Una renta básica, para todos los ciudadanos, y no circunscrita a la coyuntura de la crisis del coronavirus. Se trata de un proyecto que arranca de lejos, con un equipo en la Universitat de Barcelona que ha coordinado todos estos años el economista Daniel Raventós, y en paralelo a los trabajos de un filósofo belga, que ya en los años 80 comenzó a pensar en esa posibilidad, Philippe Van Parijs. Ahora se retoma la idea, con fuerza, y con la aportación de economistas que se habían sentido ajenos a ello, como Toni Roldán, exdirigente de Ciudadanos, o el liberal Juan Rallo. En estos momentos, con la inminencia de una grave crisis económica, el Gobierno ultima un “ingreso mínimo vital”, de 500 euros, aunque en el programa acordado entre el PSOE y Unidas Podemos, a pesar de referirse a ese "ingreso mínimo vital", se pretende una medida de carácter más estructural.
El Ejecutivo de Pedro Sánchez ve “urgente” ese ingreso mínimo vital, que sería un “ingreso puente” ante la emergencia por el coronavirus. Dado que será difícil ahora preparar algo más complejo y elaborado, dentro del programa de gobierno que suscribió el PSOE con Unidas Podemos, se opta por un ingreso de 500 euros, que ha causado malestar entre las patronales y los agentes sociales, por desconocer los detalles, aunque en el Ejecutivo, el vicepresidente segundo Pablo Iglesias, señala que se cuenta con el “total apoyo” de sindicatos y onegés.
Mejor una ayuda a distintos colectivos
El hecho es que esa renta mínima ha comenzado a tener el apoyo, o la comprensión --no la medida concreta, pero sí optar por la renta mínima y no por una renta básica universal-- de expertos que han trabajado la cuestión a fondo. Se trata de José Antonio Noguera, profesor de sociología en la UAB, que entiende que ahora es la mejor fórmula. ¿Por qué? “Aunque mucha gente vea la pandemia como una oportunidad para implantar una renta básica universal, mi opinión es que precisamente ahora lo que necesitamos es concentrar los recursos de que disponemos en quienes más necesitan ayuda, y ello por dos motivos: porque esos recursos, con la crisis, van a acabar siendo más escasos, y porque con las crecientes necesidades (en sanidad, vivienda o apoyo a ciertos sectores económicos, por ejemplo) su coste de oportunidad va a ser mucho mayor. Una renta básica universal es una operación de enorme envergadura, una revolución fiscal y prestacional. Si se quiere dar el paso final de la universalidad y la individualidad totales, es mucho mejor hacerlo cuando las condiciones sean de cierta tranquilidad, sin urgencias, y con un colchón de cierta bonanza económica”.
Noguera advierte de que si se presta un servicio, lo peor es que se deje de ofrecer después: “Articular una renta básica universal de emergencia solo durante unos meses, como también se ha propuesto, me parece una solución subóptima. Habría que recuperar el grueso de lo transferido solo unos meses después, con lo que toda la ingente operación sería en gran parte fútil. Para la mayoría de la ciudadanía tendría un efecto psicológica y políticamente negativo, bien conocido por la psicología económica: que te quiten lo que te han dado te produce mucha más insatisfacción que no habértelo dado en primer lugar. Por último, y mucho más importante, no llegaría en primer lugar a quien más lo necesita, precisamente porque si se hace a través del sistema fiscal, los más desfavorecidos, al no tener rentas, no están controlados por el mismo”.
No una renta sólo de emergencia
¿Qué hacer entonces? “Mi opción sería una renta garantizada o ingreso mínimo vital para quien caiga por debajo de un determinado nivel de ingresos, pero flexibilizando mucho las condiciones de una renta mínima tradicional, y dejando el control a cargo de la administración "a posteriori" de la solicitud. Eso sí, teniendo en cuenta el tamaño del hogar (por economías de escala), y pidiendo la información que fuese necesaria en los casos dudosos, incluso quizá desincentivando las solicitudes fraudulentas mediante alguna tasa o recargo en caso de percepciones demostrablemente indebidas. Con la cobertura complementaria que dan los ERTE y otras prestaciones asistenciales, esto no sería excesivamente caro --como una renta básica, para la cual, no nos engañemos, también habría que hacer una solicitud por parte de quien no tenga renta--. Podría incluso hacerse en coordinación con las Comunidades Autónomas, que ya tienen la experiencia de las rentas mínimas. ¿Esta renta garantizada debería ser solo de emergencia? Rotundamente no: es parte del programa del Gobierno, y es una de las grandes lagunas de nuestro Estado de bienestar, por tanto qué mejor ocasión para empezar a ponerla en marcha con carácter estructural”.
