El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha superado el primer gran embrollo político de la legislatura: la comparecencia en el Parlament para dar cuenta del caos ferroviario de Rodalies en Cataluña en un pleno monográfico dedicado al asunto sobre el que gira hoy la actualidad política catalana.
En un debate parlamentario marcado por las críticas de la oposición, el Govern, con Illa al frente, salió airoso demostrando que, pese a las presiones, mantiene su capacidad para manejar la situación sin ceder ante las tensiones políticas. Reconoció el problema, pero pidió tiempo y prometió intervenciones que deben mejorar la infraestructura en los próximos meses.
ERC muerde primero, pero no aprieta
La comparecencia fue un test de estrés para el president y su Ejecutivo, pero el pleno también dejó claro que nadie está dispuesto a romper la baraja. La oposición arremetió con fuerza contra la gestión del servicio ferroviario, exigiendo que el Govern actúe con mayor determinación y ambición para mejorar el servicio.
Sin ir más lejos, Esquerra Republicana, uno de los socios de investidura, fue el primero en apretar las tuercas a Illa. Los republicanos, que tuvieron su momento para gestionar, pues gobernaron en solitario gran parte de la anterior legislatura, tienen entre ceja y ceja lograr que el Govern socialista se sitúe en una posición más exigente ante la Administración central.
La formación independentista volvió a exigir un traspaso de competencias "integral". La portavoz de los republicanos en la Cámara catalana, Ester Capella, reclamó al Govern que ponga todos sus esfuerzos para que esta cesión sea efectiva y sirva para que el servicio funcione mejor.
Desde ERC no tienen "ningún interés en que Renfe se quede en Cataluña". Sin embargo, sí dieron su beneplácito al acuerdo alcanzado in extremis con los sindicatos que supone que finalmente el servicio ferroviario catalán no salga del grupo Renfe.
Sí habrá una nueva empresa mixta para operar la red de Cercanías, pero la mayoría accionarial será estatal y no de la Generalitat, como se preveía en el primer acuerdo alcanzado con los republicanos.
El tira y afloja de ERC
Esquerra buscó su cuota de protagonismo. Si bien es el partido que más ha presionado para forzar al Estado al traspaso integral de las competencias, su posición tiene parte de brindis al sol.
La portavoz de ERC, Ester Capella, en su intervención en el Parlament
Los republicanos no están dispuestos a romper la aritmética parlamentaria que les sitúa en una posición de influencia en el Congreso de los Diputados, ya que son uno de los socios clave del Gobierno de Pedro Sánchez. Conscientes de que no pueden arriesgar su posición respecto al Govern ni en el Congreso, no llegaron a plantear una confrontación directa con el Ejecutivo de Illa.
Junts y su "caballo de Troya" en Renfe
Por su parte, Junts per Catalunya demostró una vez más que los hechos pesan mucho más que las palabras. La formación que dirige desde Waterloo el dos veces prófugo Carles Puigdemont fue la más crítica con el Govern de Illa, y se ensañó con fuerza contra Renfe.
"Todo lo que tenga que ver con Renfe no nos interesa. La queremos fuera de Cataluña", dijo el diputado Salvador Vergés.
Se da la circunstancia de que Junts ocultó durante tres meses (desde diciembre) que su partido contaba con un consejero en Renfe Operadora, Eduard Gràcia, según desveló El Confidencial. Una decisión que, ante la multitud de reproches por parte de ERC y los Comuns, Vergés justificó diciendo que se trata de un "caballo de Troya" mientras Renfe opere en Cataluña.
"Desinversión histórica"
Mientras Esquerra y Junts se enzarzaron en sus ya habituales disputas, aunque menos acaloradas que las protagonizadas recientemente en Madrid, los otros socios del Govern, los Comuns, se centraron en señalar al PSOE y al PP por sus políticas en movilidad y la desinversión histórica en Rodalies.
Criticaron que su prioridad, junto con las élites catalanas y los posconvergentes, siempre fue el AVE.