Esta vez no hay baile de cifras que valga. La Diada se convirtió ayer oficialmente en reducto de los nostálgicos que todavía intentan insuflar oxígeno al procesismo. La distancia social entre los catalanes y un 11 de septiembre, cada vez más bronco y minoritario, ya es abismal.

Y no solamente por la incidencia de la pandemia. Los catalanes le dieron la espalda a una liturgia independentista, que ahora insiste en comparar el Estado español con los regímenes totalitarios del siglo XX. Quim Torra lanzó la consigna el jueves por la noche en su discurso televisado, y Carles Puigdemont recogió el guante ayer, mientras que la Assemblea Nacional Catalana (ANC), se sumó a esa tesis sobre el “Estado opresor y vengativo” que es necesario “derrotar” en un acto tan deslucido como amenazador.

Largo puente, división independentista

El Covid, en efecto, pero también el largo puente del fin de semana, la división independentista y los discursos incendiarios dieron ayer la puntilla a una fiesta que, en sus orígenes, fue concebida como familiar, alegre y positiva. Empeñados en convocar concentraciones a pesar del riesgo de contagio, la ANC asegura que sacó a la calle a casi 60.000 personas en toda Cataluña. En algunas zonas, la convocatoria pinchó.

Quim Torra en su discurso televisado con motivo de la Diada de Cataluña / CG

Y aunque la pandemia hace difícil comparar este 11 de septiembre con años anteriores, lo cierto es que ni siquiera las acciones más radicales de Arran o de los CDR lograron “recuperar las calles”. Hubo algaradas, sí, pero no a la altura de ese momento de “máxima represión” que sufre Cataluña.

CDR a la brava, sin distancia de seguridad

Quemar fotos de la Familia Real a plena luz del día, como hicieron los cachorros de la CUP, en lugar de hacerlo con nocturnidad como era tradicional, es mucho menos impactante. Se desquitaron por la noche, cuando ya revueltos y sin mantener las distancias de seguridad, los comandos independentistas quemaron muñecos del Rey, sí como cajas con nombres de grandes instituciones, empresas y bancos.

La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, en el acto central de la Diada / CG

De hecho, ese acto vandálico daba continuidad a la guerra declarada por la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, a la fusión de Caixabank con Bankia, evidenciando así el papel irrelevante del independentismo en esa operación. No escondió que, tras el asalto a las cámaras de comercio, el siguiente paso son las universidades "unionistas", entre otras instituciones.

División

Un independentismo que ha llegado completamente dividido a esta Diada. La ofrenda floral al monumento a Rafael Casanova así lo demostró, pues Junts per Catalunya y PDECat acudieron en comitivas diferenciadas. El cisma en el espacio postconvergente es muy reciente, no tanto la guerra que mantienen ERC y JxCAT.

Esquerra, consciente de la encerrona que habría supuesto acudir a los actos organizado por la ANC, mantuvo un perfil bajo. No en vano, Puigdemont había embestido de nuevo contra el diálogo y el pacto. “Con los regímenes autoritarios no se pacta, para salvar la democracia hay que derrotarlos”, dijo el fugado.

Sin hoja de ruta

Más allá de la euforia que despierta esta fecha icónica del soberanismo, ni el de Waterloo ni el republicano Oriol Junqueras parecen tener una hoja de ruta clara. El primero habla de confrontación inteligente y el segundo, de ampliar la base social. Pero de momento se desconoce si tienen un plan. Algo que desincentiva a quienes creyeron realmente que, a estar alturas, Cataluña ya sería una república independiente.

A esos desencantados se dirigió Paluzie. “La paciencia tiene un límite”, advirtió, tras asegurar que si los partidos políticos no lideran el cumplimiento del mandato del 1-O, lo hará la sociedad civil. Tampoco la presidenta de la ANC concreta demasiado y, a juzgar por la Diada desfondada que se vivió ayer, cuesta entender cómo se va a llegar a un 50% de los votos independentistas y qué tipo de acciones ciudadanas van a propiciar, al fin, esa ruptura. Dicho de otra manera, Paluzie parece contar con una base social que, al menos ayer, estuvo ausente.