El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, cerró ayer el curso con un tono alejado del carácter pragmático y conciliador que en los últimos meses le ha acercado al PSOE y le ha alejado de su socio de gobierno, Junts, y con el que pretendía limar asperezas para resolver el “conflicto político” entre el independentismo y el resto de España. El mandatario republicano, de hecho, se marchó de vacaciones retando al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a poner las urnas para un nuevo referéndum de secesión en Cataluña.
El órdago de Aragonès se produce en un contexto en el que el independentismo más escorado lo considera un traidor por tenderle la mano al “Estado represor” y por dejar caer a la presidenta del Parlament, Laura Borràs, y también en el que los sondeos desvelan que los partidarios de la secesión están en mínimos de siete años. La desmovilización, en esta línea, es evidente. Asimismo, no es casual este discurso del presidente a estas alturas, dado que a la vuelta de vacaciones se celebra la Diada del 11 de septiembre y, casi a continuación, llegará el quinto aniversario del 1-O, momento que algunos sectores separatistas consideran oportuno para recuperar “la unidad de acción”. Sin olvidar que entonces entrarán ya en modo precampaña, con la vista puesta en las elecciones municipales de mayo. No obstante, esta actitud del president sí contrasta con su férrea defensa, hasta ahora, de la mesa de diálogo, a la que ayer se refirió como “de negociación” en un vocabulario muy medido para trasladar un mensaje de confrontación.
“Mesa de negociación”
Aragonès insistió en que el objetivo de esa “mesa de negociación” no es otro que arrodillar al Estado –“lo hemos sentado a la mesa”, dijo–, al que le exige “amnistía y autodeterminación” –nada nuevo–, y al que ahora reta con facilitar un referéndum acordado si “tan seguro está” de que ganaría el no a la independencia. De hecho, amenazó con que “la única manera de terminar con el conflicto es que la ciudadanía pueda decidir el futuro político del país”. En cierto modo, sabe que Sánchez no puede ceder a sus pretensiones, entre otras cosas porque las encuestas no le son propicias al PSOE y no obtendría ningún rédito, pero, por el otro, asume que si tiene alguna opción de obtener alguna concesión del Gobierno será más factible ahora que con una eventual presidencia del PP de Alberto Núñez Feijóo.
De todos modos, estas presiones de ERC son a todas luces insuficientes para Junts, que se ha desmarcado de las conversaciones con el Gobierno y que apuesta por concluir el procés. “O independencia o independencia”, pronunció el secretario general de los posconvergentes, Jordi Turull, en una reciente comparecencia. “Tras cinco años del 1-O, ya toca poner la directa”, añadió el exportavoz del Govern, que fue condenado y encarcelado –y luego indultado– en el juicio del procés. Dicho de otro modo, Aragonès, con su discurso, optó por una estrategia de marcar distancias con el PSOE en un momento determinante para el independentismo, pero tampoco convenció a Junts, partido al que mimó en su comparecencia y al que animó a “tejer complicidades”, así como “construir confianzas y ganar consensos”. Del mismo modo, emplazó a sus socios a presentarle una alternativa, si la tienen, a la “negociación” con el Ejecutivo, la única vía para, según él, lograr, “paso a paso”, la creación de un Estado propio.