Rosa Maria Sardà no se escondió nunca. Sus simpatías por los socialistas fueron siempre claras, pero su activismo por un catalanismo integrador cobró fuerza a medida que el proceso independentista iba apretando el acelerador. Hasta el punto de que la actriz devolvió la Creu de Sant Jordi el julio de 2017, la condecoración que había recibido de manos de Jordi Pujol en 1994, un hecho que ella misma no aireó y que se conoció a través de un artículo de la cineasta Isabel Coixet.
Sin embargo, aunque esa cuestión no quiso explicarla a los cuatro vientos, sí lo hizo en todas sus intervenciones públicas, al ser preguntada por el proceso soberanista, y participó en actos de Societat Civil Catalana. Con ello mostraba una posición que ha irritado a los independentistas: el propio catalanismo se plantó ante un proyecto que Sardà entendió como divisivo y rupturista. Su respuesta explosiva llegó tras unas declaraciones del Síndic de Greuges, Rafael Ribó, sobre la sanidad catalana, y el hecho de que había entrado en una situación con largas listas de espera porque se atendía a gente de “fuera”.
Explota por culpa de Ribó
La actriz señalaba, sin dudarlo, que en Cataluña había “racismo”, el mismo que constató en su libro, publicado en 2019, Un incidente sin importancia en el que narró la vida en una casa de Cataluña de los años 30. “Es una historia de racismo –aseguraba--, un racismo que sigue: estos no son de los nuestros y estos no son de aquí y estos fuera”. Sobre Ribó se arrancaba con crudeza: “Ahora, un señor dice que los retrasos en los hospitales son porque viene gente de fuera. Y mira, dices: vete a la mierda”.
Lo explicaba en una entrevista en El Confidencial, e interpeló directamente al independentismo por esa política divisiva, hasta tal punto que el digital que dirige José Antich, El Nacional, informaba de ello con el calificativo de “entrevista lamentable”.
La confesión de Oriol Soler
Sardà lo sabía. Junto con su hermano, Xavier Sardà, supuso un bastión catalanista frente al independentismo. Y no dudaba en admitir el choque: “No hay un problema entre Cataluña y España sino dentro de Cataluña. Es Cataluña la que está dividida. Yo no tengo nada en contra de nadie de ningún sitio. A la que no aceptan es a mí, porque no soy independentista”.
Ese rechazo es el que ha sorprendido a buena parte del movimiento independentista, que creía que la sociedad catalana no iba a reaccionar con virulencia ante el proyecto que se puso en marcha a partir de la Diada de 2012. Lo reconoció uno de sus principales protagonistas, el editor Oriol Soler, que señaló que el gran error del independentismo fue pensar que la mayoría de la sociedad catalana iba a secundar el proyecto rupturista, sin conocer, realmente, la pluralidad interna de Cataluña.