoles que no quieren a España".
Gonzalo López Alba, que sigue al PSOE desde los albores de la Transición, firma un análisis en El Confidencial que refuta la tesis anterior: "Sánchez jibarizó al PSOE para poder gobernarlo a la medida de su escasa talla política, y de la de sus colaboradores más directos, y lo radicalizó como se convierten en sectas las iglesias pequeñas, acallando las voces de los discrepantes con amenazas. Quienes construyeron y mantuvieron grande el partido no podían tolerar que acabe siendo una caricatura en miniatura de lo que fue, como tampoco los coroneles con mando en plaza, con Susana Díaz al frente, esta vez sí, prueba de su decisión de asumir el timón en un escenario en el que, si se sigue el siguiente capítulo del plan diseñado por los amotinados, ya no habrá elecciones en diciembre ni por tanto urgencia alguna de que el partido postule un nuevo candidato presidencial".
Al este del Ebro, Puigdemont ha superado el round de la moción de confianza sin despeinarse (es un decir), pero no tiene garantizados los presupuestos. La prensa soberanista subraya en titulares la primera cuestión pero soslaya los números autonómicos, piedra de toque que medirá la consistencia del apoyo de la CUP al referéndum o referéndum del monótono menú del chef. Déjà vu.
Jordi Pujol, por su parte, resurge de las cenizas de su confesión y tras mostrarse en carne y hueso en el Círculo de Economía se ha puesto querulante. Miguel Ángel Pérez da la noticia en OK Diario: "La justicia andorrana ha admitido a trámite la querella criminal presentada por el expresidente de Cataluña, Jordi Pujol, contra el comisario, Marcelino Martín Blas y el agregado de Interior en la embajada española del Principado, Celestino Barroso. El escrito fue presentado hace unas semanas por el letrado de Pujol en Andorra, Jean Michelle Rascagneres, tras la denuncia realizada por el máximo accionista de Banca Privada de Andorra, Higini Cierco, ante la juez que instruye el caso BPA, Canòlic Mingorance. Ok Diario ha tenido acceso a esta querella presentada por las presuntas “amenazas” y “coacciones” de Martín Blas y Barroso a los propios dueños de BPA, los hermanos Higini y Ramón Cierco. “Unos delitos”, dice el escrito, “de los que son víctimas directas” los Pujol".
Pobres Pujoles.
30 de septiembre, santoral: Amado, Eusebia, Gregorio y Jerónimo.