El exministro Josep Piqué recuerda sus tiempos en la universidad en la entrevista con Crónica Global / CG

El exministro Josep Piqué recuerda sus tiempos en la universidad en la entrevista con Crónica Global / CG

Política

Josep Piqué: "Cuando era ministro de Exteriores estudiaba más que cuando estaba en la universidad"

El exministro de Asuntos Exteriores cree que el desinterés de Rusia por el cambio climático responde a que el deshielo del Ártico le abre una salida libre al mar

23 mayo, 2018 00:00

--Pregunta. En el libro que acaba de publicar, 'El mundo que nos viene' (Deusto), usted transmite la idea de que ser ministro de Asuntos Exteriores no es nada fácil.

--Respuesta. No [risas]. Una vez me preguntaron siendo ministro a qué le dedicaba más tiempo y mi respuesta fue: “A estudiar. Estudio más ahora que cuando estaba en la universidad cursando dos carreras simultáneamente”. Y eso es así porque tienes que conocer la personalidad de tus interlocutores, la historia de ese país, sin la cual es difícil interpretar la política exterior, ubicar muy bien en el mapa las zonas que estás contemplando y analizar a fondo los dossiers que preparan los equipos del ministerio, que son muy buenos pero también largos y prolijos.

--Da usted una visión muy original del cambio climático al aportar un llamativo análisis geopolítico de los efectos del deshielo en el Ártico.

--En el análisis sobre el deshielo del Ártico no hay optimismo ni pesimismo, sino la aproximación a una realidad que está evolucionando muy rápidamente y que Rusia está aprovechando bastante mejor que el resto de países del denominado Pacto Ártico. Quizá con la excepción de Noruega, pero hay que decir que éste tiene una dimensión mucho menor que la propia Rusia. Las consecuencias van a ser extraordinarias desde el punto de vista comercial, de la explotación de los recursos energéticos y también del militar y estratégico.

--¿Militar y estratégico?

--Fíjese que no en vano para Rusia la preocupación por poder acceder a los océanos ha sido una constante en su historia al estar constreñida al Norte por el hielo; en el caso del Báltico al tener que pasar por los estrechos dominados por Dinamarca y Suecia, y en el caso del Mar Negro, porque para salir hay que atravesar el Bósforo dominado por Turquía. Para Rusia eso ha sido siempre una clarísima obsesión estratégica.

--Y en términos medioambientales, ¿es usted tan optimista?

--El cambio climático, efectivamente, va mucho más allá que esto y creo que la defensa del cumplimiento de los acuerdos de París es absolutamente fundamental. Hay que procurar que Estados Unidos vuelva a ese esquema multilateral, porque en el marco de los debates científicos que existen sobre las causas y las consecuencias del cambio climático, que la temperatura media del planeta está creciendo y que esto tiene consecuencias innegables está fuera de discusión.

--Si las relaciones internacionales no pueden analizarse con enfoques simplistas, ¿qué me dice de Donald Trump? ¿Sobrevivirá EEUU como imperio a Trump?

--Sin duda. Estados Unidos es demasiado fuerte incluso para que un determinado presidente pueda ser tan perjudicial. En cualquier caso, los tiempos están tasados y pueden ser entre cuatro y ocho años en función de las circunstancias o menos si se produjera un impeachment. Pero la potencia estadounidense seguirá siendo importantísima a lo largo de este siglo, es verdad que con mayores competidores que en este primer cuarto, principalmente China, y que la ventaja de EEUU, por ejemplo en el ámbito militar, es todavía inconmensurable. Otra cosa es que en un mundo más complejo e interrelacionado, con una bipolaridad imperfecta, el grado, como diría Madaleine Albright, de indispensabilidad de Estados Unidos probablemente sea cada vez menor.

--¿Estamos asistiendo a los primeros síntomas de esa indespensabilidad?

--Lo estamos viendo en muchos de los conflictos de Oriente Medio, que se están dilucidando sin un papel determinante de EEUU. Ahí hay una lección adicional que va ligada a la introducción de la pregunta: es verdad que algunos de los fracasos de Occidente derivan de una aproximación demasiado occidental a esa problemática. El ejemplo paradigmático ha sido la intervención militar en Irak, rápidamente exitosa. Lo que ha sido un desastre por falta de comprensión de la complejidad de la región ha sido la etapa posbélica. Y todavía pagamos las consecuencias.

--¿Se sintieron defraudados al ver la incapacidad de EEUU para gestionar la guerra?

--Eso fue una sorpresa, porque parece lógico que después de una intervención militar se tenga elaborada una estrategia para el escenario posbélico. Y nos dimos cuenta del altísimo grado de improvisación que, además, se vio cuando se desmantelaron todas las estructuras de un Estado relativamente moderno, desde la policía al ejército, pasando por la administración de justicia, y no se tenía preparada la sustitución. De esta manera proliferaron todo tipo de milicias, todo tipo de señores de la guerra, de reminiscencias tribales que llegaron a hacer casi imposible la gestión del país.

--¿Ya se ha recuperado lo perdido?

--Recuperar eso ha costado muchísimo y todavía queda mucho trecho. Acabamos de ver las elecciones en Irak. Al final, resulta que los dos primeros ministros que ha tenido Irak desde entonces, Nouri Al-Maliki y Haider o Al-Abadi han quedado terceros y cuartos; en segundo lugar, las milicias chiitas, muy próximas a Irán, y en primer lugar un clérigo chiita, Muqtada Al-Sadr, que tiene también en estos momentos una actitud muy crítica no sólo hacia EEUU sino también hacia Teherán.