Un intento desesperado, una muestra de impotencia, porque Artur Mas quiere impedir la ruptura total entre Carles Puigdemont y el PDECat, y nadie está, en estos momentos, por la labor. Pero Mas ha mantenido conversaciones con todos los implicados, con el propio Puigdemont hace unos días, y ese intento es también la forma de fingir que todo llegará a un final satisfactorio para todos, aunque se deban extremar las posiciones. ¿Complicado? Todo lo que ha hecho Artur Mas en los últimos años lleva ese sello de complejidad. El expresident señaló este lunes que se queda en el PDECat, pero no rompe las amarras con JxCat. “Lo mejor es enemigo de lo bueno”, repitió una y otra vez Mas en su intervención en el Palau Robert de Barcelona.
Artur Mas, en el anuncio en el Palau Robert, de que se queda en el PDECat / CG
Esa es la voluntad de Mas, que el partido que dirige David Bonvehí, que es el suyo y el heredero directo de Convergència, llegue a un acuerdo en el último instante con JxCat, aunque ahora los puentes estén rotos. Su cabreo con la forma de actuar de Puigdemont y, principalmente, del presidente Quim Torra, es monumental. No entiende un cambio de Govern que se ha llevado por delante a la consejera de Empresa, Àngels Chacón, del PDECat, y que ha mantenido buena relación con el mundo económico, como el propio Mas ha comprobado. Y no comparte la “confrontación inteligente” de Puigdemont con el Estado. Pero tampoco buscará el enfrentamiento directo con JxCat. Mas tiene en las filas de Puigdemont a sus más estrechos colaboradores en sus últimos años como president, como Josep Rull y Jordi Turull. Y no cargará contra ellos. Lo que desea es una “coalición” electoral, o algún pacto que suponga que miembros del PDECat estarán en las listas de JxCat, para impedir que el voto se divida y el ganador sea de forma clara ERC.
Mantener el poder
La diferencia en las elecciones de 2017 entre JxCat y ERC fue de sólo 12.000 votos. Mas no quiere que una candidatura del PDECat, aunque logre sólo un puñado de diputados, sirva para que ERC alcance la victoria con facilidad. Y eso lo ha hablado con Carles Puigdemont. La mentalidad de Mas, como señalan fuentes del PDECat, es la de mantener el bloque de poder, “una especie de PRI --el partido histórico hegemónico en México-- a la catalana”. Y el poder de los exconvergentes se irá de forma definitiva si ERC logra una victoria holgada, que permita a los republicanos elegir a sus socios de gobierno. La enemistad y las diferencias entre las dos familias políticas es enorme. Es sideral.
Por ello, Mas intentará todo lo que esté a su alcance para impedir la ruptura total. Su rostro evidenciaba este lunes un cansancio profundo y el remordimiento por los errores cometidos. No lo dice en público, pero ha asumido su error, cuando se retiró tras los comicios de 2015, y dejó que la CUP marcara la agenda política catalana. Mas designó a Carles Puigdemont para que fuera investido, y evitar, así, una repetición de las elecciones. De forma oficial, como reiteró este lunes, aquella decisión fue un servicio “al proyecto soberanista”, pero Mas es consciente de que se le escapó todo de las manos.
En JxCat su decisión de mantenerse en el PDECat y de lanzar algunas pullas a Puigdemont no fue bien digerido. Los políticos presos de la ex-Convergència no estuvieron atentos a su intervención, y las críticas en los chats personales de los cuadros y dirigentes de JxCat y del PDECat arreciaron. Pero Mas y Puigdemont están en contacto. Se hablan y, pese a mantener diferencias, buscan lo mismo. El expresidente que se marchó a Bruselas no quiere saber nada de la ex-Convergència. Necesita que Junts per Catalunya, con entidad propia, no sea, otra vez, asociada a CDC, manchada por la corrupción, aunque haya muchos exconvergentes en sus filas --la mayoría--. Pero Puigdemont también sabe que una ruptura total con el PDECat puede suponer la división del voto independentista y la victoria clara de ERC.
El PDECat, dividido
Eso une a Mas y Puigdemont, crecidos políticamente en la máxima pujolista: conservar el poder. Y todavía la ex-Convergència mantiene muchos resortes de poder, en las instituciones, en las empresas, en los colegios profesionales, en asociaciones culturales, deportivas y de todo tipo. Y el cemento para mantener todo eso se llama ahora Puigdemont, o JxCat, para detener a los republicanos.
El intento de Mas puede acabar en fracaso. Las cosas han llegado muy lejos, con el cese de Chacón, que en el PDECat supuso una declaración de guerra. Una parte del PDECat, la relacionada con algunos alcaldes, como Marc Castells, Marc Solsona y Montserrat Candini, no quieren saber nada de Puigdemont. Pero también hay cuadros medios y dirigentes comarcales que saben que la marca y el liderazgo están en manos del líder de JxCat y desean seguir en la carrera política activa.
Los 'logros' de Mas
Mas no puede ya garantizar el éxito de su última operación, después de todo lo logrado desde 2012: pérdida de ocho diputados al adelantar las elecciones en 2012; ruptura de la coalición CiU; ruptura de Convergència y transformación en PDECat; hegemonía ideológica de la izquierda antisistema; y escisión entre el PDECat y JxCat. Pero mantiene un último puente con Puigdemont para evitar el descalabro total y que la Generalitat tenga un presidente de ERC.
Y en esto está, a la desesperada, pero también fingiendo que es impotente ante la situación. No quiere ningún cargo institucional --más allá de su figura como expresidente-- ni formará parte de una lista electoral, pero intentará evitar esa ruptura total con JxCat.