Es decir, la medida podría ser una base para el futuro, para ciudadanos que queden descolgados del sistema productivo, en una fase que se puede precipitar. El cambio tecnológico se puede acelerar, aprovechando la coyuntura de la crisis del coronavirus. Y, desde el punto de vista de los expertos consultados, sólo quedará algún tipo de compensación a través de una renta básica.
Unos 1.000 euros para todos, ahora
El liberal Juan Rallo se ha opuesto de forma sistemática a una renta básica universal. Lo ha calculado y ha escrito una obra dedicada a ello con el ilustrativo título de Contra la renta básica (Deusto). Señala que implantar una renta básica supondría un coste de unos 190.000 millones de euros (el 17,5% del PIB); pero, en cambio, poner en marcha una renta mínima comportaría unos desembolsos públicos de entre 6.000 y 15.300 millones de euros (entre el 0,5% y el 1,4% del PIB). Esa segunda posibilidad, para Rallo, sería asumible, sin renunciar en ningún caso al actual modelo económico liberal-capitalista. Rallo lo tiene escrito: “En tanto en cuanto el Estado siga existiendo y continúe desarrollando algunas funciones restringidamente asistenciales para su población, una renta mínima condicional y subsidiaria que evite que las personas caigan en la pobreza absoluta por causas que les son inimputables constituye una sensata red de seguridad de última instancia”.
¿Pero, y ahora, con carácter urgente? El economista Toni Roldán lo resolvería con una renta básica temporal ahora, para reconvertirlo más tarde en una renta mínima. Y lo sostiene por cuestiones burocráticas. ¿Cómo? Su opción es ofrecer, como respuesta al colapso económico por el coronavirus, un cheque de 1.000 euros al mes para cada persona en edad de trabajar en los próximos tres meses. Con 38 millones de personas en esa situación, el gasto podría resultar en unos 114.000 millones de euros, el 11% del PIB. Algo de una dimensión desconocida.
Una pata, pero faltan otras para toda la economía
Eso sería como una terapia de choque, para resolver la falta de agilidad que supondría poner en marcha una renta mínima para diferentes colectivos. A cambio, el Ejecutivo podría aprobar un impuesto extraordinario el próximo año. Y, en función de la situación de cada persona, se devolverían esos 3.000 euros recibidos, de forma total o parcial. Roldán toma la idea de Greg Mankiw, economista de la Universidad de Harvard, que ha realizado una propuesta con esas características para Estados Unidos. El cálculo de Roldán es que, finalmente, el coste para el Estado podría ser del 1% de su PIB, algo “razonable”.
El economista Juan Torres, autor de La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay?, ¿cómo se financia y qué efectos tiene? (Deusto), huye de los nominalismos y reclama una respuesta para todo el conjunto de la economía española en estos momentos: “No quisiera enredarme en discusiones terminológicas. Yo creo que ahora es imprescindible garantizar el ingreso a las personas y a las empresas que lo están perdiendo. Una renta básica universal tendría la ventaja de que sería mucho más fácil de administrar para garantizar que llegue a todas las personas que la necesiten. Se podría saldar posteriormente con algún tipo de impuesto negativo, pero la exigencia inmediata de liquidez sería muy grande. Pero, en todo caso, me parece esencial no olvidar que esa renta sería una de las ruedas del carro. Al mismo tiempo es imprescindible "congelar" a las empresas y trabajadores autónomos, evitar que cierren y desaparezcan, y para eso es necesario garantizarle también el ingreso cuando están en inactividad forzosa. Con una sola rueda, nos estrellamos”.
Son medidas que se ponen sobre la mesa, con urgencia, desde el punto de vista pragmático. Otra cosa es la propia filosofía que hay detrás de la Renta Básica, que pasa por un modelo económico no centrado exclusivamente en el crecimiento continuo, y que desea ofrecer a las personas la posibilidad de otras actividades, de desarrollo personal. Es una apuesta que genera debates y reflexión, con publicaciones periódicas desde hace más de 20 años.