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Fotomontaje manifestaciones en Cataluña
La Casa Orsola de Barcelona, el espejismo de la desmovilización social en Cataluña
Las manifestaciones han disminuido un 50% desde 2018, alcanzando en 2024 su nivel más bajo en los últimos siete años
Más datos: La Diada no llega al 5% de asistentes de hace 10 años: el separatismo pierde la calle y culpa a ERC y Junts
Espejismo. El desalojo de la Casa Orsola de Barcelona de este viernes prevé una gran movilización vecinal, después de que el número de manifestaciones haya caído en picado: son un 50% menos en los últimos siete años, según los datos de la Generalitat a los que ha tenido acceso Crónica Global.
Tras la actuación policial en la Antiga Massana el pasado martes, el Sindicat de Llogateres anima ahora a los barceloneses a concentrarse ante la histórica casa modernista este 30 de enero para denunciar la compra de Orsola por parte de Lioness Inversiones.
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Pancartas colocadas en los balcones de la llamada Casa Orsola de Barcelona
Los datos del Departamento de Interior reflejan una desmovilización ciudadana fruto de la “pérdida de confianza de la sociedad”. Ésta cree que su acción “no tiene influencia política”, explica Joan Botella, catedrático de Ciencia Política en la Universitat Autònoma de Barcelona.
El fracaso del 'procés'
Donde más se nota esta desafección es en el movimiento independentista. “Aquellas grandes manifestaciones de la Diada han desaparecido, y esto se explica por el fracaso del proyecto, por la derrota de sus dirigentes y el cansancio entre los seguidores”, asegura Botella.
Los datos plasman esta tendencia. Durante el período 2017-2019, los movimientos sociales en Cataluña estaban protagonizados en su mayoría por el secesionismo. Además de las manifestaciones del 11 de septiembre, las sentencias del Tribunal Supremo a los líderes del procés en 2019 por el referéndum ilegal fueron catalizadores de grandes concentraciones.
No obstante, a partir de 2021, el número de protestas ha disminuido progresivamente en paralelo a la pérdida de fuerza del procés. Prueba de ello fue la Diada de 2024, que registró la participación más baja de los últimos 10 años.
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Evolución de la participación en la manifestación independentista de la Diada
Para la politóloga Laia Márquez no sólo tiene que ver con el fracaso del procés, sino que también hay otros factores político-sociales.
El más relevante es el individualismo actual. "Vivimos en una sociedad muy individualista. No tenemos espíritu de comunidad, como las generaciones anteriores", explica la experta.
Al individualismo se le suma la inmediatez, según la politóloga. "Queremos las cosas al momento y las políticas públicas, como la de la vivienda, no se pueden hacer de la noche a la mañana. Las soluciones pueden tardar meses o incluso años. Este sentimiento de inmediatez genera frustración, que a su vez afecta a esta baja movilización social por desconfianza hacia la administración".
Guerras y encarecimiento de la vida
Botella pone como ejemplo las manifestaciones del 1 de mayo (Día del Trabajador) o la ausencia de protestas en torno a la guerra en Ucrania, o más recientemente la de Gaza. Los conflictos, además de muertes, dejan también un gran impacto económico (en el primer mes del conflicto ruso, la inflación ascendió un 9,8%).
Los datos son una prueba de ello. Las guerras, la crisis energética y el aumento del coste de la vida en general no se han traducido en un aumento de protestas. Al contrario. Han descendido año tras año.
“Este tipo de acontecimientos despertaron grandes manifestaciones sociales. Un ejemplo fue la marcha contra la guerra de Irak de 2004 en Barcelona. En cambio, la ciudadanía ha perdido las ganas de salir a la calle por la pérdida de confianza en la utilidad de estas acciones”, explica Botella.
Precisamente el individualismo tiene impacto sobre las guerras. "No nos afectan directamente. Pasan a kilómetros de donde vivimos. Protestamos por aquello que nos afecta en el momento", recuerda Márquez.
Alas a la extrema derecha
Según Botella, Cataluña ha sido uno de los territorios más movilizados. No obstante, el agotamiento social tras años de tensión política, combinado con la percepción de que las manifestaciones tienen poco impacto, ha desactivado gran parte de esta energía.
En este contexto de desmovilización general, los pequeños grupos activos –particularmente, los vinculados a la extrema derecha– están ganando terreno. “No es cuánta gente hay, sino cuán activos son”, afirma el catedrático en Ciencias Políticas, destacando cómo estas minorías logran una mayor visibilidad frente a una mayoría silenciosa.
Un supuesto que también comparte Laia Márquez: "La baja confianza puede tener efectos indirectos o colaterales, como la subida de la extrema derecha, no sólo en España".
Para afrontar esta desmovilización social, Márquez señala que es necesaria una gran política social, que incluya participación ciudadana que permita generar este sentimiento de comunidad. Como la Asamblea Ciudadana del Clima (2024), en la que participaron personas seleccionadas aleatoriamente. Eso sí, lo hicieron cobrando, concluye Márquez.