Dinero filantrópico, interés por un paisaje único, amor por la naturaleza, por parte de la Fundación Global Nature, que maneja dinero y que llega desde Estados Unidos. Prevención, miedo, desconfianza ancestral del terruño, y malas artes de la izquierda antisistema, que dispara sin querer saber nada ni buscar la verdad. Eso ha ocurrido con el llamado ‘Yellowstone europeo’, una marca inicial para dar a conocer un proyecto en el Maestrazgo-Els Ports, una enorme zona natural entre Cataluña, Aragón y la Comunidad Valenciana, que podía haber sido una salida para esa España vaciada que se queja y que lamenta el abandono por parte de los gobernantes.
El propio nombre constituyó un problema, tal vez el principal. La iniciativa se dio a conocer a principios de año, y la pandemia, con el confinamiento en marzo, impidió que se pudiera comunicar en detalle. El biólogo Ignacio Jiménez mostró su entusiasmo, como miembro de Global Nature y después de haber trabajado durante años en el desarrollo de parques naturales en Argentina, Sudáfrica y otras partes del mundo. La posibilidad de crear un gran parque natural, como el Yellowstone de Estados Unidos, creó animadversión en el mundo local, al entender que se iba a “conservar” toda la zona, impidiendo el desarrollo económico de explotaciones eólicas –más en la parte de Teruel, en Aragón—o de granjas porcinas.
Jugar con una marca mundial
Con el contacto con todas las partes implicadas, la reacción ahora es de “tristeza” por la imposibilidad de una iniciativa que ha provocado en sus promotores “una persecución personal”, que podía poner en peligro sus otras responsabilidades profesionales. Ante eso, con una fuerte oposición de la izquierda antisistema, vinculada a fuerzas políticas como la CUP, en Cataluña y en la Comunidad Valenciana, la Fundación Global Nature decidió arrojar la toalla.
En Cataluña, el proyecto lo conoció desde el primer momento la Junta del parque nacional de Els Ports, situado en las comarcas de Tarragona. La reacción fue de “aceptación”, según indican las fuentes contactadas, y de interés en desarrollar de forma conjunta la iniciativa, que pretendía jugar “con una marca” para atraer a un público ávido de naturaleza, pero también para ayudar al desarrollo autóctono de la zona, desde la potenciación de la agricultura o la ganadería hasta la “producción de naturaleza”, que es una forma de apostar por determinadas especies animales, para que recuperen un hábitat perdido en los últimos decenios.
Dos personas de la fundación, procedentes de Estados Unidos, visitaron la zona y quedaron “maravillados” de la enorme riqueza paisajista. Llegaron con el ánimo de destinar importantes recursos económicos, y después de valorar, también, zonas del este de Europa. Es el dinero filantrópico de fortunas de ciudadanos norteamericanos, una fórmula conocida y aplaudida en aquel país y muy poco frecuente en Europa.
Resistencia de alcaldes
Los recelos fueron constantes desde el primer momento, y las reuniones de la Fundación, cuyo director gerente es Eduardo de Miguel, con los alcaldes y entidades locales no lograron apenas apoyos. “Hay un terruño muy reservado, que lo ve todo con desconfianza y que hizo imposible que el proyecto avanzara”, señalan las mismas fuentes. El apoyo institucional, o, al menos, las ganas de conocer más en profundidad lo que se pretendía, sí existió, “más en Cataluña, que en Valencia o en Aragón”, pero no sirvió de nada ante la resistencia de los alcaldes, que, en realidad, “se hacían eco de comentarios y de la hostilidad” de entidades y partidos políticos. Especialmente en contra se mostró la CUP y otros grupos antisistema, que defendieron la Plataforma No al Yellowstone Europeo.
La entidad lanzó el ‘Manifiesto por la Vida Rural’, con la idea de que el proyecto iba a afectar de forma grave al sector primario. El argumento era que, detrás de la fundación, estaba la Fundación Botín, del Banco Santander, y que se quería transformar el espacio, de 550.000 hectáreas, en un gran destino internacional turístico, que acabaría con la forma de vida en la zona. La CUP se refería también al propio nombre de Maestrazgo-Els Ports, al no catalanizar el nombre de la comarca de Castellón.
La Fundación Global Nature dejó a un lado la iniciativa, justo antes del verano. Quedaba atrás un proyecto que iba a tener la financiación de la Wyss Foundation, que tiene el nombre del magnate norteamericano de origen suizo Hanjsjörg Wyss, que lleva años dedicado a una tarea hercúlea, la de salvar hasta el 30% del planeta, preocupado sobre el cambio climático. Y Cataluña, junto a esas zonas de Aragón y Valencia, se han quedado sin esos recursos.