De nuevo, ERC partía como favorita en las encuestas de intención de voto. Y una vez más, no ha logrado la victoria. Los republicanos han empatado a escaños con PSC (33), pero con menos votos. Supera, eso sí, a su rival independentista, Junts per Catalunya (JxCat), que se queda con 32. Siempre a la sombra de los convergentes, Esquerra ha ido perdiendo fuelle durante las últimas semanas debido a la irrupción de Salvador Illa como candidato del PSC. Algunos sondeos advertían incluso de la victoria de JxCat.

Finalmente, el partido de Pere Aragonès se queda en una segunda posición, pero en una importante encrucijada: sumarse y liderar una una alianza independentista con JxCat y CUP, o apoyar un tripartito de izquierdas con PSC y En Comú Podem. Pero de las palabras de sus líderes, se vislumbran las preferencias de los republicanos, que reivindican la presidencia de la Generalitat

Oriol Junqueras ha comparecido para felicitarse por una suma independentista que supera el 50% de los votos, lo que considera “un mensaje muy claro”.

Referéndum y autodeterminación

“Estamos comprometidos con el éxito de este proceso para culminar la república catalana con grandes consensos entorno al referéndum y amnistía”, ha asegurado el presidente del partido. En términos similares se ha expresado Aragonès, quien ha hablado de una nueva etapa tras lanzar un mensaje a Pedro Sánchez: “Es la hora de resolver el conflicto, de votar en un referéndum”.

 

 

Pere Aragonès hace la valoración de las elecciones del 14F / EP

ERC pasa de 32 a 33 escaños, pero pierde votos. Un resultado pírrico si se atiende a las grandes expectativas generadas en un partido que, pese a su giro hacia posturas más pragmáticas, sigue empeñado en demostrar un ADN independentista que solo le cuestionaba el secesionismo más hiperventilado, apartándose así de un eje izquierda-derecha, solemnizado con un veto a Salvador Illa.

Catarsis republicana

Los actuales líderes de ERC son producto de la catarsis de un partido, cuyas decisiones asamblearias ha provocado direcciones muy efímeras. Tras la traumática experiencia del gobierno tripartito, donde Josep Lluís Carod-Rovira tuvo que dimitir como consejero jefe tras reunirse con la cúpula de ETA a espaldas de Pasqual Maragall, el partido prescindió de dirigentes como Joan Puigcerdós o Joan Ridao, y abrió la puerta a Oriol Junqueras, un dirigente metropolitano –alcalde de Sant Vicenç del Horts-- carismático y visionario, quien embarcó al partido en una alianza con Convergència, en forma de apoyo a Artur Mas primero, y con una coalición electoral después denominada Junts pel Sí en 2015.

Junqueras impuso a su partido el apoyo a una declaración unilateral de independencia (DUI), posterior a la celebración del referéndum del 1 de octubre de 2017, lo que supuso su juicio y condena. Las elecciones celebradas ese año apuntaban a una victoria de los republicanos, pero de nuevo, Junts per Catalunya, la marca electoral liderada por Carles Puigdemont, venció.

El pacto de gobierno entre los partidos republicanos comenzó con mal pie, con el presidente del Parlament, Roger Torrent, rechazando la investidura de Puigdemont, fugado a Bélgica, algo que los neoconvergentes nunca le han perdonado. Desde entonces, las crisis entre los socios fueron in crescendo, rozando la deslealtad, sin que Esquerra se atreviera a soltar lastre de sus aliados.

Diálogo con Sánchez

Así, mientras Puigdemont y su sucesor, Quim Torra, abrazaban el confrontación, el nuevo dirigente en ciernes, Pere Aragonès, vicepresidente del Govern, se convertía en la imagen del diálogo y el independentismo posibilista. Su apoyo a la investidura y los presupuestos del presidente español Pedro Sánchez, así como la mesa de diálogo promovida por ambos partidos para buscar soluciones al conflicto secesionista, preconizaba futuros pactos a nivel catalán. Una apuesta que los sondeos parecían bendecir, pues la “nueva” ERC, más pragmática y pactista, aparecía como ganadora en todas las encuestas.

Hasta que irrumpió Salvador Illa como candidato del PSC, en sustitución de Miquel Iceta. La ventaja de los republicanos comenzó a acortarse, con JxCat pisándole los talones y los socialistas creciendo en intención de voto hasta tocar el triunfo.

Aragonès, en un giro que demostró de nuevo los complejos que ERC siempre ha tenido ante los convergentes, firmó junto a JxCat, CUP y PDECat un veto contra Illa, zanjando así las especulaciones sobre un tripartito de izquierdas con PSC y En Comú Podem.