Cámaras pendientes de la conferencia de Manuel Valls, en el CCCB /CG

Cámaras pendientes de la conferencia de Manuel Valls, en el CCCB /CG

Política

Caos, periodistas franceses cabreados y las lágrimas de Óscar Tusquets

El auditorio del CCCB queda desbordado ante la conferencia de Manuel Valls, que basó su relato en su épica personal en Francia

26 septiembre, 2018 00:00

“Un chico de Barcelona que llega a ser primer ministro en Francia”. Así se definió Manuel Valls, en un acto que desbordó todas las previsiones, y que dejó a los organizadores con la sensación de que tienen entre manos a un Miura, que les tocará lidiar con habilidad para tener éxito. Y es que decenas de medios franceses, que no se habían acreditado, se unieron a los que sí lo habían hecho, y no pudieron acceder a la sala. Los periodistas franceses buscaron un acomodo, un posible encuentro posterior con Valls, tras el acto.

Pero no hubo lugar. El momento para el contacto con los medios, con todo el tiempo que haga falta, se producirá a partir de este mismo miércoles. Valls tiene claras las cosas y su equipo aprende con él. Hasta 28 cámaras, sin embargo, acabaron en la sala Mirador del CCCB, dispuestas a recoger hasta el último gesto del político francés. En el vestíbulo del centro cultural, en pleno centro de Ciutat Vella, las aglomeraciones fueron de órdago, y dejó a muchos de los invitados sin poder entrar. El equipo de campaña, que lidera Xavier Roig y Guillermo Basso, no podían forzar más el equipamiento: límite de 155 personas en el auditorio. Ni uno más. La seguridad manda.

Arte, arte y Barcelona

Con todos ellos, en vivo y en directo, el “chico de Barcelona”, nacido en la capital catalana, pero crecido y educado en Francia, hijo del pintor Xavier Valls, les hizo vivir una historia marcada por la épica. El niño que se enamoró en catalán, con un “t’estimo, y no un je t’aime, o un te quiero”, el joven que escucha a su padre y a sus amistades de círculos artísticos, como Albert Ràfols Casamada o Maria Girona, el que se acerca también a figuras como Carles Sentís o Maragall, cuando veranea en el barrio de Horta de Barcelona, el que ve cómo evoluciona su ciudad, con los grandes arquitectos, con Tusquets o Bohigas… Y todo eso con el bagaje cultural de Francia, siguiéndolo todo y aprendiendo desde una “escuela pública”.

En ese momento, Óscar Tusquets, en un ángulo de la primera fila, sacaba un pañuelo. Sus ojos se habían humedecido, producto de la atención prestada o a la edad, o realmente por el impacto de las palabras de Valls, que, sin ser un maestro de la oratoria, y menos en catalán o en castellano --utilizó las dos lenguas, junto al francés-- sí supo tocar las teclas oportunas para justificar su candidatura a la alcaldía de Barcelona. Quiere vivir en la capital catalana, "pase lo que pase" con la alcaldía.

Entre escritores y economistas

No hubo grandes figuras, ni del mundo económico ni cultural, ni mediático. Era el día del anuncio. Los que quieran dejarse ver, tal vez lo hagan a medida que el proyecto vaya tomando forma.

Pero sí estaba el propio Tusquets, arquitecto y hermano de la escritora y editora Esther Tusquets. Y Nuria Amat, autora de El Sanatorio, la novela en la que defiende a los “silentes”, a los que permanecen en silencio durante el proceso soberanista. Y el cazatalentos Luis Conde, el escritor y editor Eduardo Gonzalo y el economista Francesc Granell. También quisieron escuchar a Valls el exdirectivo de Yamaha Jorge Lasheras y el exmiembro de la junta del Círculo de Economía y ahora patrón de la Fundación, José Luis Oller Ariño.

Amar a Francia

Y todos mostraron su esperanza y una constatación. “Ha puesto nerviosos a todos, a ver cómo reaccionan a partir de ahora”, en referencia a los partidos independentistas, y a los cambios en las candidaturas, como la decisión de Esquerra de sustituir a Alfred Bosch por Ernest Maragall.

El “chico de Barcelona” se despidió, esperando que otras fuerzas políticas se sumen, sin ocultar que, por ahora, le apoya Ciudadanos, agradeciendo el gesto. Y para los medios franceses, inquietos y agobiados por el caos inicial, Valls tuvo un detalle: un titular claro, en el que constataba que dejará su escaño en la Asamblea francesa, y que ama a Francia, y su fidelidad con el país será “eterna”.