La perspectiva ayuda a ver las cosas con más claridad. Por eso, la distancia suele facilitar un análisis integral de los fenómenos políticos. Pero esa norma general no es aplicable al caso de las elecciones de mañana y a su incierto resultado. El mosaico es tan complicado que desanima incluso a la hora de pensarlo.
Fernando Ónega, observador gallego afincado en Madrid y periodista de largo recorrido, no puede ocultar su pesimismo de cara al 14F y se fija en las consecuencias que tendrá para el conjunto de España y su imagen, “porque a efectos de inversiones, no es lo mismo un país estable que un país que vive todo el tiempo al borde de la ruptura”.
Los 'indepes' dominan
Está claro que en su columna de La Voz de Galicia –Mañana, Cataluña-- da por hecho que el independentismo seguirá mandando. “No es lo mismo –añade-- un país donde no se discute el Estado de derecho que un país donde uno de sus gobiernos regionales envía mensajes de represión y de pisoteo de derechos”.
Desde su punto de vista, el 14F también será muy nocivo en concreto para el Partido Popular y Ciudadanos. “Puede ocurrir que esta fuerza política –dice en referencia a Vox-- se convierta en la cuarta o quinta fuerza del Parlamento catalán. Si eso ocurre, el terremoto en la derecha estatal puede ser altamente destructor”.
Por qué ser negativo
El mismo periodista da algunas pistas de su negativismo en otra columna, en este caso en La Vanguardia, que titula Tribulaciones de un votante con dudas. Se pone en la piel de un catalán convocado a urnas y llega a la conclusión que las cosas empujan a la abstención o al extremismo.
“A lo mejor, el espectador se quedaría lamentando que no sea posible la coalición Esquerra-PSC, que reuniría el posibilismo independentista y el pragmatismo de un partido que está en el Gobierno de España, pero abierto a sentarse en la mesa de negociación, y esta vez no pudo ser. ‘Son cosas de la polarización’, diría. Él no la quiere alimentar con su papeleta, pero, tal como están los vetos, no le dejan otra opción”.
Embarrar el terreno de juego
En su editorial del viernes, El País denunciaba los movimientos de las candidaturas independentistas en su voluntad de embarrar el terreno de juego para marear a los electores. “Hurtar a los ciudadanos toda esta información y esconderla bajo debates sobre vetos estériles y campañas de desprestigio de vuelo gallináceo resulta empobrecedor. Cataluña no puede quedar en manos de minorías radicalizadas que no buscan más que continuar con el enfrentamiento.”
Deia ya se pronunció hace una semana sobre las elecciones en Cataluña asumiendo todas las tesis del soberanismo en su descalificación de la cita del 14F, "impuesta como fecha electoral tras una polémica decisión judicial”.
Después de referirse al “cacareado" efecto Illa, este diario tan cercano al PNV decía que “no cabe desdeñar la consecuencia final del comprensible miedo al contagio –contando siempre con que puedan solventarse los problemas derivados del rechazo masivo a formar parte de las mesas electorales y que estas puedan constituirse sin mayores incidencias– y su consecuente efecto en un más que probable incremento de la abstención, así como de la dificultad o imposibilidad que tendrán miles de votantes para ejercer su derecho”. O sea, los miedos que han difundido como un virus los partidos independentistas y han amplificado los medios de comunicación públicos y concertados catalanes.
Más papistas que el Papa
Como suele suceder, siempre hay quienes son más papistas que el Papa. Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso, fue más valiente ayer que su diario de referencia a la hora de distanciarse del partido hermano catalán, el PDECat, uno de los firmantes del documento de la CUP, ERC y JxCat contra el PSC, una iniciativa de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) de Jordi Sànchez y Elisenda Paluzie.
«Vetar las cosas y las líneas rojas absolutas nunca me parecen una buena estrategia, --dijo Esteban-- porque no sabes lo que va a pasar luego, y en estos momentos ya hay acuerdos entre esos partidos en la propia Cataluña y en el Congreso». En su opinión, «ese acuerdo se limita a no hacer president a Illa, pero vamos a ver en qué se concreta. He visto muchas veces que se dicen unas cosas y luego se hacen otras, y la política catalana es un tanto acuosa».