'Lo que me gusta de Miquel Pueyo', por Andrea Rodés
Miquel Pueyo París es de Lleida y ya solo por eso me gusta. En la universidad me gustaba un chico de Alpicat, en las afueras de Lleida, que siempre se metía conmigo, pero también me hablaba de arte y de filosofía. El mejor editor que he tenido, Jordi, también era de Lleida. Un tipo serio, pero con un humor inteligente y muy irónico.
Me gusta que Pueyo sea doctor en Filología Catalana y haya trabajado en Planificación Lingüística. Confío que para él las lenguas son una cuestión de riqueza cultural, no un arma para hacer política.
Me gusta que haya incorporado en su equipo a una joven musulmana de 23 años. Ikram Bouhouche, número ocho de la lista, nació en Lleida, de padres argelinos, pero no obtuvo la nacionalidad española --y, por lo tanto, el derecho a votar-- hasta hace dos años.
'Lo que no me gusta de Miquel Pueyo', por Joaquín Romero
Mentiría si no dijera que me disgusta que el alcalde de Lleida presuma de gobierno sobrio porque los concejales ya no tienen plaza de aparcamiento gratuita y porque cuando el consistorio tiene algo que celebrar no se echa mano del cava con tanta facilidad como antes.
De eso tan naíf, y supongo que también de cosas más serias, se enorgullece Miquel Pueyo, paer en cap desde 2019 gracias a un pacto tripartido que logró poner fin a casi 30 años de hegemonía del PSC, que con nombres tan legendarios como el histórico Joan Siurana y Àngel Ros, exembajador de España en Andorra, gobernó la ciudad.
La ingenuidad de Pueyo asoma también en uno de los lemas de su campaña electoral, que consiste en asegurar que la extrema derecha no influirá en el Ayuntamiento de Lleida. Un espantajo de argumentario partidista en una ciudad donde Vox apenas obtuvo 900 votos en 2019, el 1,59% del total.